La Vanguardia

Las mujeres saudíes pisan el acelerador

- GEMMA SAURA

Hoy las mujeres de Arabia Saudí pueden al fin conducir; derribar el tutelaje es la batalla definitiva

Hind al Zahid ya ha despedido a su chófer. Hoy –el domingo es laborable en Arabia Saudí– esta empresaria de Dhahran irá al trabajo agarrando ella el volante. Por primera vez en su vida.

Sahar Nasief, profesora universita­ria jubilada, ha avisado que no la busquen. “Pienso pasarme el día en la carretera. Quizá conduciré en círculos, pero no me separaré del volante”, anuncia.

Lina al Maina, una de las 30 mujeres de la Shura (Consejo Consultivo), se despertará en su casa en Yida y, antes de volar a Riad por la tarde, subirá a sus hijos al coche y los llevará a desayunar. “Para mis dos hijas será muy importante ver a su madre conducir, pero creo que aún más para mi hijo –reflexiona–. Estoy muy emocionada. ¡Llevamos tanto tiempo esperando este día!”.

Hala al Dosari, una activista saudí que lleva años luchando por el derecho a conducir, vivirá este día desde Boston, donde reside. Lejos y con sentimient­os encontrado­s: feliz por la conquista histórica pero alarmada ante el blanqueami­ento del régimen. La reciente oleada de detencione­s de compañeras feministas le impide dejarse contagiar por el entusiasmo dominante.

Hoy Arabia Saudí se quita de encima el ominoso título de único país del mundo donde las mujeres no podían conducir. La decisión de levantar la prohibició­n es la guinda del aclamado programa de reformas del príncipe heredero Mohamed bin Salman para modernizar el petroestad­o ultraconse­rvador.

Las saudíes sienten que por fin están pisando el acelerador, y no sólo de sus coches: en los últimos años, y especialme­nte los últimos meses, se han sucedido cambios que han transforma­do su vida como la de ningún otro colectivo. “Cosas que nunca soñé están ocurriendo”, dice Al Maina. Una frase que repiten Al Zahid y Nasief durante las entrevista­s telefónica­s con este diario.

“Todo está cambiando en Arabia Saudí. No es sólo conducir. El empoderami­ento de las mujeres se ha puesto de moda”, celebra Hind al Zahid, de 40 años, presidenta del Centro de Mujeres Empresaria­s. En la prensa se suceden los reportajes sobre la primera directora de la bolsa, la primera guía turística o profesora de escalada, la primera promoción de ingenieras industrial­es, recién graduadas este verano.

Luego hay conquistas que pueden parecer más banales pero que son revolucion­arias. Se han abierto cines y teatros, se ha autorizado a las mujeres a entrar en estadios o a ir en bici. “La vida está regresando a este país”, dice Nasief. Hind al Zahid cuenta emocionada que el martes asistió al primer concierto abierto a mujeres en su ciudad, Dhahran.

Hasta la indumentar­ia se relaja, observa esta empresaria de la moda: “Hay menos negro. Algunas se atreven con colores más claros, las abayas (túnicas) se acortan, se enseña más cabello”. En febrero, un jeque del Consejo Superior de Ulemas dijo que las mujeres no tienen obligación de llevar la abaya, cuestionan­do un tabú en el reino de los Saúd, que desde su origen se ha regido por el wahabismo, la corriente más rigorista del islam. Otro factor clave ha sido que se quitase el poder a la policía religiosa, que velaba por la castidad en la calle. Aún patrullan “pero son muertos vivientes, nadie les hace caso”, dice Sahar Nasief.

Al Zahid cree que nada de esto estaría ocurriendo sin Mohamed bin Salman, a quien llaman MBS. De 32 años, es el impulsor del plan de reformas Visión 2030, quiere reducir la dependenci­a del petróleo y “regresar al islam moderado”. “Cuando el Gobierno cree en algo y lo impulsa, todo el mundo le sigue –razona la empresaria–. Él se ha dado cuenta de que no puede transforma­r el país sin las mujeres. Quiere subir su participac­ión en el mercado laboral del 20 al 30%, y para eso, en un país sin apenas transporte público, necesitába­mos conducir”.

“MBS es adorado por los jóvenes y las mujeres. El 70% de la sociedad saudí tiene menos de 30 años. Son los snapchater­s, los youtubers... es una generación distinta, con otra mentalidad, y quieren cambios. El príncipe heredero es abierto y visionario. Es justo lo que necesitaba este país”, defiende Lina al Maina.

Piensa que el derecho a conducir será un punto de inflexión. “Siempre he creído que conducir un coche simboliza conducir el país. Es más profundo de lo que nadie imagina”, dice Al Maina, de 41 años.

Ella entiende de derribar tabúes. En el 2003, tras una depresión posparto que superó gracias al deporte, fundó el Jeddah United, el primer club femenino de baloncesto en el país. Las autoridade­s deportivas no

concedían licencias a clubs o gimnasios femeninos, pero ella encontró un resquicio legal a través del Ministerio de Comercio.

Para ella, la Visión 2030 fue como una iluminació­n. “MBS hablaba de la importanci­a del deporte, también para la mujer. Todo por lo que yo luchaba”, recuerda. Una de las reformas del príncipe heredero ha sido introducir la educación física para niñas en la escuela pública, antes un privilegio de los centros privados.

A finales del 2016, Al Maina fue designada para uno de los 30 puestos reservados a mujeres en la Shura, de 150 miembros, lo más parecido a un parlamento en Arabia Saudí, aunque su papel es sólo consultivo. Por ejemplo, el fin de la prohibició­n de conducir, que no se fundamenta­ba en ninguna ley sino en edictos religiosos, ha llegado de arriba.

La lucha de las saudíes se remonta a 1990, cuando 47 mujeres condujeron en Riad. Fueron detenidas, despedidas del empleo y se les confiscó el pasaporte. En el último decenio varias activistas que se pusieron al volante acabaron detenidas.

Una de ellas es Sahar Nasief: en el 2013 desafió la prohibició­n y condujo por Yida. La pararon siete coches de policía. Quizá por eso, la veterana activista dice que no hay que rebajar trascenden­cia a la obtención de este derecho: “Es muy importante. Abre la puerta de muchos otros derechos. Ahora debemos acabar con el sistema de tutelaje”.

En Arabia Saudí, la mujer es una eterna menor de edad, bajo la autoridad de su wali o guardián legal. Lo resume Nasief: “Somos una propiedad que los hombres heredan unos de otros”. En el 2013, la policía no la dejó ir hasta que no fue su wali; como está divorciada y su padre murió, es su hijo. “Le cambié los pañales, lo amamanté, y ahora es mi guardián”, ironiza Nasief, de 64 años, profesora universita­ria jubilada de Literatura Extranjera.

Conducir es un lujo sólo al alcance de las privilegia­das, pero para la mayoría de mujeres saudíes el verdadero muro es este. Nasief cree que MBS también moverá ficha en la cuestión del tutelaje. “Legalmente, a partir de hoy toda mujer mayor de 18 años puede conducir. Eso significa que no necesita el permiso de su guardián para hacerlo, pero hay mujeres que no pueden ni salir de casa porque se lo prohíben. Por eso estoy convencida de que pronto habrá noticias sobre esto también”, asegura. Aunque no está claro si es convicción o ánimo de persuasión.

A menudo no está escrito en ningún sitio que las mujeres necesiten la autorizaci­ón del guardián, pero se lo piden igualmente. Para un empleo, matricular­se en la universida­d o incluso someterse a una intervenci­ón quirúrgica. Por eso fue tan importante, destaca Nasief, que el 2017 el rey Salman ordenara a todas las institucio­nes públicas que no lo solicitara­n a menos que haya una exigencia legal para hacerlo.

Que acabar con el tutelaje es el siguiente objetivo lo suscriben la empresaria Hind al Zahid y la legislador­a Lina al Maina, aunque con menos urgencia. “Ha habido muchos avances. Ni en el mundo laboral, la educación o la sanidad las mujeres necesitan ya permiso. El Gobierno dio órdenes claras. Sólo queda viajar. Pero soy optimista. No sé cuándo, pero tarde o temprano llegará”, dice Al Maina. Repite el argumento que suele utilizar MBS cuando la prensa extranjera le pregunta por el tema: el ritmo de las reformas no debe forzarse, podría despertar una reacción de los ultraconse­rvadores y echarlo todo a perder.

Hala al Dosari, una de las principale­s activistas de Arabia Saudí por el derecho a conducir, debería estar hoy celebrando. No puede: algunas de sus compañeras están hoy en prisión o amenazadas en sus casas.

Diecisiete activistas fueron detenidos en mayo acusados de “traición” y de conspirar con enemigos extranjero­s. Nueve siguen en la cárcel. Además, el régimen ha exigido silencio y ha retirado el pasaporte a decenas de activistas, incluidas algunas contactada­s para este reportaje y que se negaron por miedo.

“El Gobierno ha enviado el mensaje a la sociedad civil de que todo aquel que presione para lograr reformas será castigado –interpreta Al Dosari, que desde Harvard puede hablar con una libertad que otras no tienen–. Lo más descorazon­ador es que ha podido hacerlo sin que haya ninguna consecuenc­ia. La comunidad internacio­nal ensalza a MBS como un reformista, un emancipado­r de mujeres, mientras los reformista­s reales están en la cárcel”.

Al Dosari disputa la narrativa oficial que justificó la detención en noviembre de 200 príncipes y magnates como una operación anticorrup­ción. La realidad, dice, es que fueron detencione­s extrajudic­iales. Una purga de enemigos.

Igual que la detención en septiembre de un centenar de supuestos “predicador­es radicales”. “Algunos eran extremista­s pero entre los detenidos había reformista­s islámicos que llaman a separar religión y Estado”, asegura Al Dosari.

La activista lamenta la obnubilaci­ón de Occidente con el príncipe heredero, que atribuye a “una campaña de relaciones públicas muy exitosa”. “MBS dice exactament­e lo que Occidente quiere oír. Si escuchas lo que dice, quedarás fascinado con este joven príncipe revolucion­ario que quiere volver al islam moderado, que reconoce los desafíos económicos, que dice que las mujeres son iguales que los hombres. Pero mientras dice esto encarcela a las mujeres que piden avances, a los pensadores que quieren reformas en el islam, a los críticos del sistema económico”, afirma.

Al Dosari sostiene que las reformas son meramente cosméticas, que las nuevas leyes están redactadas de un modo tan vago que nunca protegen realmente a la mujer de la discrimina­ción y que si ha habido avances se deben al empuje de las activistas y a que la sociedad saudí se ha hecho mucho más abierta.

Sahar Nasief también cree que la presión social hace que los cambios sean irreversib­les y no teme a la presión de los conservado­res. “Si no les gusta, tendrán que aguantarse. Porque las chicas se están sacando el permiso de conducir y el domingo vamos a conducir. Tenemos la ley de nuestro lado y vamos a ejercer todos nuestros derechos”.

“Pienso pasarme el día en la carretera. Quizá conduciré en círculos, pero no me separaré del volante”, dice Sahar Nasief, que fue detenida en el 2013 por desafiar la prohibició­n

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YOUSEF DOUBISI / AFP
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HIND AL ZAHID HIND JALID AL ZAHIDEMPRE­SARIA DEL SECTOR DE LA MODA
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AMER HILABI / AFP MIEMBRO DEL CONSEJO CONSULTIVO (SHURA)LINA JALED ALMAINA
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SAHAR NASIEF SAHAR HASAN NASIEFPROF­ESORA JUBILADA DE LITERATURA EXTRANJERA
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ANN LANG MUN ACTIVISTA POR LOS DERECHOS DE LA MUJERHALA AL DOSARI

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