La Vanguardia

Muerto en el acto

Un hombre fallece en un prostíbulo ilegal del Eixample mientras mantenía relaciones sexuales

- MAYKA NAVARRO SANTIAGO TARÍN

De las múltiples circunstan­cias en las que una persona puede morir, seguro que más de uno y de una elegiría que la muerte les visitara en un buen lecho retozando. En ocasiones, eso pasa. Sucedió la madrugada del pasado jueves en un prostíbulo ilegal del Eixample de Barcelona. Un varón de 43 años falleció en un servicio. Los Mossos d’Esquadra esperan recibir la autopsia para confirmar si, como apuntaron los médicos que certificar­on su defunción en un primer informe preliminar, el hombre murió por causas naturales, de una parada cardiorres­piratoria.

Debían de ser las seis de la mañana cuando un operador del 061 alertó a la sala del 112 de que una de sus ambulancia­s había acudido a un domicilio de la ronda Universita­t y que habían encontrado a un hombre muerto. Ya advirtiero­n los médicos del servicio de emergencia­s que alguna cosa extrañaba había en aquel piso, porque los dos individuos que les atendieron tardaron más de 10 minutos en abrir la puerta.

Hasta la vivienda, en el principal segunda, se desplazó entonces una patrulla de seguridad ciudadana de la policía catalana. Tampoco les acabó de convencer lo que vieron. Era evidente que aquella vivienda era una casa de citas que alguien había tratado de adecentar, recogiendo cosas para encubrir lo que en realidad era un prostíbulo. Ya no había ninguna mujer en el interior. Y los dos hombres que estaban al frente de la vivienda explicaron que aquel era un piso en el que la gente pagaba por “dormir”. Que era, insistían, lo que había hecho el fallecido, venir a echar una cabezada.

El cadáver estaba sobre la cama de una habitación. Vestido. Pero con la ropa puesta de tal manera que estaba claro que alguien le había colocado las prendas, pero cuando ya estaba muerto. En esa estancia, a pesar de haber sido recogida y arreglada, se olvidaron un preservati­vo que horas después localizó la policía científica.

Mientras la policía esperaba a la comitiva judicial para autorizar el levantamie­nto del cadáver, al piso llegó una mujer que también aseguró a los investigad­ores que aquella vivienda era un lugar de reposo al que la gente acudía a dormir. La víctima era un peruano de 43 años. Su familia fue informada ayer de la defunción.

El piso está precintado, mientras la unidad de investigac­ión de los Mossos d’Esquadra del Eixample determina, cuando reciban la autopsia, si hay o no indicios de criminalid­ad en la muerte. Poco extrañó el incidente a los pocos vecinos que aún residen en la finca, en la que ni un solo cartel alerta de la casa de citas. Aunque en una de las puertas del piso superior, los inquilinos han colgado un cartel bien grande en el que advierten de que hay vecinos “mirando” y algún perro. La advertenci­a tiene dos lecturas. O bien va dirigida a los ladrones que fuerzan puertas para robar en el interior de las viviendas o a los clientes del prostíbulo que se equivocaba­n de timbre a cualquier hora.

Las mujeres de la casa de citas huyeron, vistieron al hombre, y una jefa contó que era un lugar para “dormir”

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