Una exposición recorre los tesoros mágicos de David Copperfield
Una muestra recorrelas maravillas que el artista atesora, como sus primeros trucos y su admiración por Houdini
Quería ser ventrílocuo.
David Kotkin, vecino de Metuchen (Nueva Jersey) tenía diez años. Le entusiasmaba ver en televisión a Paul Winchell y su alter ego de madera, Jerry Mahoney.
“Yo no lo hacía muy bien”, reconoce pasadas unas décadas. Cruzó el río Hudson con su madre y se plantaron en los almacenes Macy’s de Manhattan. Iban a por un muñeco, a ver si mejoraba su destreza. Pero David descubrió en la quinta planta un apartado dedicado a la magia. El mago residente, Danny Tsukalis, hizo desaparecer una moneda. “Ese fue el primer truco que vi”.Le cambio el sentido de la vida. Otro rumbo.
Sólo un par de años después, transformado en “Davino, el niño mago”, se convirtió en el miembro más joven de la Society of American Magicians y publicó sus invenciones en la Tarbell Course, que es como la Biblia en este asunto del ilusionismo.
Todo esto lo explica el que fuera aquel niño, hoy reconocido en el mundo como David Copperfield, tal vez el mago más famoso.
La New York Historical Society convocó una rueda de prensa para explicar la exposición Verano de magia: tesoros de la colección de David Copperfield (hasta el próximo 16 de septiembre).
Consiste en una muestra de objetos, los que guardan más relación con la Gran Manzana, que él acumula en su museo de Las Vegas, con más de 200.000 piezas y documentos, y que por primera vez han salido de su residencia.
Es un recorrido por una centuria de magia y magos, desde el Gran Hermann o Harry Keller a Dante o Chung Ling Soo, que en verdad se llamaba William Robinson: se hacía pasar por asiático, vestía como un chino y hablaba mediante un traductor. Falleció en el escenario por un fallo mecánico al hacer el número de recibir balazos.
La sorpresa surge cuando es el mismo Copperfield el que se encarga de ilustrar el recorrido por estos artefactos, que no dejan de ser su memoria y su formación como artista. “Seguidme”, indica a los convocados. La primera parada es, por supuesto, en la recreación de una tienda de magia en homenaje a la Tannen’s Magic Shop, ubicada en Times Square,
que fue su segundo destino –tras Macy’s– y centro de su infancia. “Te podías encontrar a Dick Cavett, Johnny Carson, Orson Welles. Era como estar en el cielo, tenías la sensación de que todo los problemas estaban resueltos”.
La siguiente parada es el rincón de Houdini (1874-1926), cuya historia marcó su orientación creativa. “Houdini explicaba una historia con cualquier cosa que hiciera”, sostiene. “La idea de escapar estableció con los espectadores una relación emocional. No sólo era un truco o un desafío, sino que le alentaban y por eso le recordamos hoy”, insiste. “A Houdini no le gustaban los magos, todos trataban de timarle... Conozco esa sensación”, apostilla,
Hace poco le han exonerado de pagar, pese a una negligencia, por las lesiones de un espectador
Observó al mito y lo adaptó. Su narrativa se basó “en los musicales de Broadway”. Esto conduce al tercer escenario. “Estoy orgulloso de esta parte de mi carrera”, afirma junto a la gigante “sierra de la muerte”. Su innovación consistió en que parecía otra experiencia de escapismo, pero no: acaba partido en dos. Lo que empezó como la “gracia” de un espectador pasó a ser un ritual. –¡Mueve los pies!
Y los movía. Luego rebobinaba y aparecía entero, como si nada.
La exposición ilustra como la magia lleva al futuro. El viaje a la Luna de Georges Méliès se realizó 70 años antes de que Armstrong la pisara, recalca. “La magia nos aporta la idea del ‘tal vez es posible’. Este es el gran legado y la razón por la que hago lo que hago”.
Aquí, incluso se puede levitar.
El mago quería ser ventrílocuo pero descubrió la magia en la quinta planta de Macy’s en Nueva York