Yihad prêt-à-porter
El informe de la Europol confirma la estrategia ya conocida del nuevo yihadismo, y los datos son inequívocos: menos víctimas de terrorismo en Europa en 2017 –sólo 62–, pero más del doble de atentados. Es decir, el microterrorismo se ha instalado definitivamente en nuestro continente, y como ya sabíamos, funciona con el concepto del prêtà-porter, una especie de terrorismo a la carta que cada aspirante acciona a su manera.
Por supuesto, ese tipo de terrorismo puede perpetrar matanzas (y ahí está, en la retina del dolor, la memoria trágica de la Rambla), pero no es como el viejo terrorismo de células, meses de preparación y grandes objetivos. Al contrario, se basa en la idea que cada cual puede ser un soldado de la yihad, y que no necesita ni estar conectado, ni haberse preparado en las montañas de Afganistán, ni tener grandes ambiciones. Sólo se requiere voluntad de matar por la guerra santa –y eventualmente, morir en el proceso–, arrojo suficiente para llevar a cabo el atentado y una estructura mínima que puede ir, desde la soledad más absoluta, hasta pequeños grupos de amigos sin ninguna conexión con ninguna organización superior. Este
La primera característica, pues, de este nuevo yihadismo instalado en Europa es su simplicidad
tipo de terrorismo, que se inició de manera oficiosa con el atentado de la maratón de Boston, se nutre de instrumentos básicos, a menudo cotidianos, que se convierten en eficaces máquinas de matar: desde un simple cuchillo hasta un coche o una bomba fabricada con elementos simple. Así se titula un famoso artículo de la revista Inspire, que Al Qaeda publicaba en inglés desde el Yemen: “Cómo hacer una bomba en la cocina de tu madre”. Los hermanos chechenos de la maratón de Boston, la fabricaron en su propia cocina. Después vendría el apuñalamiento de un policía en Londres y después todo lo conocido.
La primera característica, pues, de este nuevo yihadismo instalado en Europa es su simplicidad. Si la prioridad del atentado no es tanto matar mucho, sino aterrorizar mucho, las víctimas deben ser anónimas, cotidianas, gentes que pasaban por aquel lugar en el momento adecuado. Es decir, el objetivo es cualquiera, y esa universalidad pretende generalizar el miedo a través de grandes impactos emocionales, lo cual representa el arma más eficaz para desestabilizar una democracia. Estos nuevos yihadistas europeos acostumbran a ser de segunda generación, actúan solos o se mueven en círculos muy pequeños de amigos (Barcelona y París, como ejemplo), no han viajado a ningún campo de entrenamiento de Oriente Medio, no reciben órdenes superiores y no necesitan logística compleja. Como mucho, internet, fanatización, inspiración y arrojo. Es decir, la peor pesadilla para la policía.
Finalmente, el informe concluye lo que también sabíamos: lejos de reducir la posibilidad de atentados, estos están en crecimiento exponencial a corto plazo, y serán muy activos con el declive del Daesh. Tiempos oscuros en una Europa en crisis.