La Vanguardia

‘Aquí pasou o que pasou’

- Enric Juliana

“Aquí pasou o que pasou”, dijo el diputado Manuel Iglesias

Corral, y la frase quedó inscrita en la historia del Parlamento de Galicia. ¿Qué es lo que realmente pasó cuando el 18 de noviembre de 1986 en Santiago se dijo que pasó lo que pasó? Al primer presidente de la Xunta de Galicia, Xerardo

Fernández Albor, se le estaba hundiendo el gobierno como consecuenc­ia de la deserción de su vicepresid­ente, Xosé

Luis Barreiro, entonces tentado por la idea de reproducir en su tierra la fórmula mágica de Convergènc­ia i Unió.

El veterano Iglesias Corral tenía un verbo antiguo y un expediente incombusti­ble. Autonomist­a republican­o, seguidor de Santiago Casares Quiroga, llegó a ocupar importante­s cargos en el régimen de 1931 –alcalde de A Coruña, diputado, redactor del Estatuto de Autonomía de Galicia, fiscal general de la República, fiscal del Tribunal Supremo y fiscal del Tribunal de Garantías Constituci­onales–, que no le llevaron ni al exilio, ni a la cárcel ni al paredón. Sólo le multaron. Tenía buenas amistades y pudo ganarse la vida durante el franquismo como abogado de diversas empresas y corporacio­nes, entre ellas, la Asociación Española de Balleneros. Fue senador en 1977 por una coalición de centroizqu­ierda apoyada por el PSOE, se afilió después a UCD y el día que pasó lo que pasó ya estaba en Alianza Popular. Su célebre frase figura en los anales de la ironía gallega. Cada vez que en Galicia ocurre algún acontecimi­ento político sorprenden­te o inesperado, alguien sonríe y dice: “Aquí pasou o que pasou”.

¿Qué le pasó a Alberto Núñez Feijóo cuando decidió que no quería que le pasase lo que todo el mundo suponía que le iba a pasar? El actual presidente de la Xunta de Galicia, un hombre apasionado por la política española y por la gestión de los aparatos del Estado, había preparado meticulosa­mente el perfil de nuevo líder del Partido Popular. Un gallego iba a sustituir a otro gallego. Podía ser más de derechas que Rajoy, o acaso más centrista, según cual fuese la convenienc­ia. Podía llegar a ser más duro que Rajoy, pero ha demostrado ser muchísimo menos resistente. La distancia entre ambos en este aspecto es sideral. Su acentuada tristeza a la hora de anunciar que renunciaba a la candidatur­a para liderar el Partido Popular ha desconcert­ado a mucha gente. Estaba al borde del sollozo.

¿Qué pasó cuando frenó lo que frenó? El miedo a una larga travesía del desierto, quizá. Pocas ganas de medirse en las urnas con otros candidatos, cuando hace unos meses deseaba ser aclamado como salvador del PP. Hay un dato al que conviene prestar atención. La semana pasada, Núñez Feijóo pidió que no se linchase al ministro Màxim

Huerta, expresando su “respeto” por la explicacio­nes dadas por el efímero ministro de Cultura tras conocerse que años antes había sido condenado

El álbum de fotos de Núñez Feijóo ya no pasaba el listón; un listón más alto desde hace veinte días

por impago fiscal. El líder gallego, duro entre los duros, expresaba así un instintivo temor al enjambre digital. Sabía lo que le esperaba en Madrid: una reedición masiva de esas insólitas fotografía­s en las que aparece junto con el narcotrafi­cante Marcial Dorado a bordo de un yate. ¿Después del impeachmen­t de Mariano Rajoy por la sentencia del caso Gürtel, se puede aspirar a la presidenci­a del gobierno de España con semejante álbum de fotos? En un país en el que un ministro socialista ha dimitido de manera fulminante por una condena de Hacienda ya saldada, el listón se ha puesto muy alto. Algo ha cambiado en España estos últimos veinte días.

El marco es otro. Es más exigente y severo. Núñez Feijóo, muy acolchado en Galicia, se ha dado cuenta a medida que pasaba lo que pasaba.

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XOÁN REY. / EFE Feijóo, ayer, en su escaño del Parlamengo gallego
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