El difícil retorno de los refugiados
El Gobierno libanés está dividido entre expulsar o acoger a los desplazados sirios
Mientras Líbano se vacía de sus habitantes, la afluencia de refugiados sirios, que ya han alcanzado el millón y medio de personas en una población de cuatro millones, ha exacerbado este descomunal conflicto. Ante la indiferencia internacional, la pequeña y frágil república tiene que pechar con peligrosas consecuencias en su vida cotidiana. La proporción equivaldría, por ejemplo, a que Francia, con 67 millones de habitantes, acogiese a 30 millones de refugiados, si se tiene en cuenta, además, que en Líbano continúan viviendo otros 300.000 refugiados palestinos. En la historia libanesa hay una tradición que ha convertido este exiguo país en refugio de armenios, palestinos, iraquíes, sirios, incluso chipriotas que durante un tiempo, ahuyentados por la guerra en la vecina isla en 1974, encontraron aquí abrigo.
El Gobierno no les reconoce su estatus de refugiados previsto en el derecho internacional público por miedo a que puedan quedarse indefinidamente como los palestinos. No existen oficialmente campos de refugiados sirios. Son las autoridades municipales las que determinan su emplazamiento por razones de seguridad. No sólo necesitan el permiso de propietarios y alcaldes sino del ejército y los servicios de inteligencia, que pueden desplazarlos alegando motivos de orden público. Una reciente ley adoptada por el Gobierno de Damasco en la que se exige a los dueños de terrenos expropiados que demuestren sus títulos de propiedad en un plazo de un año si no quieren perderlos, ha aumentado el miedo de centenares de miles de refugiados de Líbano a quedarse sin nada y no poder recuperar sus bienes, forzándoles a permanecer en este país de refugio.
Insistentemente, se especula sobre un cambio demográfico que va teniendo lugar en algunas poblaciones de Siria, donde en zonas antes habitadas por musulmanes suníes, bases de los grupos rebeldes, se van estableciendo musulmanes chiíes y alauíes partidarios del régimen de Bashar el Asad. El Gobierno sirio ha ampliado su ámbito de poder territorial –el próximo objetivo será la zona de Deraa, fronteriza con Jordania– y ha publicado otra ley muy significativa al permitir que los soldados que estaban en las filas de su ejército desde el 2011, resistiendo tantas batallas, puedan al fin regresar a sus casas. Entre los refugiados en Líbano hay muchos jóvenes que huyeron del implacable servicio militar obligatorio. El Gobierno de Beirut, como otros gobiernos, se equivocó en sus cálculos sobre Siria considerando que su régimen tendría los días contados y que los sirios que atravesaban la frontera regresarían pronto a sus hogares. Los refugiados son siempre carne de cañón en todas las épocas por parte de todos los beligerantes. El Gobierno presidido por un musulmán suní que ha vuelto ahora a ser encargado de formar otro nuevo, Saad Al Hariri, no podía cerrar sus fronteras. En ocasiones de vida o muerte, como en la larga guerra libanesa de 1975 a 1990, o la del estío del 2006 entre Israel y Hizbulah, centenares de miles de libaneses fueron acogidos con los brazos abiertos en Siria.
En estos años, ha cambiado la actitud de la población local ante los refugiados sirios. El ministro saliente de Asuntos Exteriores, Gebran Bassil, yerno del presidente de la república, Michel Aoun, ha acusado al Alto Comisariado para los Refugiados de la ONU. “Queremos romper –ha dicho– la voluntad internacional de prohibir el regreso de los desplazados”. También ha amenazando con declarar a su representante como persona non grata en Beirut.
El hecho es que la comunidad internacional no consigue resolver esta compleja cuestión con su fórmula de “retorno digno y voluntario”. La clase dirigente libanesa está dividida entre los que desean alcanzar un acuerdo político con Bashar el Asad que facilite su regreso y los que persisten en combatirlo y rechazarlo. El que la mayoría
La llegada de 1,5 millones de refugiados sirios en una población de 4 millones exacerba el conflicto en Líbano
de refugiados esté compuesta por musulmanes suníes constituye un peligro latente en caso de que parte de ellos no decidiesen regresar a su país. Su presencia aumentaría el número de la comunidad musulmana suní local y pondría en entredicho el equilibrio demográfico con los chiíes que apoyan a Hizbulah, gran ganador de las últimas elecciones legislativas. El problema de los refugiados sirios es cada vez más grave.