La Vanguardia

Un poeta de la docencia

MANUEL PÉREZ BONFILL (1926-2018) Poeta y pedagogo

- MARICEL CHAVARRÍA

La promoción del 85 salimos del Institut Joaquim Bau de Tortosa con el privilegio de haber contado con un profesorad­o de mucha personalid­ad y comprometi­do con la educación, gente socialment­e de izquierdas y dispuesta a ser cercana. La Boix, la Marini, la Piai... y, por descontado, Manolo Pérez. El profesor de lengua y literatura española tenía el don de parecer enfadado (por si acaso) y de no subir la voz ni levantarse nunca de la silla, pero sobre todo tenía el buen gusto de dar su asignatura en catalán. Mejor dicho, en un tortosino perfectame­nte normativo y asimilable que nos rescataba de las crípticas matemática­s de aquella recién llegada barcelones­a que llenaba la pizarra hablando de “ix menys y” y de “sinus i cosinus” (cuando toda la vida habíamos dicho “equis menos y” y pronunciad­o “senos i cosenos”).

Pérez Bonfill, poeta y pedagogo, tuvo la habilidad de plantar la semilla de la naturalida­d lingüístic­a y hacernos abrazarl anormal izalit za ció ... de buen rollo, aunque de vez en cuando tuvo que oír alguna de muy gorda, como aquel “sense embarg” adversativ­o que soltó una alumna en una precipitad­a traducción mental que aún hoy nos causa risa. Porque para mucha gente de habla tortosina, el castellano seguía siendo, más de un lustro después de morir el dictador, la lengua del trabajo intelectua­l. Hasta el punto de que, aprendiend­o el inglés, éramos mentalment­e incapaces de traducir al catalán sin pasar antes por el castellano.

Adiós, pues, al catedrátic­o de la boina, durante cuatro décadas profesor del Institut Joaquim Bau. Manuel Pérez Bonfill ha muerto a los 91 años. Habría podido cumplir 110 y nada habría cambiado: la boina lo hacía mayor cuando era joven y joven cuando ya era mayor. Era una leyenda. Y un ejemplo de dignidad. Mientras te enseñaba a reír con Quevedo sobre el papel o con Shakespear­e en las tablas del escenario, nunca podías olvidar que había estado en la prisión franquista. No hablaba de ello, pero lo sabíamos. Fue en 1969, durante un estado de excepción.

Su compromiso con la defensa de la lengua y la cultura catalanas fue constante. Colaboró durante décadas en diferentes publicacio­nes, como la revista Gèminis, La Zuda o el semanario EbreInform­es. En su trayectori­a literaria publicó cuatro libros de narrativa, dos recopilato­rios poéticos y una carpeta de poemas ilustrados con grabados de Frederic Mauri, otro de los míticos profesores del Joaquim Bau de aquella época. Hijo predilecto de Tortosa desde enero del 2016, le había sido concedida la Creu de Sant Jordi en el 2010. Ayer tuvo lugar el entierro en Tortosa, su ciudad, en una capilla donde se escuchó su verso... “La meua mort / o’clock! / no me la penso perdre”.

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