El ridículo
Por mucho que se desgañite el alcalde Ballesteros, ninguna explicación justifica el ridículo en la apertura de los Juegos Mediterráneos, del cual es el responsable. Primero, porque la inauguración es la puesta de largo y es el único día en que no puede pinchar. El alcalde debía garantizar que la ceremonia funcionara, y eso incluía unas gradas llenas de público. Un público que podría haberse nutrido perfectamente con las múltiples entidades deportivas de Tarragona. Pero no fue así, y sólo por este hecho, por la incapacidad de llenar un estadio, que acabó tan vacío, que dio una imagen pública patética, ya debería poner el cargo a disposición. O, en todo caso, entonar un sincero mea culpa que, ni se ha visto por ningún sitio, ni parece que tenga intención de hacer. Muy al contrario, ha respondido con una chulería, francamente impropia para la ocasión.
Pero si el vacío en las gradas puso en evidencia la incompetencia de los organizadores, el rumor insistente de control en la venta de entradas, con el fin de garantizar un público disciplinado, españolísimo, entregado a la cabeza coronada y sin tentaciones silbadoras, tendría que ser un gran escándalo político. Y en este sentido, no
La sospecha de control en la venta de entradas, para garantizar un público sin tentaciones silbadoras
han convencido, ni han satisfecho las precarias explicaciones del señor Ballesteros. De entrada, porque todo el mundo que conozca un poco como se produce una venta pública de entradas sabe que hay muchas maneras de manipularla, sea por bloqueo de un número indeterminado de entradas, sea por incentivar la compra en determinados sectores. Y segundo, porque la minuciosa información que publicó el portal Porta Enrere, firmada por el periodista Rafa Marrasé, se ha visto confirmada por los propios protagonistas. Decía Marrasé que “las entidades españolistas tenían entradas de la ceremonia de inauguración de los Juegos desde hacía un mes”, y señalaba Vox, Cataluña por España, Plataforma por Tabarnia, Sociedad Civil Catalana y miembros del PSC de Tarragona vinculados a estas organizaciones. Además, explicaba que estas entradas se repartían en el Centro Aragonés de Tarragona, y así lo ha confirmado el mismo centro en un tuit explícito: “El Centro Aragonés no tiene nada que ver con la venta o regalo de entradas. El centro no se involucra en política. Lo que sí es cierto es que cede una sala de la sede a Sociedad Civil Catalana para que se reúnan, y fueron ellos los responsables de tal acción con las entradas de los Juegos”. Cabe sumar a esta información, su complementaria: múltiples entidades deportivas y sociales de Tarragona no pudieron comprar las entradas en las zonas que finalmente estarían vacías, porque “ya estaban agotadas”. Es decir, no se podían comprar, pero restó vacío el espacio: blanco y en botella..., el intento de controlar al público para evitar la libre expresión de rechazo a la Corona, con el resultado de ridículo bien conocido. Todo, patético.