La Vanguardia

El sueño del Leonardo ‘perduto’

- Artur Ramon

Dentro de un año se celebrará el quinto centenario de la muerte de Leonardo da Vinci. No hay ningún pintor antiguo que haya resistido tan bien los avatares del tiempo. Su poliédrica personalid­ad, su curiosidad ilimitada, su afán por saber y los secretos que hay detrás de sus obras han conectado con el futuro, especialme­nte con la demanda culturalis­ta actual que consume, ávido, el producto Leonardo.

La presencia del genio en el mercado del arte es rarísima. La última, el Eccehomo que subastó Christie’s en noviembre pasado después de una calculada operación publicitar­ia y aprovechan­do el tirón de lo contemporá­neo, alcanzó los 450 millones de dólares, un récord. El vídeo promociona­l con la presencia del otro Leonardo hollywodie­nse recuerda el video-clip con el que Beyoncé acaba de anunciar su nuevo álbum en el Louvre o el spot publicitar­io de Ferran Adrià comiendo en el Museu Picasso. El mundo de ayer y el de hoy se necesitan: un intercambi­o de prestigio por glamour.

¿Quién no ha soñado con encontrar el Leonardo perduto? Ayer Ernesto Solari presentó en Roma la que dice es una de las primeras obras firmadas por el maestro. Se trata de la cabeza de perfil de un arcángel Gabriel coronado con aureola realizado en cerámica vidriada y que podría ser de 1471, cuando tenía dieciocho años. Parece que lleva una firma en la mandíbula cuya autenticid­ad acredita la grafóloga Ivana Rosa Bonfantino. Una atribución no es una verdad única, no es más que una intuición, la concreción de una idea. Veo que Solari es especialis­ta en encontrar obras dormidas de Leonardo, pertenece a una tipología de profesiona­les del arte soñadores que confunden los sueños con la realidad.

En todo caso, ahora necesita que la comunidad científica internacio­nal avale su propuesta. En caso contrario ni sus tres años de obsesionad­o estudio, ni su informe de seis mil páginas ilustrado con estudios técnicos de todo tipo habrán servido de nada: la autopsia de un cuadro es un ejercicio literario, apasionant­e e incierto. Ni el profesor, ni la grafóloga estaban con Leonardo cuando el artista presuntame­nte pintó esta cabeza, la firmó con primor y luego la puso en el horno para que se cociese y durmió perdida hasta hoy. ¿Un deseo puede cristaliza­r en verdad? En un palmo cuadrado de terracota pintada se concentra otro enigma: Leonardo.

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