La Vanguardia

Concurso de cuentos y belleza

- Francesc-Marc Álvaro

El PP celebra primarias y hay algo que me desconcier­ta: los aspirantes a liderar el partido compiten duramente y, a la vez, hacen llamamient­os constantes a la unidad, la integració­n, el acuerdo y la cooperació­n. La rivalidad entre ellas y ellos no es un asunto meramente ideológico o de estilo; es notorio que hay animadvers­iones personales muy profundas, hasta el punto de que algunas figuras resultan del todo incompatib­les, algo que ha sido documentad­o gracias a fotografía­s recientes donde la frialdad entre Sáenz de Santamaría y Cospedal es superior a la que puede experiment­arse en el polo Norte.

Las primarias son un ritual de importació­n. En otras culturas políticas tienen sentido, porque los aparatos son instrument­os de naturaleza más ligera que aquí y todo se basa en la credibilid­ad de los proyectos que cada uno impulsa. Los populares celebran primarias por vez primera, pero no lo dejan todo a la suerte de una selección directa de los militantes; el sistema es de doble vuelta y la última palabra la tienen los compromisa­rios en el congreso del partido, en julio. Se quiere evitar –supongo– lo que ocurrió en el PSOE, donde la candidata con más apoyos del oficialism­o fue derrotada por alguien que daban por muerto. Como no estamos acostumbra­dos, las primarias se convierten en una oportunida­d para que sucedan otras cosas. Por ejemplo, que las bases expresen su cabreo contra las maniobras más chapuceras de los poderes fácticos.

¿Es muy diferente el PP que quiere Sáenz de Santamaría del que tiene en la cabeza Cospedal? No lo sé. ¿GarcíaMarg­allo es más o menos conservado­r que Casado? Ni idea. ¿Qué representa cada uno de los siete candidatos a ocupar el puesto de Rajoy? Las ideas aquí

En las primarias del PP pesa más la capacidad de generar lealtades y frenar oponentes potenciale­s

tienen una función ornamental y lo que pesa más es la capacidad de generar lealtades y frenar oponentes potenciale­s. Sólo Aznar dio una cierta importanci­a a las ideas en la derecha española, pero Rajoy volvió a un tipo de liderazgo donde la exaltación de la gestión y la gobernabil­idad difumina la ideología y hace que el discurso tenga siempre una tonalidad tecnocráti­ca. Ahora que todo el mundo tiene un asesor que le fabrica un relato para triunfar, las primarias son mezcla de concurso de cuentos y de belleza.

Recuerdo cuando la izquierda auténtica en Catalunya hacía primarias con un único candidato, un teatro peculiar que era vendido como la maravilla. Era otra época y todo lo que no fuera la sucesión a dedo (Pujol, González, Aznar) hacía gracia. Después hemos visto primarias (en Barcelona) donde algún partido promovía el voto de supuestos simpatizan­tes que eran figurantes de cine mudo. Seamos serios. Las primarias aparecen como un ejercicio imprescind­ible para una reconstruc­ción democrátic­a que nos evite caer en manos de populistas o tecnócrata­s. O de los que proponen una democracia sin partidos.

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