La Vanguardia

Educación y motivación

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Para llegar donde estoy, en la facultad de Medicina, he tenido que pasar cada uno de los trámites que el modelo educativo exige: primaria, secundaria, bachillera­to y PAU. He vivido ya cuatro leyes orgánicas educativas diferentes y no descarto otra.

Desde mi perspectiv­a, la formación académica española es un agónico convento de clausura en que se exige un uso equivocado del sistema nervioso. Hablo de lecciones magistrale­s sin interacció­n con el escolar, memorizar conceptos pero no aprenderlo­s y la muy conocida vomitona de cada examen. Esta situación me llevó a abandonar el sistema educativo varias veces en busca de motivación. Finalmente la encontré como voluntario en la Cruz Roja, donde vi que cuanto más estudiase, más podría ayudar.

Ahora, desde una universida­d pública y una carrera en la que la memoria debería pasar a otra dimensión, les confieso que nada cambia.

En mi opinión, es un error perpetuo de nuestro Gobierno, incapaz de aplicar los modelos más exitosos de su alrededor en la mejora de una enseñanza tocada pero no hundida. De la fantasía de Shanghai o la utopía finlandesa a la realidad cotidiana más frustrante hay una escala de verdes, por no usar el gris y esbozar así algo de esperanza. Pero en España legislamos sobre educación sin educadores. Eso nos condena.

NICOLÁS UMPIÉRREZ

Alella

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