Hablar a la ligera
NADIE tiene que justificarse por lo que piensa, ni nadie tiene que ser señalado por lo que cree. El mundo de las redes es a menudo el imperio del resentimiento, así que el personal dispara contra lo que no le gusta, contra lo que no entiende, contra lo que no sabe. La gente sensata se acerca a Twitter sabiendo que es un campo minado, y casi siempre acaba más avergonzada que indignada por las cosas que dicen personajes con más adrenalina que neuronas, con más animosidad que empatía. Los nuevos inquisidores no son nuevos, ni muchos. Ni siquiera saben que son inquisidores. Pero quienes hacen de la discrepancia listas de malos, y de la ideología, un manual de instrucciones deberían saber que ni son de los nuestros, ni nunca nos los sentiremos nuestros.
Un puñado de ignaros, que son aquellos individuos que primero hablan y luego piensan (cuando lo inteligente es proceder en orden contrario), criticó duramente a los hermanos Roca por ceder el Espai Mas Marroch de su propiedad a la Fundació Princesa de Girona para llevar a cabo la entrega de sus galardones a los jóvenes que han destacado por su talento. Entre los más activos detractores estaba el concejal de la CUP Lluc Salellas. Ha tenido que ser el expresident Carles Puigdemont quien se asomara a las redes sociales para defender a una familia que ha sabido con su calidad y compromiso “representar la mejor cara del país en el mundo”. Se agradece la rapidez del tuit y la contundencia de sus palabras, que consiguieron que gentes significadas advirtieran del peligro del razonamiento y de lo injusto de las críticas. Pocas personas han llevado tan alto el nombre de Catalunya en el mundo como Joan, Josep y Jordi Roca. Pero es que incluso el 1-O distribuyeron tentempiés en los colegios más próximos a su restaurante, como han hecho en otras convocatorias a las urnas. Para dar lecciones, algunos deberían saber de qué hablan. O al menos, repasar los apuntes.