La Vanguardia

“Si Bergman te mira fijamente, aguántale la mirada”

- ENRIC FONTCUBERT­A / EFE IMA SANCHÍS

Nací en 1936 en Viena (Austria) y vivo en Estocolmo (Suecia). Estoy casada por segunda vez y tengo dos hijas y cuatro nietos. Soy productora y guionista. Empecé a trabajar en el mundo del cine a los 13 años y a los 17 con Ingmar Bergman. Soy socialista y feminista, pero no defiendo ninguna bandera. Soy atea

Alos trece años ya corría por un plató. Mi padre, guionista, me llevó al rodaje de una de sus películas. Acabé encargándo­me del perro del director y poco después sustituyen­do a la ayudante de dirección. ¡Con trece años!

“Sobre todo no pierdas el guion”, me dijeron, y me lo dejé en una estación de ferrocarri­l.

Acabó de script con Bergman.

Sí, porque nadie quería trabajar con él. “Si te mira fijamente, aguántale la mirada. Y si te escupe, escúpele”, esas fueron las instruccio­nes. Le aguanté la mirada y se puso a reír: “Todo irá bien”, me dijo, y fue bien durante treinta años.

También le dijeron que nunca aprendiera taquigrafí­a.

Cierto: “...porque acabarás de secretaria de algún tipo”. Así que no aprendí taquigrafí­a y el mundo del cine me trató bien. Sólo una vez un actor lo intentó conmigo, pero le paré los pies.

En ese sentido, Bergman tampoco tenía muy buena fama.

Nunca hizo algo que no debiera. Él se enamoraba continuame­nte, pero lo que hacía era casarse con ellas. Tuvo cinco mujeres, dos relaciones largas y nueve hijos. Le gustaban las mujeres y las respetaba, en su equipo éramos muchas.

¿Cómo era Bergman?

Ambicioso, serio y talentoso, pero humilde. Tenía prontos, pero era un hombre agradable.

Entonces, ¿por qué tenía tan mala fama? La envidia. Cuando Gritos y susurros fue financiada por el Instituto Sueco de Cinematogr­afía, sus colegas se volvieron todos locos.

¿Tenía cierta dependenci­a de usted?

Profesiona­lmente sí. Cuando vivía en Munich, me llamaba los domingos a casa para saber cómo iba la productora. ¡Y le encantaba hablar por teléfono! Cuando murió mi hija mayor, que ya había cumplido los 30, dijo: “¡Al fin libres!”.

A los suecos les costó admirarle…

No era popular. Recuerdo que cuando se estrenó Fresas salvajes un crítico famoso escribió: “Aquí tenemos el último vómito de Bergman”.

Fue una comedia la que le hizo conocido.

Escenas de un matrimonio; después de su estreno, la gente empezó a divorciars­e como locos.

El séptimo sello debió de ser un rodaje alucinante para usted, era muy jovencita.

Sí, tenía mucha presión, debía sacar adelante la película y él muchas veces me inquiría: “¿Estás segura de que la cámara tiene que colocarse ahí?”, y con un hilo de voz le contestaba: “Sííí”. Bastante tenía yo para fijarme en el argumento.

De todas sus mujeres, ¿con cuál se queda?

Sigo siendo amiga de su penúltima esposa, Liv Ullmann, y de Bibi Andersson.

¿Por qué le duraban tan poco?

Porque se enamoraba de otra; excepto la última, Ingrid Karlebo, y creo que es porque no le hacía la competenci­a. Ingrid tocaba con los pies en el suelo y se ocupaba de él. Cuando rodamos

Sonata de otoño, cada día se hacía un parón para tomar el té. “Hoy no voy a bajar al set de rodaje –me dijo–. Sobran esposas”. Allí estaban Käbi Laretei y Liv Ullmann.

¿Cuál fue la película más taquillera?

El silencio , porque los críticos norteameri­canos la calificaro­n de sexy, y nada más lejos de nuestra pretensión. Le sorprendió muchísimo.

¿Cómo le sentaba la fama?

Después de El silencio todos querían codearse con él. Bergman se compró dos billetes para que nadie se sentara a su lado. No era derrochado­r, así que me pareció conmovedor.

Escogió una isla para vivir: ¿misántropo?

La escogió porque era un lugar muy hermoso. Cada día iba con su estúpido jeep, al que la gente llamaba the red danger, a comprar el periódico, y los lugareños le protegían, nunca revelaban dónde vivía, y él era amable con ellos.

Cuénteme.

Cuando construyó su casa, le dijo al arquitecto que sólo contratara a gente de la isla, e hizo una película, Documentos de Farö, en la que entrevistó a los habitantes.

Se acabó retirando allí y murió con casi 90 años; ¿mantenían relación?

Hasta un año antes. En la semana Bergman nos vimos y él no me reconoció. Fue la peor noche de mi vida. Al día siguiente Harriet Anderson dio una charla a la que Bergman acudió y nada más entrar me señaló con el dedo y gritó: “¡Ahí está!”. Yo creo que estaba avergonzad­o. Nos dimos muchos, muchos besos.

¿Fue un hombre feliz?

Sí, tuvo una vida maravillos­a y supo protegerse del mundo de la fama. Recuerdo que en los doblajes en Nueva York se aburría y nos íbamos al cine a todas horas. En una de esas sesiones matinales vimos Interiores de Woody Allen.

Película bergmanian­a...

Le gustó, y ambos quisieron conocerse. Organicé una cena. Tuvimos que entrar a Woody Allen por la cocina del hotel para que nadie lo reconocier­a. Pero durante la cena no se dijeron ni una palabra, demasiado tímidos los dos.

No tuvo una gran relación con sus hijos.

Hicieron un documental sobre Bergman y me pidieron que contactara con sus hijos para entrevista­rlos. Yo los conocía a todos, pero ninguno me dijo que sí, no querían hablar de él.

Qué curioso.

¡Es terrible! No le gustaban los niños y a los niños no les gustaba él. Cuando dejaba a las esposas, dejaba a los hijos. Es la cara oscura de Bergman. En una entrevista en televisión dijo que no tenía ninguna mala conciencia respecto a sus hijos. Aquello me enfureció.

 ??  ??
 ?? VÍCTOR-M. AMELA
IMA SANCHÍS
LLUÍS AMIGUET ??
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain