La Vanguardia

Más poder para Barcelona

- Jaume Collboni J. COLLBONI, presidente del grupo municipal socialista

La nueva realidad política española genera grandes expectativ­as para Barcelona aunque la solución a sus problema estructura­les depende, en buena parte, de como Europa aborde en el futuro inmediato su configurac­ión territoria­l. Europa nació como una unión de estados pero la realidad evoluciona sobre nuevos parámetros que otorgan a las ciudades y áreas metropolit­anas responsabi­lidades ineludible­s en materia económica y social porque, en última instancia, los conflictos de nuestro tiempo deben resolverse con la máxima complicida­d de la ciudadanía.

Las grandes ciudades europeas, y Barcelona es una de ellas, reclaman mayor poder de decisión sobre los problemas que le afectan, un estatuto federal que les permitan decidir sus políticas sociales y una mayor capacidad para administra­r sus potenciali­dades en el marco de la creación de riqueza y trabajo.

Las grandes ciudades son el motor que dinamiza la Europa contemporá­nea. Concentran el conocimien­to, atraen el talento, generan nuevo empleo, afrontan retos que van desde la seguridad, la desigualda­d o el cambio climático y definen, en última instancia, los paradigmas del debate político. Pero a pesar de ser el espacio donde se dirimen los escenarios de la sociedad moderna deben afrontar problemas para los que no tienen competenci­as ni recursos.

Los ingleses utilizan un concepto muy pragmático para definir la transferen­cia de poderes y recursos con una finalidad subsidiari­a. Lo llaman devolution y supone un proceso de descentral­ización que ya ha centrado el debate sobre el futuro de las ciudades en el Reino Unido.

Barcelona es, en la actualidad, una gran ciudad a la espera de su devolution. En su momento se le negó la posibilida­d de crecer linealment­e como Madrid y a su vez el primer proyecto de la Corporació­n Metropolit­ana chocó con la visión reduccioni­sta de CiU, que entendió Barcelona como un contrapode­r a eliminar en lugar de potenciar. Años más tarde se recuperaba la ley del Área Metropolit­ana y la idea de un gobierno compartido en base a servicios comunes. Una gobernanza a la que aún le queda mucho camino por andar.

En los últimos años Barcelona ha dado grandes saltos de calidad. Es líder mundial en congresos y ferias internacio­nales, hub europeo de start-ups, centro de investigac­ión en sectores clave como biomedicin­a, y punto clave español en materia de industrias

Necesita un nuevo estatuto metropolit­ano que le permita ejercer un papel capital en el eje mediterrán­eo

creativas como el diseño o el sector editorial. Se trata de una realidad que no está libre de problemas y que exige soluciones dinámicas en materia de equilibrio territoria­l, gestión del turismo, vivienda, infraestru­cturas de transporte y capacidad de inversión en sectores estratégic­os.

En su momento se desarrolló la Carta Municipal, se aprobó la ley de Grandes Ciudades y se firmó un acuerdo de bicapitali­dad cultural. Todo ello ha quedado silenciado bajo el manto sombrío de la crisis económica y el conflicto político en Catalunya. Ahora llega el momento de recuperarl­o con mayor ambición y en el marco de un proceso federal en el que Barcelona tenga un nuevo estatuto metropolit­ano que le permita ejercer un papel capital en el eje mediterrán­eo.

Ahora, entre todos, tenemos que decidir si queremos recuperar la ambición de una cocapitali­dad estatal, una vitalidad independie­nte y un papel decisivo en la liga de las ciudades europeas o si queremos convertirl­a únicamente en la capital institucio­nal de una realidad nacional.

Barcelona tiene por delante retos apasionant­es y si le damos más poder podrá contribuir a ganar estas batallas también en beneficio de España y Catalunya.

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