La Vanguardia

El discernimi­ento en el Espíritu Santo

- Juan José Omella J.J. OMELLA, cardenal arzobispo de Barcelona

Ya hace dos meses del lanzamient­o del nuevo plan pastoral diocesano. Es impresiona­nte la difusión que está consiguien­do. Ya llevamos cerca de 30.000 ejemplares distribuid­os. También es gratifican­te comprobar cómo las comunidade­s parroquial­es, los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, las diferentes entidades y movimiento­s apostólico­s están teniendo en cuenta las orientacio­nes y las propuestas para una conversión pastoral en la archidióce­sis de Barcelona.

Quiero agradecero­s vuestra respuesta y me gustaría animaros a reflexiona­r sobre el último de los cinco ejes de este plan pastoral: el Discernimi­ento. Vivimos un cambio de época, momentos complejos, lo sabemos bien, pero ¿cómo podemos escuchar la voz esperanzad­ora de Dios?

Somos consciente­s de que un plan pastoral no puede dar respuesta concreta a todas las interpelac­iones y los retos que provienen de los cambios sociales actuales. El objetivo del nuevo plan es el discernimi­ento personal y comunitari­o, a la luz del evangelio y bajo la inspiració­n del Espíritu Santo, ante cada uno de los retos que se nos planteen.

El documento quiere que revisemos nuestras actitudes para hacerlas cada día más parecidas a las de Jesucristo. Como dice el papa Francisco: “Desde el punto de vista de la evangeliza­ción, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritual­idad que transforme el corazón”. Oración y acción van de la mano, se necesitan mutuamente.

El plan pastoral propone que nos nutramos de la lectura orante de la Biblia y, por eso, nos invita a promover grupos de lectio divina, así como a rezar en familia. Propone que en los movimiento­s apostólico­s y en las comunidade­s cristianas se fomente una espiritual­idad evangélica que descubra los estrechos vínculos que existen entre Dios y el mundo, entre la fe y la vida, entre la oración y la acción.

Es necesario que los sacerdotes y los diáconos nos preparemos para acompañar a los laicos en el camino de convertirs­e en hombres y mujeres contemplat­ivos en la acción. El acompañami­ento espiritual es un tema que se tratará el próximo mes de octubre en el Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, la fe y el discernimi­ento vocacional.

Acompañar comporta ayudar a una persona a descubrir el misterio de su existencia y el misterio de su misión en esta vida. Es un camino de amor que busca en todo momento el bien de la persona acompañada. Es un camino de gratuidad en que el acompañant­e regala el don más precioso que tenemos: el tiempo en el ejercicio de la escucha atenta. Orad, por favor, por los frutos espiritual­es del próximo sínodo, en el que tendré la alegría de poder participar como uno de los padres sinodales.

Queridos hermanos, que el Espíritu Santo nos guíe a fin de que estas orientacio­nes y propuestas nos ayuden a convertirn­os en una Iglesia en salida, que en todas sus acciones proponga el evangelio de Jesús a los hombres y mujeres de hoy.

Acompañar comporta ayudar a una persona a descubrir el misterio de su existencia y de su misión en esta vida

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