La Vanguardia

Domingo de fútbol

- Joaquín Luna

Siempre atento al detalle mordaz, Joaquín Luna no desperdici­ó su asistencia el pasado domingo al encuentro Sant Andreu-Castellón, donde, además del seguir el partido, estuvo pendiente de los insultos vertidos contra el linier: “Resulta conmovedor que un futbolista joven y acelerado –¡no todos los días se puede ascender a Segunda División B!– recuperase un insulto que, en el fondo, honra a los ancestros porque hay quien se acuerda de ellos”.

Fue la jugada del partido y un retorno al pasado. Aquí, se insultaba y mucho y no está de más recordar que este país fue un día la primera potencia mundial del insulto en la vía pública. –Linier, ¡me cago en tus muertos! ¡Qué alegría volver a la infancia y observar que las costumbres no se pierden! Cagarse en los muertos, por ejemplo, era una variante muy andaluza del insulto que más bien desconcert­aba en Catalunya porque no exigía —a diferencia de otros insultos— responder con una leche. Al revés: ¿cómo me voy yo a pegar con este señor si a mí no me ha faltado?

Un jugador del Sant Andreu se acercó a la banda el domingo en el accidentad­o duelo contra el CD Castellón en el Narcís Sala y con la boca pequeña –literalmen­te–, acaso porque había cámaras y hoy el más torpe lee los labios, le dedicó estas palabras al juez de línea, David Cardador Vargas, del colegio tinerfeño.

Resulta conmovedor que un futbolista joven y acelerado –¡no todos los días se puede ascender a Segunda División B!– recuperase un insulto que, en el fondo, honra a los ancestros porque hay quien se acuerda de ellos.

Ya imagino a nuestro futbolista en la cola del horno cuando le piden tanda:

–El último soy yo, para servirle a Dios y a usted.

Es una pena que se haya perdido aquella riqueza del lenguaje coloquial en la vía pública. –¡Desgraciad­o! ¡Joputa! ¡Piojoso! Por culpa del civismo, la lucha por la igualdad sexual, el activismo LGTB y el adoctrinam­iento en las aulas, se está reduciendo el léxico, de ahí la convenienc­ia de resaltar las palabras del delantero a las que, por cierto, el linier, el citado David Cardador Vargas, hizo oídos sordos porque bastante tenía con

Cagarse en los muertos era una variante andaluza de insulto que en Catalunya más bien desconcert­aba

levantar el banderín y correr por la banda donde algunos chavales le pronostica­ban una inminente fractura de las piernas (no quedó muy claro si una o las dos).

El partido fue un poco Troya. Cosas de los nervios que estaban a flor de piel, aunque, salvo el intento de los radicales del Sant Andreu –autodenomi­nados Desperdici­s– de partirles la crisma a los homólogos visitantes, todo quedó en competitiv­idad, mucho teatro y ovación entre ambas aficiones.

¿Intervinie­ron las fuerzas del orden público tras los 90 minutos? Ya lo creo. ¿No querrán que vayan al fútbol gratis en lugar de apoquinar 20 euros? Los mossos evitaron un colofón sangriento –y no es licencia– aunque tuvieron que sacar las porras.

Suerte que hoy existe el ciudadano cívico con un niño de la mano, como el que afeó a los policías a que salieran corriendo detrás de varios radicales que les acababan de lanzar una valla metálica e impedían la salida del público.

–¿No veis que hay niños? ¿Qué tipo de policía sois?

Hay idiotas e idiotas. Los mossos evitaron una tragedia y aparece el padre cívico, un plasta de cuidado.

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