La amenaza de los osos
El fin de la hibernación de los osos del Pirineo ha traído consigo un aumento del número de ataques contra otros animales respecto al 2017.
Corren malos tiempos para las ovejas, cabras, abejas y potros de los Pirineos. Esos animales e insectos están esta primavera, como nunca, en el punto de mira de los osos. Los ataques de plantígrados a colmenas y ganado se han multiplicado por dos desde que los osos salieron de las cuevas, respecto a los incidentes registrados el pasado año por estas mismas fechas. Las administraciones encargadas de confirmar esos ataques y pagar las indemnizaciones por las bajas de ganado y daños han certificado en lo que va de año, según ha podido saber La Vanguardia, más de una veintena de incidentes, el doble de los registrados en estas mismas fechas del año pasado.
La Val d’Aran ha sido la comarca más castigada por esta escalada de ataques, que están generando mucha indignación y preocupación entre los ganaderos. Pero lo que más está sorprendiendo esta primavera es el descaro de esos plantígrados a la hora de buscar sus presas.
Muchos de los ataques se han consumado a escasos metros de núcleos urbanos y hace unos días técnicos encargados del seguimiento del oso descubrieron varias pisadas de uno de esos animales en la puerta de una granja de Val d’Aran. Nunca, al menos que se tenga constancia, un oso adulto se había acercado tanto a una zona habitada. Goiat, el oso esloveno liberado hace dos años en el Pallars para acabar con el monopolio sexual de Pyros, estaría detrás de algunos de esos ataques. Pero no sería el único sospechoso, ya que más de la mitad de incidentes registrados esta primavera han sido protagonizados por otros osos, que ahora se intenta identificar.
El descaro de esos animales en sus ataques ha obligado a la Generalitat y al Conselh Generau d’Aran a desplegar el protocolo previsto en el programa de reintroducción para ahuyentar a los osos cuando se acercan demasiado a núcleos habitados. El dispositivo contempla la posibilidad de utilizar coches para asustar a esos plantígrados en el momento que se detecta su presencia cerca de los pueblos, así como el uso de petardos o la suelta de perros para que espanten a los osos. De lo que se trata es de contagiar entre esas bestias el miedo que han perdido al acostumbrarse a buscar la comida en prados cercanos a las poblaciones, donde pasta el ganado, o, como acaba de ocurrir, en las mismas granjas. Este protocolo resulta muy fácil de aplicar en el caso de Goiat, el único que lleva un collar con un GPS que permite seguir todos sus pasos.