La Vanguardia

El compromiso de los peloteros

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Convencido­s. Del partido contra Portugal pudimos sacar quizás la conclusión más importante y positiva que puede tener un equipo, que es la capacidad de superar una fase negativa. Es como si a partir del minuto 20 hubieran conseguido activar la tecla que los llevaba al modo fútbol. Y ese convencimi­ento lo aplicaron de nuevo ayer desde el primer minuto e insistiero­n en ello a pesar de que el partido se fue complicand­o por el férreo sistema defensivo que instauró Queiroz. Y fue meritorio porque a pesar de jugar convencido­s no lo hicieron a gusto. Pero hubo un compromiso futbolísti­co de los jugadores peloteros para aportar en acciones valientes la superiorid­ad que no obtenían con el juego. Isco principalm­ente, seguido de Iniesta y Silva, se atrevieron a encarar con conduccion­es con cambio de ritmo o con controles orientados girando para dirigirse al marco iraní, superando así su marca. Incluso en el gol afortunado de Costa, antes hubo un control orientado con giro dentro del área, muy meritorio ya que estaba rodeado de iraníes.

El sistema defensivo. Pero aunque la victoria es totalmente justa, el encuentro mostró fases donde el sistema defensivo de España no funcionó. Durante la primera mitad el delantero centro iraní ganó todos los balones aéreos de nuevo. Ayer este aspecto podía ser comprensib­le porque cuando un punta está totalmente solo, los centrales entienden que es mejor permanecer asentados en el terreno ya que el balón acabará en sus pies. Pero la presión no funcionó y dio la sensación de que cuando Irán quería profundiza­r lo conseguía con excesiva facilidad. Un ejemplo lo tenemos en el caño que sufrió

Isco principalm­ente, seguido de Iniesta y Silva, se atrevieron a encarar

Piqué y que acabó con un remate a bocajarro que no fue gol de milagro. El problema no estuvo en el caño sufrido por el catalán, sino en que Carvajal no redujo el espacio, quedándose en terreno de nadie y dejando un espacio al rival para maniobrar con facilidad. Volvió a dar la sensación de que España quiere sentirse segura de sus posibilida­des a través del gol y no del juego.

Compromiso. Pero esas fases negativas en defensa fueron más por no adaptarse al juego del rival que por el compromiso. Un ejemplo fue el partido de Piqué, que estando a un buen nivel, en cuanto Irán empezó a mostrar sus dientes dio un paso adelante. Empezó a ganar los balones aéreos, cosa que no había hecho antes, y transmitió a sus compañeros que el resultado estaba en sus botas. Y fue entonces cuando los peloteros volvieron a tocar el esférico y ocupar los espacios entre líneas. O el despeje de puños en el último minuto de De Gea. Una acción arriesgada donde un jugador sin autoestima hubiera preferido quedarse bajo los palos.

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Joan Golobart

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