Concurso de cuentos y belleza
El PP celebra primarias y hay algo que me desconcierta: los aspirantes a liderar el partido compiten duramente y, a la vez, hacen llamamientos constantes a la unidad, la integración, el acuerdo y la cooperación. La rivalidad entre ellas y ellos no es un asunto meramente ideológico o de estilo; es notorio que hay animadversiones personales muy profundas, hasta el punto de que algunas figuras resultan del todo incompatibles, algo que ha sido documentado gracias a fotografías recientes donde la frialdad entre Sáenz de Santamaría y Cospedal es superior a la que puede experimentarse en el polo Norte.
Las primarias son un ritual de importación. En otras culturas políticas tienen sentido, porque los aparatos son instrumentos de naturaleza más ligera que aquí y todo se basa en la credibilidad de los proyectos que cada uno impulsa. Los populares celebran primarias por vez primera, pero no lo dejan todo a la suerte de una selección directa de los militantes; el sistema es de doble vuelta y la última palabra la tienen los compromisarios en el congreso del partido, en julio. Se quiere evitar –supongo– lo que ocurrió en el PSOE, donde la candidata con más apoyos del oficialismo fue derrotada por alguien que daban por muerto. Como no estamos acostumbrados, las primarias se convierten en una oportunidad para que sucedan otras cosas. Por ejemplo, que las bases expresen su cabreo contra las maniobras más chapuceras de los poderes fácticos.
¿Es muy diferente el PP que quiere Sáenz de Santamaría del que tiene en la cabeza Cospedal? No lo sé. ¿GarcíaMargallo es más o menos conservador que Casado? Ni idea. ¿Qué representa cada uno de los siete candidatos a ocupar el puesto de Rajoy? Las ideas aquí
En las primarias del PP pesa más la capacidad de generar lealtades y frenar oponentes potenciales
tienen una función ornamental y lo que pesa más es la capacidad de generar lealtades y frenar oponentes potenciales. Sólo Aznar dio una cierta importancia a las ideas en la derecha española, pero Rajoy volvió a un tipo de liderazgo donde la exaltación de la gestión y la gobernabilidad difumina la ideología y hace que el discurso tenga siempre una tonalidad tecnocrática. Ahora que todo el mundo tiene un asesor que le fabrica un relato para triunfar, las primarias son mezcla de concurso de cuentos y de belleza.
Recuerdo cuando la izquierda auténtica en Catalunya hacía primarias con un único candidato, un teatro peculiar que era vendido como la maravilla. Era otra época y todo lo que no fuera la sucesión a dedo (Pujol, González, Aznar) hacía gracia. Después hemos visto primarias (en Barcelona) donde algún partido promovía el voto de supuestos simpatizantes que eran figurantes de cine mudo. Seamos serios. Las primarias aparecen como un ejercicio imprescindible para una reconstrucción democrática que nos evite caer en manos de populistas o tecnócratas. O de los que proponen una democracia sin partidos.