Lídia Font
RESTAURADORA DE PEDRALBES
Tras cinco años de trabajos, a partir de hoy se puede visitar la capilla de Sant Miquel, en el monasterio de Pedralbes. Más de 70 especialistas han participado en los trabajos, que en gran parte se han sufragado con la tasa turística.
Siglo XIV: la abadesa del monasterio de Pedralbes entra en la capilla de Sant Miquel para orar. El pequeño recinto está iluminado únicamente con velas, que ofrecen una luz especial al reflejarse en la decoración de láminas metálicas, primorosa. Año 2018: tras cinco años de minuciosos trabajos el lugar está plenamente restaurado, y los ciudadanos pueden contemplar desde hoy esta obra única en el gótico catalán, realizada con una técnica y unos materiales singulares.
La capilla es la ruta que une el gótico con el Renacimiento en Catalunya. Son cien metros cuadrados de pinturas murales y en los techos. Está ubicada en el ala más antigua del recinto y es una auténtica joya. Se han conservado los contratos firmados por la abadesa Francesca ça Portella al artista Ferrer Bassa; el primero de 1343 y su renovación en 1346. Este era uno de los artistas más renombrados de la época, y se sabe que viajó a Italia. Precisamente, los eruditos destacan las influencias italianas que se perciben en la decoración del recinto, aunque no se sabe a ciencia cierta si la obra es suya o de alguna otra persona de su taller. En la capilla se sigue la estela de Giotto con personajes expresivos y escenas tridimensionales.
Los motivos se centran en los gozos de la Virgen y en la Pasión. Hay en ellos detalles únicos, como el uso de un tono de azul novedoso en el momento, y conseguido con la base de una piedra preciosa, la azurita. Tras la restauración esto es plenamente perceptible, como también la figura de una oveja que da sombra, algo también nuevo en la técnica del gótico.
La capilla sirvió como oratorio hasta el siglo XV, cuando se transformó en archivo y más adelante también en escribanía. Del momento en que se dejó de emplear para el rezo queda un curioso grafiti entre las figuras de san Francisco y santa Clara, que dice en catalán antiguo: “Dile a Joan que no me olvide”, datado en 1415. En el siglo XIX la abadesa ya se dio cuenta del valor del conjunto, que se asomaba tras las estanterías que almacenaban ropa. En el 2005 se tomó conciencia de la importancia del lugar y se emprendió un proyecto de investigación para restaurarlo, tarea que se inició en el 2013. La fase final se llevó a cabo el año pasado y ahora, una vez concluidos los trabajos, la capilla de Sant Miquel puede visitarse. Además, una exposición en el monasterio muestra la importancia de estas pinturas y la labor llevada a cabo.
Los trabajos fueron presentados ayer y han sido minuciosos. Han participado 70 personas y se ha contado con la colaboración de departamentos universitarios y de especialistas de España, Italia, Francia y Gran Bretaña. Las labores han permitido aflorar partes desconocidas, como las decoraciones de los mármoles de la parte inferior. Debido al paso del tiempo y al cambio de usos del
Los trabajos se iniciaron en el año 2013 y han participado 70 especialistas de varios países
recinto, para lo cual se abrieron ventanas, la pintura tenía patologías complejas, como que se estaban separando de la pared, para lo cual se tuvo que inyectar material en el muro para fijarlas de nuevo. También se habían aplicado sustancias sobre los dibujos que se tuvieron que eliminar.
La capilla de Sant Miquel es un lugar único, que se decoró con técnicas desconocidas en el siglo XIV que marcaban el tránsito del gótico al Renacimiento. Como por ejemplo la decoración con láminas metálicas, que daban una iluminación especial para las oraciones de la abadesa.