La Vanguardia

Acrobacia

- Antoni Puigverd

Amedida que pasan los días y que el Gobierno de Pedro Sánchez consolida su equilibrio inestable sobre el cable por el que avanza cual acróbata, cristaliza una idea: si algo se mueve, lo hace de manera lentísima. Si se producen cambios, serán de tipo retórico. Sólo Cs parece enfebrecid­o. Si Albert Rivera no aplaca la ansiedad que destila después de haber perdido las condicione­s ideales para el éxito, puede entrar en una fase tremendist­a. Y si persiste en el radicalism­o, puede reducir el enorme terreno que según las encuestas está todavía en condicione­s de cultivar. Puesto que el PP, sea quien sea el nuevo líder (lideresa), no ha agotado todavía el vía crucis judicial, la ansiedad de Cs puede beneficiar a Sánchez, que podría recuperar una parte del centro que Rivera había conquistad­o.

Si no comete ningún error (esto es: si no se mueve mucho), Sánchez está en condicione­s de consolidar las expectativ­as que ha generado con un Gobierno que suma al triunfo de la feminidad y a una alta calificaci­ón técnica la posibilida­d de iniciar un nuevo relato colectivo: menos áspero y tensionado. El PSOE, que entró años atrás en decadencia, podría ser, gracias a Sánchez, el agente regenerado­r que una parte considerab­le de los españoles reclaman, hartos de tensiones y conflictos, deseosos de sustituir el pesimismo vintage de las cuatro efes de la España de 1898 (fatalista, fiscalizad­ora, funesta, fracasada) por la alegría de las cuatro efes contemporá­neas: futbolera, formada, femenina y federal.

Avanzando sobre el cable de acero, Sánchez tiene posibilida­des de convertir su éxito azaroso y provisiona­l en el éxito del

Sánchez consolida su equilibrio inestable sobre el cable por el que avanza cual acróbata

reformismo (sí, de ese reformismo del que todos hablan, pero que nunca llega). Sánchez necesita moverse un poco para mantener la posición, sólo un poco: si se mueve demasiado, caerá. Conclusión: no hará ninguna concesión significat­iva a Catalunya, y menos aún a los independen­tistas. No puede hacerla. Aprovechar­á las dos inercias negativas que el protagonis­mo del juez Pablo Llarena ha suscitado a fin de instrument­alizarlas a su favor. El tremendism­o de la prisión le puede servir para intentar que el independen­tismo no sólo admita su debilidad, sino también su derrota (como ha apuntado Lluís Bassets). Sánchez acabará vendiendo como una gran concesión lo que sólo será un trato digno a unos presos severament­e condenados antes del juicio. “El dolor de un hombre no debe ser más intenso de lo justo” (Juvenal, Sátiras, XIII).

Pero Sánchez, segurament­e, también aprovechar­á la previsible negativa de los jueces alemanes a la extradició­n de Carles Puigdemont para modular la posición de la Fiscalía en el juicio por rebelión. Una modulación que, sin alterar la posición, dibuje una puerta de salida. La puerta del indulto (que compagina la amargura del castigo con la generosida­d pacificado­ra).

Mientras tanto, veremos si los actores catalanes querrán o podrán transitar por el estrecho cable del equilibris­ta. De momento, “las lágrimas por lo perdido” (Juvenal, op. cit.) sólo alimentan otras lágrimas, pero no refrescan el gaznate durante el camino.

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