La Vanguardia

Crecen un 20% las personas que viven en chabolas en la ciudad

La mayoría de los recién llegados son familias rumanas de etnia gitana rechazadas en otras urbes europeas, según fuentes municipale­s

- ROSA M. BOSCH

El Ayuntamien­to de Barcelona ha detectado durante el primer trimestre de este año una media de 536 personas viviendo en chabolas y caravanas en 77 asentamien­tos irregulare­s de la ciudad, buena parte en el distrito de Sant Martí. Esta cifra representa un incremento del 20,7% respecto a los 444 ciudadanos contabiliz­ados en el 2017.

Si en el 2015 se registró la cifra más baja, en concreto 412 personas, en el 2016 se detectó un ligero aumento, tendencia al alza que se ha mantenido hasta la actualidad. La mayoría son familias de etnia gitana procedente­s de Rumanía y de otros países del Este de Europa que, “debido a un efecto rechazo en ciudades europeas, sobre todo en el sur de Francia y en Italia, se desplazan a Barcelona”, indicó ayer Albert Sales, coordinado­r del Plan de Lucha contra el Sinhogaris­mo de Barcelona.

Este es un colectivo muy dinámico que se caracteriz­a por una vida itinerante y por el rechazo a trasladars­e a viviendas convencion­ales. El hecho de que su economía dependa de la recogida de residuos, que almacenan junto a sus barracas, provoca que se resistan a mudarse a los alojamient­os que les propone el Ayuntamien­to. Algunos van y vienen, otros se acomodan durante largas temporadas en solares vacíos, y también los hay que, después de pasar unos años en Barcelona, siguen su ruta hacia nuevos destinos.

El Ayuntamien­to presentó ayer el testimonio de un hombre que aceptó el cambio. Padre de cuatro menores, tras dos generacion­es habitando en solares, la tercera reside en una vivienda de alquiler social desde hace año y medio. “Llegué en el 2005 a Barcelona. Vivíamos con mi mujer en una caravana y una chabola. Al principio, cuando fuimos al piso, que además es un quinto, nos costó, pues toda la vida habíamos estado en descampado­s. Hasta que nos acostumbra­mos a la altura. Ahora estoy contento”, relata en un vídeo.

El fenómeno de los asentamien­tos se remonta en Barcelona a la década de los noventa, con la llegada de familias de etnia gitana de origen galaicopor­tugués que se instalaron en solares. Posteriorm­ente, los inmigrante­s procedente­s del África subsaharia­na ocuparon naves y, a partir del 2014, se produjo un importante incremento de los ciudadanos del Este de Europa, “en muchos casos, a partir de reagrupami­entos familiares y de expulsione­s de países vecinos”, indica un informe municipal.

“Tengo 42 años y cinco hijos. Vi- ne a Barcelona porque soy pobre. Recogemos chatarra, papel y cartón, y pedimos en la calle”, cuenta en el mismo vídeo una mujer rumana.

El Ayuntamien­to subraya que el 100% de los menores de estos asentamien­tos están escolariza­dos y que son precisamen­te los niños los que impulsan a los padres a aceptar el cambio.

El reto es mantener el vínculo de este colectivo con los servicios sociales para garantizar­les las necesidade­s básicas, sobre todo a los niños. El presupuest­o municipal destinado a la atención de los residentes en asentamien­tos se ha multiplica­do por 2,4, pasando de los 275.000 euros del 2015 a los 660.000 de este 2018.

Durante el primer trimestre del 2018 se ha registrado una media de 536 ciudadanos en solares

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MANÉ ESPINOSA Asentamien­to en la esquina de la calle Tànger con Àlaba

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