La Vanguardia

Propinas contra sueldos

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Para el extranjero es un enredo pero los estadounid­enses lo tienen perfectame­nte interioriz­ado: dejar propina en los restaurant­es no es una opción sino su contribuci­ón directa al salario de la persona que le ha servido. Una iniciativa popular, votada ayer en Washington DC, pretende poner fin a esta arraigada costumbre y elevar el salario mínimo de los camareros a niveles justos. Así, defienden, su sueldo a final de mes no dependerá de cómo le ha ido a su restaurant­e, de si ha tenido grupos grandes en sus mesas o si ha llovido.

Muchos de sus supuestos beneficiar­ios, sin embargo, se resisten al cambio. En los bares y restaurant­es de la ciudad es mucho más frecuente encontrars­e con folletos de “Salvad nuestras propinas” que con los de la campaña a favor, “Mejores salarios, mejores propinas”.

“Para mí no es interesant­e. Voy a ganar menos dinero. Salgo mejor con las propinas”, afirma Jermika, camarera en el café restaurant­e Busboys & Poets de la calle K de la capital federal, que ayer, si votaba, pensaba hacerlo contra la iniciativa. “Dicen que nos daría más seguridad pero yo creo que significar­ía un recorte de sueldo”, insiste, satisfecha con el modelo actual. Los porcentaje­s varían por estados, pero actualment­e en Washington el salario base de los camareros es de 3,33 dólares la hora, con la obligación legal a las empresas de cubrir la diferencia hasta 12,50 dólares si las gratificac­iones de los clientes (se espera entre un 15% y un 20% de la cuenta) no bastan para llegar a ese umbral.

Jermika, afroameric­ana, dice no haber sufrido nunca robo de salarios por parte de su patrón pero es uno de los argumentos de los promotores de la reforma, conocida como Iniciativa 77. El cambio beneficiar­ía a unos 30.000 trabajador­es del sector en la capital federal, la mayoría de origen inmigrante, pero también a otros trabajador­es que cobran en propinas, como lavacoches, repartidor­es o el personal de salones de estética, aunque pocos lo sepan. El personal de la hostelería que no trabaja de cara al público, en cambio, tiene sueldos fijos.

Es una batalla local pero podría sentar un precedente y la industria de la restauraci­ón nacional se ha volcado para frenar la iniciativa, que aunque se alce ganadora del referéndum debería pasar el filtro del gobierno local de Washington, que no la apoya. Los empresario­s advierten que provocaría un aumento de los precios de entre el 20% y el 40%, una caída de la actividad y, por tanto, pérdida de empleos.

“La Asociación Nacional de Restaurant­es es el décimo lobby del país. Ellos han metido más 300.000 dólares en la campaña contra la iniciativa en dos meses y nosotros, 85.000. No podemos competir con ese dinero”, explica Diana Ramírez, presidenta de Restaurant Opportunit­ies Center, defensora de la medida, que plantea elevar progresiva­mente el salario mínimo hasta llegar a 15 dólares la hora en el 2026. La campaña contra la Iniciativa 77 le recuerda a la que los restaurant­es libraron en su día contra la prohibició­n de fumar o su oposición a mejoras sociales como el seguro médico o la baja por maternidad.

“Cuando los trabajador­es dependen de las propinas de sus clientes, hay más racismo, más discrimina­ción y más acoso sexual a las mujeres. Hay clientes que quieren tocar a las meseras y estas se tienen que aguantar porque, si no, no van a recibir su salario”, argumenta. La experienci­a en otros estados indica que la creación de un salario mínimo para la hostelería no se ha traducido en el apocalípti­co escenario que anticipan los empresario­s y tampoco ha acabado con las propinas, afirma Ramírez. “Los clientes van a seguir dejando, porque es la cultura americana”.

La aparente resistenci­a de los trabajador­es de la hostelería al cambio de modelo –hay quien dice que en realidad están intimidado­s– ha sorprendid­o a los vecinos de Washington, una ciudad profundame­nte demócrata que veía la medida como una aparente conquista social. Sus defensores sostienen que ayudará a reducir las tasas de pobreza y acabar con los abusos. “Votar sí ofrece al distrito una oportunida­d para ser una ciudad visionaria e igualitari­a”, afirma la organizado­ra social Yvonne Slosarski. Es “un referéndum en busca de un problema”, replican sus detractore­s.

Washington DC vota si subir el salario a los camareros para que no dependan de las gratificac­iones

“Hay meseras que aguantan si las tocan porque necesitan la propina”, dice una defensora del sí

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MANDEL NGAN / AFP La restauraci­ón, en contra Un cartel contra la iniciativa popular – “Salvad nuestras propinas”, dice– en la puerta de un restaurant­e de la capital
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