La justicia no hace distinciones
LA sentencia del caso Nóos ha coincidido en el tiempo con la publicación de un libro sobre el fiscal Pedro Horrach que podríamos calificar de biografía autorizada. Horrach es un tipo valiente al que no le tembló el pulso para meter en la cárcel a dos presidentes, el del gobierno balear y la del Consell de Mallorca, y consiguió las mayores penas por corrupción del país. El valor no sólo se le supone, sino que lo tiene demostrado. Su papel fue determinante en la sentencia contra quien fue el yerno del rey, pero tuvo que defenderse de que formara parte de una conspiración para salvar a Cristina de Borbón. Horrach explica en su biografía que, al acabar el proceso, lo único que preocupaba era qué iba a pasar con la infanta en la sentencia. Ana Martínez Aguirre, autora de la obra, escribe: “La gran pregunta era si la infanta iba a ser condenada o no y el resto daba exactamente igual. No importaba qué iba a ocurrir con Iñaki Urdangarin, Torres y los demás acusados. Horrach había dedicado muchas horas de esfuerzo y trabajo constante a la investigación, pero sentía que había quedado descafeinada y que no se le daba ninguna importancia”.
La sentencia del Tribunal Supremo rebajó ayer las penas dictadas por la Audiencia de Palma, tanto a Urdangarin como a su socio Diego Torres, a algo menos de seis años. Al primero se le condena por los delitos de malversación, prevaricación, fraude a la administración, dos delitos fiscales y tráfico de influencias. La pena dictada a Urdangarin no significa su encarcelamiento inmediato, pero tendrá muy difícil eludir la prisión. Se cierra así un caso de gran impacto mediático, con un juicio que se siguió en directo a través de cuatro cámaras, como una versión de Gran Hermano, pero que demuestra que la justicia es igual para todos y que existe la separación de poderes. Otra cosa es el exceso de exposición al que se someten determinados casos, que la gente acaba juzgando antes que los tribunales.