Torra, el Rey... ¿y de la petanca qué?
Hoy no escribo con la cabeza, sino con el corazón. ¡El corazón partido! Inauguran los Juegos Mediterráneos en Tarragona y nadie destaca la auténtica noticia, un antes y un después en la lucha del hombre por escaquearse de las tareas domésticas, los días de playa con niños y la obligación de comprar el pan los domingos: ¡la petanca es deporte oficial!
He llorado de emoción. Después de tantos años de lucha, incomprensión y pitorreo, adquiere honorabilidad y ya nadie volverá a decir:
–¡A ti lo que te gusta es desayunar con los amigotes de la petanca, hacer el aperitivo y llegar a mesa puesta con aires de cansado!
La petanca, “deporte de bolas” en estos Juegos, nace en el sur de Francia, pero cuajó rápidamente en las playas de Catalunya por razones sociológicas: después de ir a por tabaco, la petanca era el mejor –acaso el único– pretexto estival de los maridos para desaparecer de casa de buena mañana hasta la hora del arroz.
–¡Se le está ahogando su hijo! –¡Un minuto, que vamos 13 a 13!
La petanca, presente en los Juegos, nació en Francia, pero cuajó en Catalunya gracias al escaqueo conyugal
La petanca fue una conquista social ya que se trata de un deporte al alcance de cualquiera –salvo asesinos en serie y mutilados de guerra–, apto para todas las edades y muy saludable porque activa la concentración de quien lanza las bolas y quien las toca, por lo general un espectador que –a falta de obras públicas– ve, opina y aconseja sobre el desnivel de la pista.
¿Es un deporte machista? ¡En absoluto! Con el tiempo y las prejubilaciones, generaciones de mujeres han hecho suya la petanca:
–¿Por qué no te vas al parque a jugar y me dejas tranquila en casa?
En lugar de hablar de petanca y de unirnos para evitar que los francófonos trinquen el oro en Tarragona –en bochas la cosa cambia–, la ceremonia inaugural de los Juegos fue un sinsentido de los que causan sonrojo.
Menos mal que en el fragor de la retransmisión de la ceremonia inaugural, la televisión pública de Catalunya destacó que el president Torra “tiene una capacidad cultural brutal”, como demostró al obsequiar al jefe del Estado con una obra cumbre de la cultura catalana del siglo XXI (el libro dedicado con mala leche de un fotoperiodista, gesto de una épica digna de los grandes de la petanca).
Yo sólo espero que de aquí al jueves –día del inicio de la competición de la petanca– nos olvidemos de lo visto anteanoche –otra muestra de este viaje a ninguna parte– y el mundo descubra por fin los valores universales de la petanca, donde está desaconsejado lanzar las bolas a la cabeza del contrario, aunque sea con astucia y aprovechando un saludo.
Tarragona, ciudad sin ínfulas, se merece un respiro y correr un tupido velo a menos que aspiremos a contraprogramar el Mundial de fútbol con un nuevo deporte: cómo machacar todo lo que se toca.