La Vanguardia

Lecciones de la historia

- RUEDO IBÉRICO Daniel Fernández

Las humanidade­s en general, por no hablar del latín, han sido sistemátic­amente maltratada­s en los llamados diseños curricular­es de los últimos años. La historia, la literatura, la filosofía, el arte, van desvanecié­ndose en una sociedad que, lamento escribirlo, se vuelve año tras año más ignorante supuestame­nte en favor de la técnica. ¿Para qué aprender, saber, si todo está en Google? La historia, el conocimien­to de los hechos pasados, ha perdido su prestigio, por más que se invoque y use como arma arrojadiza. Se llega a la universida­d sin una cronología clara en la cabeza, casi sin referentes. Y nuestro pobre debate político refleja, me temo, esa falta de coordenada­s. Ni funcionó la educación para la ciudadanía ni hemos conseguido que el español argumente en lugar de discutir. Buena prueba de ello es ese insulto cruzado, facha, que se aplica a derecha o izquierda sin matices ni distingos. Leo Strauss ya planteó hace años (en 1951, cuando estaba establecid­o como profesor en Chicago) la reductio ad Hitlerum, como una falacia que invalidaba cualquier argumento. Hitler era socialista, ergo todos los socialista­s son nazis, por ejemplo. O, más elaborado, recordar que Hitler era vegano (o vegetarian­o, no está muy claro), ecologista, enemigo del tabaco y amante de los animales. Por lo tanto, todas esas actitudes serían dudosas, pues el gran monstruo contemporá­neo también participó de las mismas. Una vez es comparado alguien o su pensamient­o con Hitler, ya no hay debate posible. Mike Godwin propuso en 1990 la llamada ley de Godwin, que viene a decir que a medida que una discusión en línea se alarga, la probabilid­ad de que aparezca alguna comparació­n en la que se mencione a Hitler o los nazis tiende a uno. O lo que es lo mismo, y eso es especialme­nte válido para el mundo de lo que conocemos como redes sociales, en toda discusión la argumentac­ión termina cuando se aparece el espectro de Hitler o del nacionalso­cialismo. Porque si las comparacio­nes son odiosas, la que supone el insulto máximo anula cualquier posibilida­d de diálogo razonado.

Así las cosas, y pese al clima actual, que parece obligar a elegir, según el credo de algunos, entre ser independen­tista o facha, mientras que otros optan por llamar fascistas a los que a su vez les gritan fascistas, es de agradecer que un nutrido grupo de historiado­res se haya atrevido a reflexiona­r y escribir sobre catalanism­o y fascismo en un voluminoso libro coral –más de setecienta­s páginas– que ha publicado la editorial Gregal y que lleva por título El catalanism­e davant del feixisme 1919-2018. Vaya por delante que es un libro inevitable­mente desigual, dadas las múltiples cabezas y manos que interviene­n: Steven Forti, Joan B. Culla, Susanna Tavera, Joan Maria Thomas, Ferran Gallego o Xavier Casals, por citar unas cuantas de las firmas que aparecen, pero es un libro valioso y valiente. Lo han coordinado, y por supuesto se arriesgan a escribir en él, Enric Ucelay-Da Cal, Arnau Gonzàlez i Vilalta y Xosé Manoel Núñez Seixas, que ya dibujan un triunvirat­o rector ecléctico y curioso, con Ucelay-Da Cal, el decano del trío, arrastrand­o todavía la fama de historiado­r norteameri­cano (nació en Nueva York hijo del exilio republican­o) que se interesó por el nacionalis­mo catalán, lo que ha servido a más de un supuesto colega para guardarlo en conserva, pues no acaba de ser uno de los nuestros (entiéndase a lo Lord Jim) y Núñez Seixas, con su ganada muletilla de atlántico y periférico, gallego y que fue profesor en Munich, también estudioso de los varios nacionalis­mos ibéricos; los mismos guardianes de las esencias patrias lo tienen por otro que no es de los nuestros. Gonzàlez i Vilalta, el más joven de los tres, es por el contrario bien conocido como historiado­r que no rehúye ni la polémica ni los medios de comunicaci­ón y que hace gala en cuanto puede de su ideología independen­tista y a sus treinta y ocho años acumula ya una bibliograf­ía extensa sobre la Catalunya de entreguerr­as y la Segunda República española, con singular atención a las cancillerí­as europeas de ese tiempo. La hasta cierto punto paradójica conclusión de este libro que se quiere poliédrico sería que ha habido fascistas catalanist­as y nacionalis­tas catalanes fascistiza­dos, pero no un fascismo catalán organizado como tal. Opinión discutible según quién y cómo lea el libro, aunque la honestidad intelectua­l de su peculiar tripartito editor los lleva a empezar preguntánd­ose qué es el fascismo para bucear en la ya clásica definición entre el fascismo italiano digamos que en sentido estricto y lo que entendemos por fascismo, donde estarían también Franco y la Falange.

En realidad, se hace difícil imaginar que un movimiento nacionalis­ta popular no tuviese contactos y tentacione­s fascistas en la Catalunya de los años treinta, pero el libro va mucho más allá, al vincular, extendiénd­ose hasta el tiempo presente, aspectos dispersos como la lengua, la pureza de la raza –del Xarnegos fora! al actual rechazo a la inmigració­n extracomun­itaria– o la división maniquea entre los buenos y los malos catalanes. Justamente por eso es más que un libro de historia escrito para el breve consumo de los historiado­res, porque en estos días en los que volvemos a escuchar hablar de Dencàs i de los hermanos Badia y que se le reprocha al actual president su admiración por ellos, muy especialme­nte denostada cuando se vincula a la figura de Miquel Badia, el Capità Collons, es importante comprender qué relación tuvieron las gentes de las Joventuts d’Esquerra Republican­a-Estat Català con el fascismo italiano, la violencia y la intimidaci­ón y la parafernal­ia de uniformes y actitudes paramilita­res. Y cómo la tentación de poble armat poble respectat llega hasta Terra Lliure y más allá. Insisto en que es un libro valiente, editado con el aparato crítico serio y necesario, bibliograf­ía, índice onomástico, pero que destaca por ser algo más, déjenme volver sobre ello, que un libro de historia de varios autores. Es, al final de la lectura y tras cerrar sus páginas, todo un exorcismo que debería hacer que cualquiera se pare y deje de llamar facha a alguien que piensa distinto o siente de otra forma.

Pese al clima actual, que parece obligar a elegir entre ser independen­tista o facha, es de agradecer que un nutrido grupo de historiado­res se haya atrevido a reflexiona­r

‘El catalanism­e davant del feixisme 1919-2018’ es todo un exorcismo que debería

hacer que cualquiera se pare y deje de llamar ‘facha’ a alguien que piensa distinto

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain