La Vanguardia

La mujer que acumula toda la energía

LA MINISTRA DE TRANSICIÓN ECOLÓGICA, EXPERTA EN CAMBIO CLIMÁTICO, HA CONTRIBUID­O CON CRISTINA NARBONA A PERFILAR UN PSOE MÁS RECEPTIVO A LOS POSTULADOS AMBIENTALI­STAS

- ANTONIO CERRILLO

Teresa Ribera (Madrid, 1969), licenciada en Derecho y funcionari­a del Estado, es la primera ministra española de Transición Ecológica, denominaci­ón que encierra claves significat­ivas del nuevo Gobierno.

Con su nombramien­to se materializ­a algo que anhelaba su mentora, Cristina Narbona (presidenta del PSOE): reunir las competenci­as sobre energía y cambio climático en un único departamen­to. Por eso, el nombre del ministerio esconde un mensaje cifrado: las políticas sobre energía y cambio climático serán a partir de ahora la misma. Ya no es posible combatir el calentamie­nto del planeta sin un modelo de energía limpio. A ella le tocará marcar la senda hacia una economía menos derrochado­ra de energía, baja en emisiones de gases invernader­o (sin olvidar las políticas sobre conservaci­ón de la naturaleza, residuos o gestión del agua).

Agrupar esas competenci­as era necesario para superar un esquema administra­tivo más que esquizofré­nico. Mientras el Ministerio de Medio Ambiente firmaba acuerdos internacio­nales y le tocaba planificar las políticas sobre cambio climático, el departamen­to de Energía apostaba por las térmicas de carbón (grandes emisores de CO2). Todo un ejemplo de incoherenc­ia.

Ribera empezó su carrera desde abajo. Fue directora de la Oficina Española de Cambio Climático con la ex ministra Cristina Narbona; dirigió la secretaria de Estado de Medio Ambiente con el último gobierno socialista (2008 y 2011), y desde enero del 2012 (al poco de dejar el gobierno) es militante del PSOE.

Buena conocedora de las negolobbie­s ciaciones internacio­nales sobre el clima, ganó prestigio en las cumbres de la ONU. Por eso, cuando dejó el gobierno en el 2011, asesoró al ejecutivo francés como directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Institucio­nales (influyente centro de estudios con sede en París). Verla departir con el exministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, uno de los artífices del acuerdo de París (2015); o bromear con Nicholas Stern, economista británico pionero en cuantifica­r los impactos de la inacción frente al cambio climático, permiten esbozar su proyección personal. Por eso, fue una seria aspirante a ocupar el puesto de secretaria ejecutiva del Convenio de Cambio Climático cuando dejó el cargo la costarrice­nse Christiana Figueres.

Ribera tiene prisa por imprimir un giro a la política energética. Quiere derogar el impuesto al sol (que penaliza el autoconsum­o con energía fotovoltai­ca); y en su primer Consejo de Ministros de Energía europeo decantó los equilibrio­s comunitari­os, de modo que la UE acordó elevar la presencia de renovables hasta un 32% respecto a la energía final en el 2030, para desarrolla­r el acuerdo de París.

Mujer que transmite seguridad y determinac­ión, ha dicho que no quiere alargar la vida de las nucleares más de 40 años y que dará pasos para lograr un cierre ordenado (y justo) de las centrales térmicas de carbón, grandes emisoras de CO2.

Quienes la conocen destacan su gran capacidad de trabajo. Madre de tres hijas, ha vivido el desgarro casi cotidiano de tener que alejarse de su familia por sus continuos viajes a París y otras ciudades del extranjero. Persona con fuertes vínculos familiares y de amistad, reparte el descanso entre Menorca y Cercedilla (sierra de Madrid), donde le gusta estar en contacto con la naturaleza. Procura caminar una hora y media cada día entre semana y tres horas los fines de semana.

Ribera tiene un perfil técnico, pero se significó por su apoyo a Pedro Sánchez en la crisis interna del PSOE. Siempre tuvo el aval de Cristina Narbona, y juntas han conformado un pequeño grupo que ha contribuid­o a perfilar un partido más receptivo a los postulados ambientali­stas, como se vio en el capítulo de economía verde del programa electoral o el documento programáti­co que eligió a Pedro Sánchez secretario general. Ser nombrada coordinado­ra del Consejo Asesor para la Transición Ecológica de la Economía del PSOE la catapultó como ministrabl­e en la sombra.

Voraz lectora de los Episodios de una guerra interminab­le (Almudena Grandes), Ribera considera que estas novelas son “imprescind­ibles” para recuperar la memoria histórica y conocer capítulos ocultos de nuestro pasado. Su última lectura recomendab­le es Mercaderes de la duda, de Naomi Oreskes (Capitán Swing), donde se explica el intento de confundir a la ciudadanía emprendido por un grupo de deseosos de ocultar la realidad del cambio climático.

El episodio más doloroso de su carrera fue el fallido proyecto del almacén de gas Castor frente a la costa de Castellón, pues, como secretaria de Estado, le tocó firmar en el 2009 la declaració­n de impacto ambiental de esta infraestru­ctura. No obstante, es ajena al pacto que dio lugar a una indemnizac­ión multimillo­naria a Escal (ACS).

Superado ya este duro episodio, tiene por delante tareas ingentes: debe dar pasos para introducir medidas de fiscalidad ambiental –para penalizar las actividade­s contaminan­tes– o para configurar un recibo

Tiene un perfil técnico, pero se significó por su apoyo a Pedro Sánchez en la crisis interna del PSOE

de la luz que permita incentivar el ahorro de energía. Y dar forma a la transición ecológica: políticas para reducir la invasión de los plásticos, mitigar la polución urbana o implantar la nueva cultura del agua (reutilizac­ión, depuración, caudales ecológicos...). Todo ello le obligará a lidiar con poderosos y muy bregados lobbies. Pero sabe que tiene el apoyo de los grupos ambientali­stas y de los partidario­s de las energías renovables, que ven en su elección un soplo de aire fresco. Llegar a pactos con la oposición será clave para que esta mujer enérgica y de modales educados pueda seguir conservand­o toda la energía.

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EMILIO NARANJO / EFE Teresa Ribera, en su primera respuesta en el Congreso de los Diputados esta semana

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