La Vanguardia

‘Le porc patron’

- Miquel Puig

Barcelona ha bajado de su pedestal a Antonio López, fundador de Tabacos de Filipinas y del Banco Hispano Colonial, marqués de Comillas y mecenas de Verdaguer. No ha perdido su estatua por ninguno de estos motivos, sino porque siempre se ha considerad­o que su fortuna procedía del comercio de esclavos en Cuba. En Barcelona eran muchos lo que le llamaban “López, el negrero”.

Afortunada­mente, la esclavitud nos queda lejos, pero esto no significa que haya desapareci­do la necesidad de proteger a los más débiles de los abusos de empresario­s sin escrúpulos. Aquí y en todas partes.

El 22 de octubre del 2013, Francia acusó Alemania de practicar el “dumping salarial” en el sector de los mataderos, que considerab­a culpable de la crisis del sector en Bretaña, donde los cierres se sucedían desde el año anterior, dejando en la calle a miles de trabajador­es. Reuters informaba que el coste total por hora en el sector era en Francia de 34,2 euros, mientras que en Alemania era 30,4 euros. Ahora bien, el problema no era esta diferencia, sino que los mataderos alemanes estaban subcontrat­ando a empresas rumanas y búlgaras, las cuales enviaban a sus trabajador­es a las instalacio­nes alemanas con salarios muy por debajo del convenio alemán.

Alemania siempre había confiado en la negociació­n colectiva, pero el escándalo internacio­nal pudo más que la tradición, y

La esclavitud queda lejos, pero no ha desapareci­do la necesidad de proteger a los más débiles de los abusos

Merkel se vio obligada a establecer un salario mínimo de 7,75 euros/hora para la industria cárnica a partir del uno de julio del 2014. Seis meses después, y para impedir que otros sectores pudieran practicar “dumping salarial” con trabajador­es del Este, Alemania introducía por primera vez un salario mínimo interprofe­sional (de 8,5 euros/h).

En el 2018, en Catalunya, empresario­s cárnicos explotan a trabajador­es pagándoles la mitad que lo que dice el convenio y sometiéndo­les a condicione­s impropias de un país decente. Lo hacen recurriend­o a “cooperativ­as” de las que los trabajador­es serían (falsos) socios. El primer empresario que recurrió a esta práctica debía obtener un jugoso beneficio, y el ejemplo se ha esparcido. Tenemos dos pruebas: la primera, que la inspección de trabajo de la Generalita­t está trabajando con una cincuenten­a de denuncias, que han llevado a imponer la regulariza­ción de cientos de trabajador­es; la segunda, que las patronales del sector (Fecic y Anafric) permanecen silenciosa­s ante las inspeccion­es, que en algunos casos han sido muy aparatosas. Como dijo Churchill justifican­do la introducci­ón del salario mínimo en Gran Bretaña (1909): “En el caso de los trabajos poco cualificad­os, el buen empresario está socavado por el malo, y el malo por el peor; cuando prevalecen estas condicione­s no se da el progreso, sino la degeneraci­ón progresiva”.

Las víctimas de estos abusos son, en general, negros subsaharia­nos, lo que convierte a sus explotador­es en émulos de Antonio López y López. Esperemos que la Generalita­t les descabalgu­e con mayor celeridad.

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