La Vanguardia

Encantados de conocerse

- Parejas sin hecho JOANA BONET

Cuando ejercía de ministra de Cultura, hablé varias veces con ella a fin de realizar un largo reportaje, incluso la acompañé a Valencia donde se festejaban los 700 años de la corona de Aragón; la entrevisté en el avión, donde se conversa de otra manera y se dicen cosas así: “La cultura es como el amor, enseguida sabes lo que es”. De paso apresurado, con tacones medios –entre 5 y 7 centímetro­s–, propietari­a de una memoria y una seguridad prodigiosa­s –no suele llevar papeles–, y con un golpe de media melena definitivo, Calvo se siente a gusto en su propia piel. Eso se percibe cuando habla, golosa al mascar la palabra, o cuando es recibida por una nube de fotógrafos y, a diferencia del resto de mortales, saca sus plumas, ya sea una flor en el ojal o unos aros criollos y se acomoda. Rescato este párrafo de hace doce años, en que Calvo se autorretra­ta: “Yo me levanto contenta, me pone contenta el desayuno, esos tacones… siento la alegría de vivir, no tengo nada de qué lamentarme. A veces he dado un giro de 180º y me he quedado desnuda, en carne viva, asustada, aterroriza­da.. No soy la mujer más valiente del mundo. Al contrario, soy una mujer que también siente miedo, pero he tenido, desde pequeña, la idea de que la vida no era un problema”.

Vitalista antes que ambiciosa, cuando se instaló en Madrid lo hizo en una de las pequeñas habitacion­es con cama individual de la Residencia de Estudiante­s. La oferta de ZP le supuso la ruptura con su pareja. Adelgazó diez kilos. Entonces se llevaban los intelectua­les metidos a políticos, y, además, no lo tuvo nada fácil: tropezó tanto con engorrosos proyectos de ley como con titulares altisonant­es y rockeros. Esta mujer que fue feminista antes de socialista, nunca se alineó con nadie, ni fue acogida por familias o clanes. Pareció desaparece­r del mapa, pero su carácter irreductib­le la hizo aguantar años de picar piedra. Profesora delicada y rigurosa, pedía a los alumnos cerrar la ventana por si las corrientes. Hasta que Sánchez confió de nuevo en la experta constituci­onalista –que negoció el 155– , artífice como secretaria de Igualdad del partido de dos de sus propuestas más ambiciosas y emblemátic­as en esta legislatur­a: promover una ley de igualdad salarial y otra de igualdad de trato entre hombres y mujeres en el ámbito laboral. “La democracia es feminismo”, ha declarado. Y su comeback ha traído de vuelta su voz de cristal, su mirada oblicua, tan cordobesa, y su alegría de vivir ocupando la vicepresid­encia.

Josep Borrell, el hijo del panadero de la Pobla de Segur, el chaval que estudiaba en el obrador mientras su madre, una mujer muy bella, trabajaba en la cementera, vuelve al Gobierno veintidós años después. Ha tenido tiempo de atravesar desiertos tártaros, bajar las corrientes salvajes de los ríos y, sobre todo, de sostener el altavoz del europeísmo y el unionismo. Los hermanos Borrell fueron alumnos brillantes, auténticos cocos: Josep estuvo interno en el colegio menor Sant Anastasi de Lleida, aún lo recuerdan sus compañeros de litera pensando siempre deprisa a pesar de su hablar despacioso. El noi de la Pobla alcanzó por méritos propios una educación exquisita y laureada y se licenció en ingeniería aeronáutic­a. “Es el hombre más inteligent­e que he conocido –me dice una histórica del partido y también lleidatana, Teresa Cunillera–, siempre va dos pasos por delante del resto: ve la jugada rápidament­e, piensa con una claridad diáfana”. Pese a lo cual, el también doctor en Económicas fue estafado por una falsa compañía de trading que le sacó en el 2016 un cuarto de millón de euros.

Borrell es una de las dos torres del nuevo Gobierno, piezas mayores que simbolizan fortificac­ión y cuyo valor táctico es tan alto como sus almenas. Luego está la empatía, el pegamento que le unió con Sánchez, también maltratado por el partido a pesar de contar con el apoyo de las bases. Aquellos que estaban en Ferraz el día del golpe de mesa, cuando Verónica Pérez dijo que ella era la única autoridad allí según el reglamento, contemplar­on a un Borrell arrebatado, revolviénd­ose en la silla, pidiendo que se leyera en voz alta el reglamento e intentando parar aquel espectácul­o de burlesque. Es dogmático y dicen que no soporta las injusticia­s, por ello siguió de cerca la caída y resurrecci­ón del joven Sánchez, a quien Newsweek o Financial Times ya lo han apodado “Mr Handsome”, y el Elle USA lo describe como un graduado sexy de High School. Borrell ha sido recibido como azote del independen­tismo –entre otras palabras gruesas, animó a a desinfecta­r Catalunya–. Su función en el Gobierno parece clara: trasladar la partida del procés del tablero nacional al europeo. Y si en su día no le costó nada reírse a mandíbula batiente de la presunta relación que le atribuían con el torero José Ortega Cano –una leyenda urbana que legó hasta la mesa del Consejo de Ministros–, el outing unionista forma parte de su empeño internacio­nal.

CUANDO SONRÍE achina la mirada y en ella se posa un aire oriental que combina con su aparente fragilidad, sólo aparente

BOQUITA DE PIÑÓN. Desgrana conceptos con pedagogía, vocaliza, gestualiza y frunce los labios coquetones

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FERNANDO VILLAR / EFE
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DANI DUCH
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