La Vanguardia

El difícil retorno de los refugiados

El Gobierno libanés está dividido entre expulsar o acoger a los desplazado­s sirios

- TOMÁS ALCOVERRO

Mientras Líbano se vacía de sus habitantes, la afluencia de refugiados sirios, que ya han alcanzado el millón y medio de personas en una población de cuatro millones, ha exacerbado este descomunal conflicto. Ante la indiferenc­ia internacio­nal, la pequeña y frágil república tiene que pechar con peligrosas consecuenc­ias en su vida cotidiana. La proporción equivaldrí­a, por ejemplo, a que Francia, con 67 millones de habitantes, acogiese a 30 millones de refugiados, si se tiene en cuenta, además, que en Líbano continúan viviendo otros 300.000 refugiados palestinos. En la historia libanesa hay una tradición que ha convertido este exiguo país en refugio de armenios, palestinos, iraquíes, sirios, incluso chipriotas que durante un tiempo, ahuyentado­s por la guerra en la vecina isla en 1974, encontraro­n aquí abrigo.

El Gobierno no les reconoce su estatus de refugiados previsto en el derecho internacio­nal público por miedo a que puedan quedarse indefinida­mente como los palestinos. No existen oficialmen­te campos de refugiados sirios. Son las autoridade­s municipale­s las que determinan su emplazamie­nto por razones de seguridad. No sólo necesitan el permiso de propietari­os y alcaldes sino del ejército y los servicios de inteligenc­ia, que pueden desplazarl­os alegando motivos de orden público. Una reciente ley adoptada por el Gobierno de Damasco en la que se exige a los dueños de terrenos expropiado­s que demuestren sus títulos de propiedad en un plazo de un año si no quieren perderlos, ha aumentado el miedo de centenares de miles de refugiados de Líbano a quedarse sin nada y no poder recuperar sus bienes, forzándole­s a permanecer en este país de refugio.

Insistente­mente, se especula sobre un cambio demográfic­o que va teniendo lugar en algunas poblacione­s de Siria, donde en zonas antes habitadas por musulmanes suníes, bases de los grupos rebeldes, se van establecie­ndo musulmanes chiíes y alauíes partidario­s del régimen de Bashar el Asad. El Gobierno sirio ha ampliado su ámbito de poder territoria­l –el próximo objetivo será la zona de Deraa, fronteriza con Jordania– y ha publicado otra ley muy significat­iva al permitir que los soldados que estaban en las filas de su ejército desde el 2011, resistiend­o tantas batallas, puedan al fin regresar a sus casas. Entre los refugiados en Líbano hay muchos jóvenes que huyeron del implacable servicio militar obligatori­o. El Gobierno de Beirut, como otros gobiernos, se equivocó en sus cálculos sobre Siria consideran­do que su régimen tendría los días contados y que los sirios que atravesaba­n la frontera regresaría­n pronto a sus hogares. Los refugiados son siempre carne de cañón en todas las épocas por parte de todos los beligerant­es. El Gobierno presidido por un musulmán suní que ha vuelto ahora a ser encargado de formar otro nuevo, Saad Al Hariri, no podía cerrar sus fronteras. En ocasiones de vida o muerte, como en la larga guerra libanesa de 1975 a 1990, o la del estío del 2006 entre Israel y Hizbulah, centenares de miles de libaneses fueron acogidos con los brazos abiertos en Siria.

En estos años, ha cambiado la actitud de la población local ante los refugiados sirios. El ministro saliente de Asuntos Exteriores, Gebran Bassil, yerno del presidente de la república, Michel Aoun, ha acusado al Alto Comisariad­o para los Refugiados de la ONU. “Queremos romper –ha dicho– la voluntad internacio­nal de prohibir el regreso de los desplazado­s”. También ha amenazando con declarar a su representa­nte como persona non grata en Beirut.

El hecho es que la comunidad internacio­nal no consigue resolver esta compleja cuestión con su fórmula de “retorno digno y voluntario”. La clase dirigente libanesa está dividida entre los que desean alcanzar un acuerdo político con Bashar el Asad que facilite su regreso y los que persisten en combatirlo y rechazarlo. El que la mayoría

La llegada de 1,5 millones de refugiados sirios en una población de 4 millones exacerba el conflicto en Líbano

de refugiados esté compuesta por musulmanes suníes constituye un peligro latente en caso de que parte de ellos no decidiesen regresar a su país. Su presencia aumentaría el número de la comunidad musulmana suní local y pondría en entredicho el equilibrio demográfic­o con los chiíes que apoyan a Hizbulah, gran ganador de las últimas elecciones legislativ­as. El problema de los refugiados sirios es cada vez más grave.

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HUSSEIN MALLA / AP Desplazado­s sirios en un asentamien­to en la frontera este de Líbano

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