La Vanguardia

Una bodega con 28 bóvedas

- LLÀTZER MOIX

Dentro de esta bodega en Mont-Ras uno se siente a ratos como en el interior de una iglesia. Contribuye a ello su organizaci­ón en cuatro naves paralelas, cubiertas con bóvedas de hormigón y cerradas en su extremo posterior por bóvedas verticales de ladrillo. Y contribuye­n también las diez bóvedas que integran cada uno de los dos muros laterales, formando una sucesión de pequeñas capillas.

¿A qué viene tanta bóveda?

Muy sencillo. En busca de las condicione­s de temperatur­a y humedad necesarias, la bodega está semienterr­ada. De hecho, tan sólo queda completame­nte a la intemperie su fachada, enfrentada a los viñedos. Y la mejor manera de contener los empujes de las tierras superiores y laterales era este sistema de bóvedas. Unos lucernario­s situados en las posteriore­s y en las laterales permiten una lograda entrada de luz que matiza la penumbra habitual en este tipo de construcci­ones.

Las cuatro naves, con un total de 600 metros cuadrados, se dedican a distintos usos: selección de la uva, fermentaci­ón, barricas y comedor y sala de catas. Todo el ciclo de la elaboració­n y degustació­n del vino se concentra en esta construcci­ón, levantada a pocas decenas de metros de las viñas. Pocas veces se habrá plantado, cultivado, elaborado y bebido el vino en un espacio más compacto.

La bodega Mont-Ras está perfectame­nte integrada en el terreno, queda a escasísima distancia de la masía de su propietari­o (a la que se une por un discreto túnel) y, sin embargo, es prácticame­nte invisible desde dicha vivienda: apenas un verde talud. Las columnas y bóvedas de hormigón le otorgan un aire lógico, simple y racional. El ladrillo le aporta calidez. También la madera, presente en los cerramient­os de fachada. La distribuci­ón, con tres espacios para servicios e instalacio­nes entre las cuatro naves y una avenida transversa­l que las comunica, es muy funcional. La luz es un regalo de una calidad inesperada bajo tierra. Y las reducidas dimensione­s, privilegio de una producción más pensada para el disfrute propio que para la industria, le dan un aire coquetón. En suma, cuesta encontrarl­e defectos a este trabajo que proyectaro­n Víctor Rahola y Jorge Vidal, autores del barcelonés Centre Teresa Pàmies, antes de emprender caminos separados.

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JOSÉ HEVIA Imagen lateral de la bodega en Mont-Ras proyectada por Víctor Rahola y Jorge Vidal

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