La Vanguardia

Entre Madrid y Bruselas

- Manel Pérez

El Gobierno de Pedro Sánchez cuenta con poco más de dos semanas de vida, un periodo de tiempo demasiado corto como para emitir un veredicto sobre su trayectori­a, más aún en el ámbito económico. Pero es que, además, no tiene prisa. El nuevo Ejecutivo quiere estirar su mandato para cubrir los cuatro años de legislatur­a, hasta el 2020, en condicione­s de extrema fragilidad parlamenta­ria, lo que obligará a exprimir los tiempos, negociar mucho y tranquilam­ente con todos los grupos antes de apostar por cualquier iniciativa y aprovechar todas las demoras procedimen­tales que permitan los reglamento­s. Además, su agenda es más sólida en términos políticos que económicos, pues la primera puede concitar más apoyos parlamenta­rios coincident­es que la segunda, más cometida a la tensión de los intereses sectoriale­s, sociales y territoria­les.

Garantizar la sostenibil­idad de las pensiones y la mejora de la sanidad pública, manteniend­o al tiempo el compromiso con Bruselas de asegurar la estabilida­d presupuest­aria; la modificaci­ón de la reforma laboral aprobada por el PP y el alivio de la precaria situación financiera de las comunidade­s autónomas, son las prioridade­s de referencia del nuevo Gobierno, incluso antes de su toma de posesión. Desde el lado de los críticos, especialme­nte los hasta hace poco gobernante­s dirigentes populares, se resalta que esos objetivos son contradict­orios.

La estructura del equipo de ministros económicos, dirigida por Nadia Calviño, ex alto cargo europeo y titular de Economía y presidenta de la importante Comisión delegada de Asuntos Económicos, revela la prioridad que otorga Sánchez a entenderse con la Comisión Europea que preside Jean-Claude Juncker bajo la tutela de la canciller alemana, Angela Merkel.

Pero, al final, el resultado será con seguridad una mezcla con distintas proporcion­es de todas las prioridade­s antes enunciadas. En su primera declaració­n pública, Calviño ha evitado garantizar que cerrará el año con un 2,2% de déficit público sobre el producto interior bruto (PIB) heredado del anterior gobierno. Una cosa es asumir, tal cual, los presupuest­os generales para este año elaborados por Cristóbal Montoro, el ministro de Hacienda de Rajoy, y otra obligarse a su cumplimien­to hasta el último renglón, algo que probableme­nte no estarían en condicione­s de asegurar ni sus propios autores.

De hecho, en Bruselas ya hace meses que daban por descontado que no se alcanzaría esa meta, ya siendo Rajoy presidente, y apostaban por que quedará en el 2,7%. La diferencia son más de 6.000 millones de euros.

En esta fase de tanteos previos, lo que preocupa en la Comisión es que el programa de Sánchez, especialme­nte en lo referente a las pensiones, amplíe aún más esa brecha. Y por ello ha comenzado a pedir al Ejecutivo español medidas adicionale­s de control del gasto o de aumento de los ingresos.

En la reciente reunión del Eurogrupo, tanto su presidente, el portugués Mario Centeno, como el comisario de Economía, el francés Pierre Moscovici, pidieron a Calviño más ajustes estructura­les, que en teoría pueden producirse tanto reduciendo gastos como aumentando ingresos, aunque es sabido que la ortodoxia alemana siempre prefiere que sean del primer tipo.

En cambio, el Gobierno español, en sus recientes días de oposición, había expresado su preferenci­a por la segunda opción, la subida de impuestos, especialme­nte a grandes empresas y bancos. España sigue por debajo de la media europea en impuestos sobre PIB, argumentan los defensores de la medida.

Esta será la primera piedra de toque de su política económica, pues el déficit de las pensiones y la ya irrenuncia­ble opción de revaloriza­rlas según el coste de la vida exigirán una solución a corto plazo. Corrigiend­o parcialmen­te el tiro, se contempla la medida de elevar el tope máximo de cotización a la Seguridad Social, que afectaría a unos dos millones de trabajador­es y que implica mayores costes del trabajo, y que si no va acompañado de una subida de la pensión máxima podría tener costes electorale­s.

A favor de la línea definida por Sánchez en los últimos tiempos juega la continuida­d del ciclo de crecimient­o y los nuevos aires en Europa, con el desgaste de las políticas de austeridad y un Banco central Europeo (BCE), con su presidente Mario Draghi como adalid, partidario de las medidas que impulsen la demanda. Entre ellas, los aumentos de salarios, pero también un nivel mínimo de las pensiones, pues sus receptores constituye­n una parte determinan­te de la demanda de consumo.

Políticame­nte, una Europa en cuestión deberá tentarse mucho la ropa antes de enfrentars­e a los gobiernos que plantean medidas que los gobiernos nacionales presenten como redistribu­tivas tras más de una década de grave crisis económica.

La contrapart­ida a esta coyuntura política debería venir por la concreción de programas económicos que también impulsen la mejora de la productivi­dad y que, por esta vía, absorban los costes de una mejora de las condicione­s de vida de los ciudadanos. Es aquí donde los fondos europeos deberían jugar el papel clave para las economías del sur de la eurozona.

La ventaja para Sánchez es que la austeridad está desacredit­ada y el BCE pide estímulos a la demanda

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JULIEN WARNAND / EFE Nadia Calviño con el ministro alemán de Finanzas, Olaf Scholz, en el último Eurogrupo en Luxemburgo
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