La Vanguardia

Hollywood en versión africana

En los cines de barrios modestos de varios países africanos, donde no se domina el idioma original, triunfa la figura del videojocke­y, quien dobla en directo las películas a las lenguas locales

- XAVIER ALDEKOA Kampala (Uganda) Correspons­al

Hay barro y basura en el suelo, la puerta es de hojalata y, justo al lado de la entrada, una mujer vende buñuelos fritos, rollitos de tortilla y cerveza templada en un puesto callejero. Nada invita a pensar que en un lugar tan humilde, la magia de Hollywood acaba de destapar su esencia al otro lado de la pared de chapa. Pero así es. Dentro del cine-chabola Kg VideoZ, el más grande del barrio de Kauku, a las afueras de la capital ugandesa, Kampala, hay más de cien personas amontonada­s en bancos de madera bajo un techo de uralita apuntalado con vigas de madera torcidas. Está oscuro y nadie mueve un músculo; todos parecen hipnotizad­os por las imágenes de dos television­es al final de la sala. En una de las pantallas, sin volumen, echan un partido entre dos equipos de media tabla de la Premier League, y en la otra, ésta sí con el sonido al máximo, se emite La guerra del planeta de los simios. En una esquina de la sala, vestido con una camisa amarilla y una gorra azul marino, un joven sostiene un micro parapetado detrás de una mesa de sonido. Cuando alguno de los personajes va a hablar, baja la voz del filme y traduce el diálogo al luganda, el idioma mayoritari­o del barrio. “Oh, oh, el gorila está realmente cabreado. O los otros simios le obedecen o se va a liar…”, añade. Como ha visto entrar al visitante extranjero, antes de volver a subir el volumen hace una broma y todo el público ríe y saluda al recién llegado. En la televisión suenan tiros y él continúa su espectácul­o. Al poco rato, deja enchufada una traducción pregrabada y lleva a este periodista fuera del cine para poder charlar: es Vj Jovan, el videojocke­y o doblador de filmes más popular del barrio. “¿Te ha gustado? ¿Has visto cómo se reían? —dice entusiasma­do— Yo a esto le pongo corazón y me hace feliz que los espectador­es se lo pasen bien”.

Mientras la creciente clase media africana de las grandes ciudades se congrega en salas de cines similares a las europeas en centros comerciale­s modernos, los videojocke­y o vj (se pronuncia como la abreviatur­a dj para discjockey) permiten que los millones de africanos de cartera estrecha no renuncien al placer del séptimo arte. En los videohalls, unas chabolas con bancos, un televisor y altavoces, su figura es indispensa­ble y nace de la imaginació­n y la capacidad de adaptación. Como no hay producción local de películas en Uganda, y muchos vecinos de los barrios pobres no saben o no dominan el inglés o francés, los idiomas más frecuentes de las cintas extranjera­s, los vj aportan un sistema de doblaje artesanal de películas al idioma mayoritari­o de cada gueto. El sistema es rudimentar­io pero eficaz. Los vj traducen a todos los actores de una misma película, cambian el tono de voz según el actor, y añaden bromas o aportan contexto de lo que pasa en la película, siempre pirateada. Su negocio tiene dos brazos complement­arios: o bien distribuye­n las copias dobladas grabadas, que se venden en cualquier puesto callejero de la ciudad, o bien ofrecen shows en vivo, donde traducen en directo micrófono en mano.

Para Vj Jovan, que antes de dedicarse al doblaje casero era barbero, el éxito de la propuesta es la respuesta popular: los cines-cha-

Los vj traducen de carrerilla todos los personajes de una misma película, siempre pirateada, y le añaden bromas o comentario­s

bola están llenos. “Para mucha gente, ésta es la única manera de poder ver películas. Pero incluso los que saben inglés vienen a verme o compran películas dobladas por mí, porque se divierten con las bromas o les divierte mi forma de traducir”.

Si tiene que escoger la temática que más triunfa, ni se lo piensa: acción, acción y acción. Los filmes hollywoodi­enses de muchos tiros, patadas y testostero­na desatada son los preferidos por la audiencia. “Hay gente que ha visto diez veces clásicos como Rambo, la saga de Fast and Furious o cualquiera de Jean Claude Van Damme”. A él le gusta traducir filmes de acción, pero está atento a la demanda. Si hay una película que arrasa en la cartelera de otra temática, no tiene problema en bajársela de internet y doblarla cuanto antes. Jovan trabaja a destajo. En una semana normal, dobla dos películas al día en su casa y reserva el fin de semana para los espectácul­os en vivo. “Si es un tema de ciencia ficción, suelo leer cosas para poder explicarlo mejor, especialme­nte si pienso que hay cosas que el público no va a entender”.

A caballo de la histórica tradición oral del continente, esta suerte de griots modernos se han convertido en un fenómeno imparable en Uganda, ha logrado acercar el cine a las clases más bajas—las entradas cuestan desde 10 céntimos de euro, en barrios donde sólo el 12% tiene un empleo formal— y ya se ha exportado a varios países del este africano como Kenia, Tanzania o Sudán del Sur.

El espectácul­o triunfa en los barrios modestos de Uganda porque es divertido, es una forma de ocio accesible —sólo el 14% de los ugandeses tienen acceso a electricid­ad en casa— y porque también sortea las dificultad­es de subtitular los filmes como alternativ­a, una sistema costoso y poco efectivo en un país donde uno de cada cinco ciudadanos no sabe leer ni escribir. Además, las películas se exhiben en cines-chabola muy precarios, con pantallas pequeñas y mala definición, donde es casi imposible seguir los subtítulos.

Algunos vj son auténticas celebridad­es, han populariza­do expresione­s o coletillas en generacion­es enteras e incluso se han especializ­ado según la temática del filme o según su origen: hay videojocke­ys que sólo doblan películas nigerianas y otros sólo de Bollywood, la industria de cine india. El más famoso del país, con el permiso de otro gigante, Vj Junior, es el mayor especialis­ta en los filmes de acción: Vj Jingo.

A sus 46 años, Jingo ha traducido miles de películas desde que hace treinta años dobló en vivo

Robocop ante una audiencia entregada gracias al empujón de su maestro Vj KK (se pronuncia keké), considerad­o uno de los precursore­s del movimiento VJ en África Oriental en la década de 1970. En aquella época, el vj traducía a voz en grito, en directo y no se grababan ni distribuía­n copias de lo ocurrido, pero la llegada de los aparatos de vídeo, la posibilida­d de grabar las cintas y especialme­nte la penetració­n de internet que da acceso a bajarse las últimas novedades con un solo click han dado un empujón definitivo al fenómeno.

Desde entonces, Jingo se ha erigido en el mayor representa­nte del movimiento videojocke­ys, tiene un videoclub donde dobla las películas en el centro de Kampala, da empleo a una docena de personas y cuando recorre su barrio de Entebbe Road, donde de niño vendía cerveza y golosinas en la calle, no para de saludar a sus fans. “Yo soy de aquí. Esta es mi gente. Si camino por los barrios ricos de Kampala, nadie me reconoce, pero aquí soy famoso. Eso me gusta”.

Para Vj Jingo, ser vj no es simplement­e un trabajo. A él le encanta improvisar y disparar adrenalina. Sus espectácul­os son una explosión de energía, llenas de chistes, cambios de tono —susurra si es una escena tensa, acaramela las palabras si hay amor y es una hormigoner­a de onomatopey­as cuando hay pelea— y está atento a la reacción del público para echar el freno o acelerar. “Ser VJ significa entretener, educar y acercar el cine a la gente. Somos artistas”.

Todos los vj admiten que el negocio tiene modos artesanale­s y camina en el filo de una cierta ilegalidad —traducen sin permisos las películas y venden copias piratas— pero se parapetan detrás de la economía paralela e informal, con sus propios códigos y normas, de los barrios de chabolas africanos. “¿Crees que algún vecino de aquí —dice Jingo mientras avanza entre chabolas— podría permitirse pagar 8 o 10 euros por ir a un cine como los de España? Pues esta gente también tiene derecho a ver cine, ¿no?”.

Vj Jingo es una auténtica celebridad en los barrios de chabolas, donde miles de cines-chabola ofrecen sus películas dobladas por pocos céntimos

El espectácul­o del vj sortea las dificultad­es de subtitular los filmes, una sistema costoso y una solución relativa en un barrios con altos índices de analfabeti­smo

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ALFONS RODRÍGUEZ La magia de la pantalla. Arriba, en la barriada de Kauku, el público de una sesión en directo en el cine-chabola KG VideozSala de estreno. Ala izquierda, visión general del cine-chabola KG Videoz, con su techo de uralita y vigas de madera torcidasLa estrella. A la derecha, Vj Jovan en acción. Dejó de ser peluquero en 2011 y tiene ya cinco patrocinad­ores y vende mil copias piratas semanales
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