El capitán que recupera barcos centenarios
EL DECANO DE LA FACULTAD DE NÁUTICA COMPAGINA LA DOCENCIA CON SU PASIÓN DE RESTAURAR EMBARCACIONES PARA HACER QUE VUELVAN A NAVEGAR
Su aspecto de lobo de mar le delata. Este navegante, quinta generación de una familia de marineros de Vilassar de Mar (Maresme), no se ha limitado a surcar los mares, sino que aboca todo su conocimiento en los futuros capitanes mercantes. Agustí Martín i Mallofré, tras pasar por la empresa privada, lleva años impartiendo clases. En la actualidad es decano de la facultad de Náutica de Barcelona, un centro de referencia adscrito a la Universitat Politècnica de Catalunya, donde contribuyó, entre otros, a crear un avanzado centro de simulación.
Su profundo conocimiento e investigación que mantiene del sector marítimo han convertido a este marino mercante de 59 años, doctor en Marina Civil, en un experto, no sólo de la historia de la náutica en la costa catalana, sino de los métodos tradicionales de construcción de embarcaciones. Conocimientos que pone a disposición de quien lo requiera, como prueba el hecho de ser uno de los fundadores de la asociación Bricbarca, el Centro de Estudios Náuticos de Vilassar de Mar.
Una entidad tuvo que poner todo su empeño en uno de sus proyectos más dichosos, la restauración del Sant Ramon, también llamado El Coyote, un laúd aquillado de 1904 que salvaron del desguace y que en la actualidad pertenece al pueblo de Vilassar, que colaboró en su recuperación. Originariamente fue un barco de vela latina que navegó por la costa alicantina, pero como sucedía con muchas de las embarcaciones de la época acabó convirtiéndose en un barco pesquero hasta el 2001.
En la actualidad, el Sant Ramon es uno de los barcos antiguos que aún navegan más conocidos del litoral que, como el barco insignia del Museu Marítim de Catalunya, el Santa Eulàlia, será protagonista del primer encuentro de barcos centenarios que se celebra este fin de semana durante el festival Maresmar, un acontecimiento que tiene lugar entre los puertos de Mataró y Arenys de Mar.
Precisamente, uno de los actos destacados de la fiesta náutica es la conferencia “El siglo de oro de la marina maresmense”, una de las pasiones de Agustí Martín. “El siglo XIX fue glorioso para la marina catalana”, y el máximo exponente fueron los astilleros de la costa. “Un éxito que Catalunya debe a un monarca Borbón –ironiza Martín–, Carlos III, que erradicó el monopolio de comercio con las Indias”, lo que provocó la eclosión de los armadores catalanes. Al mismo tiempo, la necesidad de contar con navegantes bien formados propició la apertura de la primera Escuela Náutica de Barcelona, en 1769. A la que después siguieron escuelas de pilotos como las de Arenys de Mar o Vilassar de Mar, donde formaron a cientos de navegantes de los bergantines o pailebotes que surgían de las atarazanas.
El decano Martín versará sobre la época dorada de la navegación catalana sin obviar la crítica hacia un sector que no supo adaptarse a los tiempos y que, con la revolución industrial, perdió el liderazgo marítimo en favor de ingleses y norteamericanos que fabricaron embarcaciones de hierro impulsadas por máquinas de vapor. “En Catalunya nunca se fabricó ningún barco de vapor”, resume.
Los armadores de las embarcaciones que realizaban las rutas comerciales con América acabaron reconvertidos en empresarios textiles, lo que propició la nueva revolución en Catalunya, con la aparición de grandes fábricas, cuyos edificios aún perduran en las poblaciones costeras catalanas, en recuerdo de un pasado fértil.
En la actualidad, el sector ha cambiado tanto como las nuevas tecnologías en las que se especializan las escuelas náuticas, con una gran afluencia de estudiantes chinos. Ahora los grandes capitanes “son filipinos” como la marinería asiática, norteafricana o sudamericana. Y los barcos “muy especializados y con mucho riesgo”, como los que transportan gas o carburantes.
Una decena de naves de más de cien años surcarán la costa central catalana este fin de semana
Hijo de pescadera, sabe contar esas Barcelonas que muchos aún desconocen
a Sóller o a este pequeño pueblo desde el que puedo admirar al buitre, al injustamente despreciado buitre, que siempre ha sido mi animal totémico.
Ahora, más que pasear Barcelona, prefiero leerla en un libro escrito por alguien que la conozca bien. Por ejemplo, Lluís Permanyer, a quien hace unos días me encontré enseñándole la ciudad a Alfred Bosch, que quiere ser su alcalde. Más que pasear Barcelona prefiero, pues, leer a Permanyer o a Xavier Therós, cuyo último libro, Els diumenges a Barcelona, es el que estoy leyendo en estos momentos aragoneses. Therós, cronista, poeta y dramaturgo, he visto más como un anarquista blanco o un hombre de la mar. Therós es, pues, una buena mezcla de hombre de la mar y anarquista blanco, es decir, un anarquista que rechaza la violencia. Uno de esos anarquistas blancos fue el intelectual, activista y artista oscense Ramón Acín, fusilado por un grupo de falangistas en las tapias del cementerio de Huesca. Una réplica de su escultura más popular, Las pajaritas, ubicada en la rambla del Clot de Barcelona, fue no hace mucho víctima de pintadas amarillas. Nada es casual. Y por eso, en este pequeño pueblo, mientras paseo su noche, pienso en Therós y en Acín.