Ensoñación
OBC + Sónar
Dirección, marimba: Brad Lubman Lugar y fecha: L’Auditori (14/VI)
Las inauguraciones del Sónar con la OBC solían ser citas de llenar la sala, pero en esta interesante ocasión se estaba lejos de ello. La propuesta, una obra del californiano Terry Riley (1935), InC (1964), que comienza sobre un acorde de do mayor y está pensada para un grupo de entre 35-40 instrumentistas que transitan con supuesta libertad por 53 pequeñas unidades melódicas, bajo un pulso unívoco que es señalado por la percusión. Cada tema es repetido varias veces y la libertad del instrumentista genera un decalage, un desplazamiento perceptible al comienzo, que pronto se traduce en un magma del que sobresalen entidades tímbricas, sonidos de marimba, saxos..., y el conglomerado algo amorfo; no se puede llamar contrapunto y si lo hay es casual.
La OBC (muy renovada) estaba dirigida desde la marimba por Brad Lubman. Como en un museo, es importante conocer estas obras del arte de los sesenta perteneciente a una sociedad que ya es historia, connotada en lo individual, que intentaba resolver conflictos íntimos a través de lo hippy o el LSD. Y a esa ensoñación apunta este a veces interminable ejercicio de repetición –fue casi una hora– que por momentos mostraba dinámicas –al final eran de manual– y en un contexto sonoro –como un bosque– que ahora, pieza de museo ya, invitaba a la reflexión. En el capítulo de la ensoñación era como ver varios trenes en sus respectivas vías que alteraban levemente sus velocidades para mirar desde la ventana el mismo paisaje, aquí traducido en sonidos. En el de la reflexión, se habla de libertad, aunque es una muestra más de totalitarismo, de muévete pero no mucho, sueña que te mueves y repite cien veces “no debo repetir”, como lo muestra la inexistencia de desarrollo, o de improvisación. Mediada ya la pieza, una atractiva secuencia de tres notas ascendentes lleva a un guiño wagneriano (de muy lenta resolución) y hacia el final domina un motivo descendente que va llamando al silencio. Una interesante muestra de aquella sociedad que celebraba el comunismo en que no existía la libertad, y que en el capitalismo entreveía la libertad en una huida hacia el interior ensimismante. En medio, las guerras y los movimientos “revolucionarios”.