Un vacío tremendo en Italia
Los diez programas más vistos en la historia de la televisión italiana son partidos de fútbol de la azzurra. En lo alto del podio está el Italia-Argentina del Mundial de 1990, cuando la selección se enfrentó en Nápoles a la albiceleste de Diego Armando Maradona (y perdió en los penaltis): la vieron más de 27 millones de personas. En cambio, la final del 2006 con el cabezazo de Zidane alcanzó un porcentaje de audiencia del 91%: es el récord histórico todavía sin batir. Estos números sirven para entender el vacío tremendo que dejará en las pantallas (y en el país) la ausencia del conjunto italiano en el torneo más prestigioso.
“Estoy muy, muy decepcionado con la gestión del equipo nacional. Se aceptó llegar hasta el final con un seleccionador como Ventura, que fue deslegitimado por algunos de los senadores del equipo. Estas eran señales que alguien tenía que haber comprendido. Y él no las entendió”, dijo el escritor Gabriele Romagnoli, que dirige los canales deportivos de la RAI. “Para ser honestos, Italia también tuvo la mala suerte de encontrarse durante la fase de grupos con España, un rival que fue muy superior. Tras perder con la roja el pasado mes de septiembre, todo se fue a pique.
Hay quién ha imaginado como hubiera sido el Mundial si Italia hubiese participado en Rusia. Y tampoco es que el equipo hubiera llegado muy lejos. Los analistas del banco UBS, que han elaborado un informe basado en parámetros matemáticos y financieros, le asignarían a la azzurra el 1,6% de probabilidades de ganar el torneo, menos que México (1,8%). “Incluso si Italia lograra terminar la ronda inicial en segundo lugar detrás de Alemania, probablemente le esperaría el conjunto de Brasil en el primer enfrentamiento directo de los 16º. Y eso, nos tememos, sería el final del camino para los italianos. Confiemos ver a Italia dentro de cuatro años. El torneo no parece ser el mismo sin ellos”.
Desde luego que no. El Mundial ruso se quedará sin la épica italiana, los partidos agónicos, el catenaccio y la racanería, una propuesta tan distinta a la del tiqui-taca pero que ya parece agotada. La pelota pasa ahora al nuevo seleccionador, Roberto Mancini. ¿Cambiará el estilo de juego? Lo primero que dijo el día de su presentación fue: “No tengo la varita mágica”. Pero precisamente eso se necesitaría: que se creara, ya no un
jogo bonito, sino por lo menos un poco de magia. Como aquella que nos encandilaba a los millones de italianos delante de la pantalla de la tele.