Canadá, el país de los canutos
La luz verde del Senado convierte al país en el primero del G-7 que legaliza la marihuana
Por el sur llegan “los inmigrantes ilegales que infestan Estados Unidos”, según el lenguaje “criminal” de su presidente. Y ahora, por el norte, le llegarán los humos de los canutos de marihuana fumados en total libertad.
Donald Trump está rodeado.
“Ha sido muy fácil para nuestros jóvenes conseguir marihuana y para los traficantes cosechar los beneficios. Hoy cambiamos esto. Nuestro plan para legalizar y regular la marihuana ha sido aprobado en el Senado. Promesa cumplida”, escribió en su cuenta de Twitter el primer ministro canadiense Justin Trudeau.
Por el formato del micromensaje, por el estilo de redactado y, sobre todo, por esa expresión tan trumpista de “promesa cumplida”, por todo eso puede parecer lo mismo pero es todo lo contrario.
Canadá acaba de entrar en la historia al ser el segundo país del mundo, tras Uruguay en el 2013, que legaliza el consumo recreacional del cannabis, vigente a partir de este próximo septiembre. Si bien es el segundo, la legislación canadiense supone un paso de gran calado. Es el primer país que forma parte del G-7, de los más ricos, que rompe con el tabú de la prohibición y opta por el uso público como una estrategia para acabar con las mafias y los cárteles de la droga en lugar de la represión.
Su decisión va a ser observada de cerca por otras naciones que se plantean algo similar. También estará bajo el control de los inversores, que han vertido enormes cantidades de dólares en las firmas dedicadas al incipiente comercio de la marihuana. Los porros parecen el nuevo filón, la siguiente mina de oro. La previsión es que se consolide una multimillonaria industria y una buena fuente de ingresos para los estados.
El liberal Trudeau convirtió la cuestión de la legalización de la marihuana en una de las promesas centrales de su carrera electoral en el 2015. Su argumento se fundamentó en que esta nueva normativa facilitaría poner esta sustancia fuera de las manos de los menores, y reducir la criminalidad.
La propuesta se ganó la tarde del martes el beneplácito del Senado por una amplia mayoría –52 a 29 votos–, después de que revisara el redactado recibido el lunes de la Casa de los Comunes. El plazo para la introducción de la medida se sitúa entre ocho y doce semanas para que se adapten las autoridades, así como los productores y los implicados en el comercio.
El uso médico está autorizado desde el 2001.
“Hemos sido testigos de un voto histórico en Canadá, el final de 90 años de prohibición”, subrayó el senador Tony Dean, uno de los patrocinadores de la propuesta en esa cámara.
Que se haya tomado esta decisión no significa que hayan desaparecido las preocupaciones por los efectos sociales y sanitarios de la marihuana.
Hay diversos colectivos que han mostrado su disgusto. Los políticos conservadores se han opuesto a la medida y grupos indígenas también han lanzado un grito de alarma.
“Ahora podemos empezar a abordar algunos de los daños del cannabis, podemos emprender una iniciativa proactiva en la educación pública”, recalcó Dean. “Veremos el final de la criminalización y cómo redirigir en nuestro país un mercado ilegal de 7.000 millones de dólares”, añadió.
La propuesta aprobada permite a los adultos estar en público en posesión de 30 gramos de cannabis seco, mientras que el aceite de cannabis estará disponible en los establecimientos a finales de este 2018, según las previsiones. La edad mínima de los consumidores será de 18 años. Sin embargo, la regulación permite a las provincias y territorios incrementar esa edad mínima.
“Esto es un hito”, remarcó Jody Wilson Raybould, ministra de Justicia y una de las principales impulsoras de la legislación. “Esta decisión representa una cima en la política progresista de Canadá”, insistió.
Queda claro. Trudeau no es Trump.
“Promesa cumplida”, dice el primer ministro Trudeau usando la expresión trumpista