La Vanguardia

Los persas, de armas tomar

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Los persas, ya se sabe, son un pueblo de armas tomar. Dicho de otra manera: no hay quien tosa a los persas y menos en sus barbas. Pero, amigo, enfrente estaban los tercios de Flandes, los héroes de Cavite y los herederos de la Armada –a secas, no entremos en detalles– que frenaron a las huestes iraníes y les dieron en las Termópilas.

Quien más quien menos, aprovecha el Mundial de fútbol para sacar a pasear la erudición, las lecturas menores y las películas de romanos. ¿De qué sirve aprender de pequeñito la vida y milagros de Ciro el Grande si no es –la ocasión hace al ladrón– para soltarlo el día menos pensado de tu vida? Ese día es un Mundial de fútbol.

Durante años, atesoramos conocimien­tos superficia­les, vaguedades históricas y algún que otro viaje por el mundo. La llamada “cultura general” ha quedado barrida por las consultas a Wikipedia pero resucita en el Mundial, como sucedió ayer con el España-Irán, partido propicio para sacar a relucir todos los tópicos de la historia en estado puro y mal digerida.

El Mundial tiene una dimensión friki que lo convierte en la Expo Universal de los saberes inútiles y en el último campo de batalla de los viejos nacionalis­mos de Estados e imperios. A diferencia del mundo real, donde los Estados cada vez pintan menos, el Mundial es el hip hip hurra del viejo orden, reflejado en la pasión de la peña por llevarse a la Historia a tomar una caña al bar de la esquina.

Yo disfruto mucho con esta barra libre que permite recrear topicazos y evocar

El Mundial es ideal para llevarse al bar la erudición, las lecturas menores y las pelis de romanos

el saber memorialís­tico que no llevaba a ninguna parte salvo a sentenciar que los persas son guerreros, orgullosos y herederos de una gran civilizaci­ón (algo que podría decirse de todos los participan­tes, Islandia incluida).

A falta de goles, el España-Irán fue muy ameno para los comentaris­tas de bar –bar de cañas, cervezas y pantalla gigante– porque se empieza hablando de Ciro el Grande y se acaba haciendo chistes sobre los ayatolás, el Golfo Pérsico y la gran muralla, aunque sea china.

Como colofón, la peña disfruta parodiando las frases, dichos y proverbios del fútbol: no hay enemigo pequeño (Irán), no hay partidos fáciles en el Mundial (Hierro dixit) y de Madrid al cielo (Lopetegui). Y así, partido a partido, el Mundial entra cada cuatro años en nuestras vidas. El mundo cambia, el Mundial no porque permite reír de nosotros mismos y de nuestras patrias, todas cojonudas, pomposas y repletas de héroes cuyas hazañas asombraron en su día a la humanidad.

España se llevó tres puntos sin alardes y los persas un correctivo. Y ahora a por los alauíes, dentro, claro, del marco de la tradiciona­l amistad y buena vecindad con el amigo del sur.

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