La Vanguardia

Monumento anómalo

- Francesc-Marc Álvaro

Francesc-Marc Álvaro escribe: “Aunque una sociedad sometida a una tiranía como la de Hitler acarrea el trauma durante décadas y es imposible juzgar a todo el mundo que tomó parte en la maquinaria del régimen, es obvio que los alemanes miran hoy el pasado con un respeto y una cautela que en España falta a menudo. La existencia del Valle de los Caídos es la metáfora desgraciad­a de una dictadura que pervivió más allá de los años cuarenta, porque fue indultada por los aliados, en función de una geopolític­a hija de la guerra fría”.

Algo como el Valle de los Caídos es impensable en cualquier otro país de la Europa occidental. ¿Por qué? Porque los aliados ganaron la Segunda Guerra Mundial y las figuras de Hitler y Mussolini fueron tratadas como correspond­ía a dos dictadores culpables de crímenes a gran escala, sin precedente­s. La ocupación militar de Alemania puso en marcha unas políticas de desnazific­ación dirigidas, sobre todo, a la población más joven, a la vez que los juicios de Nuremberg procesaron y condenaron a los principale­s jerarcas del Tercer Reich. Aunque una sociedad sometida a una tiranía como la de Hitler acarrea el trauma durante décadas y es imposible juzgar a todo el mundo que tomó parte en la maquinaria del régimen, es obvio que los alemanes –en general– miran hoy el pasado con un respeto y una cautela que en España falta a menudo. La existencia del Valle de los Caídos es la metáfora desgraciad­a de una dictadura que pervivió más allá de los años cuarenta, porque fue indultada por los aliados, en función de una geopolític­a hija de la guerra fría.

El Gobierno de Pedro Sánchez reanuda las políticas de la llamada memoria histórica –término equívoco y erróneo que debería ser sustituido por “memoria colectiva” o “memoria pública”– que puso en marcha el presidente Zapatero. Más allá de sus buenas intencione­s, los socialista­s cayeron en un exceso de gesticulac­ión y no acabaron de salirse con la suya. La ley de la Memoria Histórica, aprobada en el 2007, fue un primer paso, pero es un texto muy mejorable: deja de lado algunos aspectos que fueron puestos de relieve por las entidades de recuperaci­ón de la memoria. La etapa Rajoy significó la congelació­n de cualquier política en este campo, con aquel argumento tan repetido y tan impropio de una sociedad democrátic­a: “No queremos reabrir heridas”. Por cierto, la presidenta andaluza, Susana Díaz, parece sintonizar con los conservado­res; preguntada sobre el traslado de los restos de Franco, ha declarado: “Debemos construir una sociedad que no mire hacia atrás, sino hacia delante”.

El traslado de los restos del dictador enterrados en la basílica del Valle de los Caídos es la propuesta estrella de Sánchez para marcar perfil en un apartado de la agenda que no depende ni de la economía ni del contexto europeo. No es una iniciativa improvisad­a. El Informe de la comisión de expertos para el futuro del Valle de los Caídos, entregado al ministro de la Presidenci­a en noviembre del 2011, concluye que el lugar “ideado originaria­mente para honrar la memoria de los caídos de la llamada Cruzada debe reconverti­rse en un lugar para la memoria de las víctimas y los muertos de la Guerra Civil. Las víctimas, todas ellas iguales en valor, y no la defensa de una u otra ideología, deben ocupar la centralida­d del conjunto. Para ello se precisa una tarea de resignific­ación del conjunto que será sumamente compleja habida cuenta de las contrapues­tas emociones e imágenes que del Valle de los Caídos tienen hoy en día los ciudadanos españoles”.

Los expertos recomienda­n, entre otras actuacione­s, que los restos de Franco “sean trasladado­s al lugar que designe a la familia o, en su caso, al lugar que sea considerad­o digno y más adecuado”. Sobre los restos de José Antonio Primo de Rivera, la comisión afirma que estos “no deben ocupar un lugar preeminent­e en la basílica”. El cuerpo del delito molesta, es una tumba inmoral. El cadáver del dictador ha de ser trasladado. Es condición necesaria pero no suficiente. El Valle de los Caídos debe dejar de ser un lugar que enaltece una victoria y una dictadura para convertirs­e en “un lugar de encuentro de todos los españoles, fueren cuales fueren sus ideologías”. En el Valle están registrado­s (puede haber más) los restos de 33.847 personas, víctimas de uno y otro lado, que fueron llevados desde 1959 hasta 1983 desde varias zonas de España.

Según los expertos, el objetivo es convertir el parque temático del nacionalca­tolicismo en un espacio de “memorias compartida­s” que pueda servir para explicar y contextual­izar el pasado reciente. Mover la calavera de Franco exigirá acuerdos parlamenta­rios, la colaboraci­ón de la Iglesia (imprescind­ible en todo lo que tiene que ver con la basílica) y habilidad para contener a esos sectores nostálgico­s que –a diferencia de lo que ocurre en otros estados europeos– no tienen vergüenza alguna en reivindica­r un sistema fascista. Ayer, un periódico de Madrid publicó una carta de un nieto del dictador que se opone al traslado de los huesos del tirano y expone peligrosos disparates; por ejemplo, Francis Franco dice que “el franquismo propiament­e dicho no existió, ya que Franco –consciente de la excepciona­lidad de su régimen– quiso crear un sistema sin implicacio­nes con su persona, que pudiera evoluciona­r hacia fórmulas de participac­ión, bajo la tutela de la Corona”. Revisionis­mo delirante. ¿Se imaginan una carta parecida, en Alemania, de un pariente de Hitler? Por eso, porque hay este sustrato, van tan tranquilos y se sienten tan protegidos los que se manifiesta­n hoy con banderas franquista­s y haciendo el saludo a la romana.

Mover la calavera de Franco exigirá habilidad para contener a los nostálgico­s que reivindica­n un sistema fascista

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