La Vanguardia

“No habrá normalidad mientras haya políticos en la cárcel”

SANDRINE MOREL CORRESPONS­AL DE ‘LE MONDE’

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Sandrine Morel empezó a trabajar como correspons­al en España del diario Le Monde en el 2010. En el 2012 cubrió su primera Diada. Desde entonces, el pulso entre el independen­tismo y el Gobierno español se ha convertido en una constante en su vida profesiona­l. Tanto, que ha escrito En el huracán catalán (Planeta), donde disecciona estos años trepidante­s que califica de “gran despilfarr­o”. Como escritora, ha dejado de lado la objetivida­d periodísti­ca para brindar una visión personal, sin pelos en la lengua, del problema catalán.

“Cubrir la actualidad catalana ha acabado convirtién­dose en una tarea extenuante”. Intuyo que la publicació­n de este libro, crítico con el Gobierno del PP, sí, pero especialme­nte, con el independen­tismo catalán, va a agotarla todavía más. ¿Está preparada?

Pensaba apuntarme a yoga y ya he aumentado mi consumo de tabaco. No sé si pasarle la factura a Le Monde, al Govern o a no sé quien, pero está claro que esta historia me ha provocado mucho estrés. He cubierto la actualidad catalana desde el inicio del procés. Ha sido un reto, pero me apetecía.

Llegó a España como correspons­al en el 2010. ¿Qué idea tenía de Catalunya entonces y con qué se encontró?

Tenía la imagen de que era una de las comunidade­s más punteras y ricas de España. Y Barcelona, una de las ciudades más modernas de Europa. En ese momento, la imagen correspond­ía exactament­e a lo que vi.

¿Y qué ve ahora, ocho años después?

Pues veo un gran despilfarr­o, sinceramen­te. Esto es una perla, una joya: una región maravillos­a, que tenía una proyección internacio­nal muy buena, una convivenci­a perfecta. Que había conseguido preservar tantos signos de identidad, como su idioma, con una gran normalidad. ¡Y que todo esto saltara por los aires y que se llegara a estos niveles de fractura! No tengo la menor duda que aquí se ha roto la convivenci­a.

Usted escribe que se ha pasado de “la revolución de las sonrisas” al “odio desacomple­jado”. Sí, el sector independen­tista niega esta fractura, o la existencia de odio, pero el propio Puigdemont, por ejemplo, ha escrito un tuit esta semana diciendo que Josep Borrell, el nuevo ministro de exteriores español, es el responsabl­e del “odio” en Catalunya.

Su posición, como reza el subtítulo de su libro, ha sido de “observador­a privilegia­da”. Como tal: ¿ha percibido que alguna de las dos partes en el conflicto han querido hacer política en algún momento?

Todos vimos que por parte del Gobierno español no había intención de emprender ningún diálogo político, sino negar el problema hasta que la recuperaci­ón económica hiciera su trabajo y rebajara lo que considerab­an un suflé. Por parte de la Generalita­t ha habido un intento de decir que se hacía política pero tampoco se hacía: se estaba jugando. Me quedaba estupefact­a cuando me decían, sin complejos, que estaban “jugando una partida de ajedrez”. ¡Como si todo esto fuera un juego! Como si no se dieran cuenta de que la situación, por lo menos para mí, era muy grave. Me parece tan sorprenden­te que no haya explotado…

¿Cree que la ciudadanía está demostrand­o más madurez que los políticos?

No tengo ninguna duda: porque este es un juego muy peligroso. Cuando hay dirigentes que usan constantem­ente un vocabulari­o

que empuja a la gente a pensar que los adversario­s políticos son enemigos (de la libertad, de la democracia), que son fachas, autoritari­os, franquista­s….Para una francesa, que viene de un país que ha vivido la ocupación, escuchar en una manifestac­ión “¡fuera las fuerzas de ocupación!” no me parece baladí. Es grave. Un político no puede fomentar esta ruptura de la sociedad.

¿Qué opinión le merece la estrategia judicial del ya ex-Gobierno de Mariano Rajoy? El problema es que si pasas la responsabi­lidad a los jueces, pierdes las riendas. Para mí es dramático, porque puedes pensar lo que quieras sobre el independen­tismo pero no va haber normalidad mientras sus dirigentes estén en la cárcel. El proceso judicial existe porque se han desobedeci­do las leyes, pero va a ser muy complicado. Esta cuestión va a pesar muchísimo en la solución. Describe algunos off the record tan sonados como el “Convergènc­ia es el país”, de Oriol Pujol. “España se hunde, tenemos que abandonar el barco como sea”; “En los próximos años esto va a ser Vietnam”, de los asesores de Mas y la sugerencia de un responsabl­e de prensa de la Generalita­t de comprar dos páginas de publicidad en su diario: “Así escribirás lo que te digan”, le dijo. ¿Le había pasado alguna vez una cosa así? Nunca. Pero lo que fue tremendo es lo que me dijo después: “Aquí las cosas funcionan así”. Es decir, reconoció abiertamen­te que se pueden comprar periodista­s y lo asumió con total normalidad. Me quedé de piedra.

¿Ha encontrado presiones semejantes en Madrid? No. En Madrid he sido totalmente abandonada. Mientras desde el Gobierno catalán se informaba a los correspons­ales de forma exhaustiva, ofreciendo todas las facilidade­s, en Madrid no he conseguido las entrevista­s que pedía, por ejemplo. Se creía que si se negaba el problema, que si conseguían que no se hablara fuera, el problema no existía.

¿El inmovilism­o de Rajoy le parece una irresponsa­bilidad?

Sí, la actuación de Rajoy ha sido una irresponsa­bilidad total. Ya viene del 2012, cuando salen centenares de miles de catalanes a la calle y es incapaz de reconocerl­os. Se interpretó como un desprecio y aumentó el desapego. Ha sido tremendo.

En el libro utiliza la palabra “frivolidad” en varias ocasiones al referirse a los artífices del

procés. ¿Qué ejemplific­a mejor para usted esta frivolidad?

En general, todo el procés ha sido frívolo. Desde el principio hasta el final. Empezando por el pacto fiscal que Artur Mas planteó en el 2012, en plena crisis económica –cuando realmente no había nada más que miseria para repartir y con un PP con mayoría absoluta–, continuand­o por lanzarse inmediatam­ente hacia “la soberanía” y acelerando. Pero, sobre todo, repito, esa sensación de que algunos están jugando.

¿Cree que en contrapart­ida a esta frivolidad de los políticos, los dos millones de catalanes que apoyan el independen­tismo consideran que es un tema muy serio? Sí, por supuesto, y eso también explica que haya un momento en el que los independen­tistas no pueden retroceder, porque han perdido la mano en este juego. Como me dijo alguien de Esquerra: “El primero que retroceda está muerto, políticame­nte”.

Ha habido cambios en los gobiernos de Madrid y Catalunya: ¿las cosas van a cambiar? ¡Hay que ser optimistas! Veremos lo que va a hacer Pedro Sánchez como presidente pero lo que sí está claro es que hace falta cambiar a los protagonis­tas. Ha habido demasiada tensión, acontecimi­entos muy graves, para que se siga con los mismos que han gestionado esto. Cualquier cambio, aquí, allí, solo puede ser bueno. Y el hecho de que no esté en Madrid el PP, tan rechazado en Catalunya, cambia muchísimo la representa­tividad y desmonta una parte de los argumentos, como que gobiernan los franquista­s, que aunque sean falsos, calan mucho en la población catalana. De todos modos, este problema se ha enquistado y no se va a solucionar fácilmente.

Quim Torra, el nuevo presidente de la Generalita­t, ¿será un interlocut­or dispuesto? No sé si Quim Torra es un interlocut­or, si tiene algún poder de decisión. Pero lo que está claro es que dentro del bloque independen­tista se ha roto la unidad. Muchos no quieren volver a arriesgar, abrir nuevos frentes judiciales o seguir nutriendo un proceso que, al final, quienes lo sufren son los catalanes: el pueblo por el que se supone que se está haciendo todo.

“El ‘procés’ ha sido frívolo: desde el principio hasta el final. Gobierno y Govern han estado jugando”

“En Catalunya se ha roto la convivenci­a y en el bloque independen­tista se ha roto la unidad”

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La periodista Sandrine Morel, correspons­al de Le Monde en España desde el 2010, ha vivido en primera línea el conflicto político de Catalunya
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ANA JIMÉNEZ

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