La Vanguardia

¿Qué pasó con Ronaldo?

Una hora antes de la final salta la sorpresa: el gran crack brasileño no juega. Pero luego sí lo hizo, aunque en condicione­s muy precarias

- XAVIER G. LUQUE

A las nueve de la noche del 12 de julio de 1998, en el flamante estadio de Saint Denis, se disputa la final del Mundial. Nada menos que el anfitrión, Francia, contra los últimos campeones, Brasil. Un partidazo que paraliza la atención mundial y no digamos en Francia. Pero una hora antes la primera sensación de la final circula como la pólvora por la tribuna de prensa, cuando se anuncian las alineacion­es: juega Edmundo y no Ronaldo Nazario. Nadie sabe por qué y se disparan las especulaci­ones.

Veinte años más tarde no existe una versión oficial creíble sobre qué sucedió en realidad. Porque Ronaldo, en un cambio de última hora, sí jugó la final. Pero visiblemen­te disminuido en su condición física. En aquel momento se explicó que Ronaldo había sido trasladado urgentemen­te a un hospital para una exploració­n en el tobillo y que sólo cuando los médicos dieron el visto bueno se cambió la alineación para que jugara. Pasó inadvertid­o y Francia, con dos goles de Zidane y uno de Petit, ganó 3-0.

Más adelante se supo que había perdido el conocimien­to entre convulsion­es, en el hotel de los brasileños. Y de ahí la evacuación a un centro médico. Y años más tarde una investigac­ión en Brasil empezó a arrojar luz sobre el espinoso asunto: según se explicó tuvo una reacción fulminante a una inyección de lidocaína que le había afectado bruscament­e el torrente sanguíneo, una situación que puede desembocar (como parece que sucedió) en temblores, parálisis de la lengua, visión nebulosa y convulsion­es.

Pero aún hay más, porque faltaría saber por qué le administra­ron esa inyección. La lidocaína puede usarse como anestésico local, para mitigar el dolor de otras sustancias. Se utiliza, ilegalment­e, en los hipódromos porque permite dormir la zona donde se suministra un estimulant­e de inyección sumamente dolorosa.

Entre las diversas informacio­nes que han circulado en torno al caso de Ronaldo también se han criticado las presiones (¿de la selección? ¿de Nike?) para que jugara, sí o sí, aquella final. Es cierto que se le vio ausente y que, a su regreso a Brasil, aún daba la impresión de tambalears­e, como si estuviera borracho, al descender del avión.

Nadie ha ofrecido una versión oficial confirmada del incidente y en ningún caso se ha vinculado a un posible caso de dopaje. Pero no hay que olvidar que exactament­e en las mismas fechas se estaba destapando el primer gran escándalo de dopaje en el Tour de Francia. El mismo día de la final aparecían en la prensa las primeras informacio­nes sobre una misteriosa detención de un masajista, cazado en la frontera franco-belga con un arsenal de productos prohibidos.

El llamado caso Festina aca- baba de estallar y añadirle una investigac­ión en profundida­d en torno al fútbol habría desbordado todos los niveles aconsejabl­es. Del tobillo se pasó a la epilepsia y de ahí a una gran confusión que perdura.

El torneo francés de 1998 tuvo además otro foco informativ­o muy alejado del deporte. El 21 de junio, en Lens, una banda de hooligans alemanes atacó a un gendarme, Daniel Nivel, y le provocaron lesiones graves. Estuvo seis semanas en coma y quedó afectado de por vida. Los focos de violencia callejera fueron abundantes en el Mundial de 1998, con actos especialme­nte violentos en Lens y en Marsella, con Inglaterra.

Fue el primer Mundial con 32 equipos y con utilizació­n del llamado gol de oro: en una prórroga, si marcaba alguien, se acababa el partido. Sólo se aplicó una vez, en el Francia-Paraguay, con gol de Laurent Blanc en el minuto 113. También fue un Mundial con récord de rojas, 21, y en algunos casos muy sonadas. Por ejemplo, en el Argentina-Inglaterra de octavos de final en el que Simeone se dedicó a martirizar al inexperto Beckham, hasta que éste se revolvió y acabó expulsado. “Me dejé caer y conseguí que le sacaran la roja”, reconoció meses más tarde el argentino. También fue expulsado el iracundo Zidane, en el FranciaAra­bia Saudita, lo que le costó dos partidos de suspensión. Luego se resarció en una final espléndida. Explicó Blanc: “Hablé con él aquella tarde. Le dije mira, hasta ahora, nos has ayudado. Pero no nos has ganado ningún partido. Ya sería hora, ¿no? He visto que los brasileños fallan en la defensa a balón parado. Ahí tienes el camino”. Zidane marcó los dos primeros goles de la final. Ambos de cabeza. Ambos a la salida de saques de esquina. Blanc, Zidane, Simeone... todos entrenador­es actualment­e.

Por parte española el Mundial fue un nuevo fracaso sonado. El equipo de Clemente, martirizad­o por cierta prensa porque mantenía a Zubizarret­a (casi 37 años) contra viento y marea, empezó fatal. El debut, el 13 de junio en Nantes, acabó 2-3 ante Nigeria, pese a avanzarse dos veces, con goles de Hierro y Raúl.

Queda constancia también del debut de un joven camerunés de apenas 17 años y 3 meses: Samuel Eto’o. El segundo futbolista más joven de un Mundial tras el irlandés Norman Whiteside, con 17 años y un mes, en España’82.

PRÓXIMO CAPÍTULO:2002 Corea del Sur y

Japón. Gamal Al-Ghandour

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MICHEL EULER / AP
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La policía interviene en Lens, donde el 21 de junio hubo una brutal agresión a un gendarme
LUTZ BONGARTS / GETTY Sin fuerzas Ronaldo, consolado por Bebeto, no tuvo su potencia habitual en la final del torneo Incidentes La policía interviene en Lens, donde el 21 de junio hubo una brutal agresión a un gendarme
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GERARD CERLES / AFP Inocente Simeone martirizó a Beckham y al final hasta logró que lo expulsaran
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Footix La mascota del Mundial’98 era un gallo futbolista con nombre de las aventuras de Astérix
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