La Vanguardia

LAS EDADES DE ORO

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En esos años sí se llegaron a terminar muchos otros estadios en las principale­s ciudades de la Unión Soviética. El más importante fue el Dinamo de Moscú (1928), ejemplo del vanguardis­mo soviético en su fachada y que ejerció de primer estadio del país hasta que en 1956 se abrió el Estadio Central Lenin, hoy llamado Luzhnikí. La exposición muestra los diseños originales, pero también luce maquetas de los estadios para tocar con las manos y guiar al visitante por la historia. A través de ella se observa la evolución de unas estructura­s que con el tiempo fueron perdiendo elementos. La fachada cede importanci­a y gradualmen­te van desapareci­endo deportes para dejar prácticame­nte todo el protagonis­mo al fútbol. La piscina es la primera que deja de construirs­e, luego la pista de ciclismo, luego la de hielo... que se trasladan a centros deportivos especializ­ados. Una década después de la Segunda Guerra Mundial ya sólo manda el fútbol, que será el dios del estadio en esa edad de oro del balompié soviético, entre los años 1950 y 1980. Con la crisis de la URSS, su desintegra­ción y los difíciles 1990 la arquitectu­ra de estadios prácticame­nte desaparece. Pero en el siglo XXI ha vuelto con fuerza. Los doce templos del Mundial de Rusia, nuevos o reconstrui­dos, son fruto de esta nueva época. Una segunda edad de oro (no en resultados deportivos), donde, señala Akopián, los arquitecto­s locales han adoptado “estándares internacio­nales, lo que permite dar vida a las ideas más audaces”.

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