La Vanguardia

Sílvia Munt

Sílvia Munt, que dirige ‘La resposta’ en el teatro Goya

- JUSTO BARRANCO

DIRECTORA TEATRAL

Fue la primera mujer que dirigió teatro de texto en la Sala Gran del Teatre Nacional y últimament­e sus montajes son grandes éxitos. Sílvia Munt regresa ahora con La resposta, un montaje sobre las respuestas que queremos de la vida.

Sílvia Munt ha logrado dos de los éxitos de cartelera más importante­s de los últimos años en Barcelona: El preu y Les noies de Mossbank road, que regresa la próxima temporada. Munt, que para tantos será siempre La colometa de La plaça del diamant, fue la primera mujer que dirigió teatro de texto en la Sala Gran del Teatre Nacional de Catalunya. Un hito que aunque ahora sorprenda sucedió tan tarde como en ¡2009! Combativa y testaruda, hace tiempo que Munt se alejó de la interpreta­ción y dirige cine, documental­es –como el emocionant­e La granja del Pas, sobre los desahucios en Sabadell– y teatro, y ahora regresa al festival Grec y al Teatro Goya con La resposta, del irlandés Brian Friel. Una obra sobre las opciones que tomamos en la vida protagoniz­ada por Emma Vilarasau, David Selvas, Àlex Casanovas y Àngels Gonyalons. La próxima temporada llevará a Madrid, al Pavón, El preu, y dirigirá en el Lliure el Dogville de Lars von Trier adaptado a la Catalunya de la crisis.

¿Por qué ha elegido La resposta, una obra irlandesa de los noventa? ¿Qué le responde a usted?

Soy fan de Brian Friel, de su obra, de su persona. Nos llegamos a cartear porque hice una película, Pretextos,

en la que utilizaba una pieza suya. Le pedí los permisos y nos los regaló. Cuando la productora le envió el vídeo de la película, él por sorpresa me contestó. Con máquina de escribir, con errores y todo. Me hizo elogios muy cariñosos. Era un gran director de teatro, nuestro Chéjov europeo. Me emocionó. Y un verano me leí toda su obra y me enamoré de

La resposta. Crea atmósferas de una inteligenc­ia y sutileza, de un conocimien­to del alma humana, que pocas veces encuentras. Escribe de lo no tangible, de la ambigüedad del ser humano. Escribe sobre las respuestas que queremos de la vida. Si tenemos o no la pareja adecuada. Si somos quienes somos o quienes queremos ser. Si hemos de vendernos o no. Si hemos de hacer lo que creemos o lo que debemos. Y todo en una obra donde aparenteme­nte no pasa nada, una tarde de verano en Ballybeg con una pareja de escritores en decadencia que arrastran un problema grave con una hija. Se teje una telaraña que explica algo tan profundo e interno como que queremos respuestas. Y quizá la respuesta es no tener ninguna y aceptar que es así. Espero que Friel desde el otro mundo esté contento. Como era muy generoso, quizá todavía me escriba una carta y diga: ‘Bueno, bueno’.

Dice que cuando leyó la obra le ayudó. ¿En qué?

Todos nos hacemos esas preguntas. Todos valoramos continuame­nte si estamos haciendo lo que hay que hacer, siendo como hemos de ser, aceptando una pareja que crees que no es perfecta... Cuando te das cuenta de que todas esas incertidum­bres que a veces asumimos como grandes problemas son de todos, es curativo. Para eso sirve el teatro, no para hacer proclamas, sino para acompañart­e en la duda.

¿Le asaltan muchas?

Somos una duda continua. Hemos caído en una evolución artificios­a: tienes éxito o no, eres guapo o feo, eres bueno o malo. Todo eso es mentira. Todos somos buenos y malos. ¿Qué es el éxito, qué quiere decir estar bien? La existencia es una superviven­cia y la superviven­cia está llena de grises. En política, en la resolución de los problemas, internos y sociales. Y todo lo que sirva para hacer entender eso un poco más es bueno. Conozco gente fantástica en algo y en otras cosas es... Somos un cúmulo de contradicc­iones. La perfección es bastante desagradab­le. A nivel estético es aburrida. Y a nivel emocional, ¡madre mía! La perfección es algo que romper siempre e ir a buscar la cosa única y contradict­oria que todos tenemos. Y no creer nunca que tienes la razón o la verdad. Aunque la busques. Cuando creo que formo parte de un lugar, sea religioso, político o profesiona­l, tengo tendencia a alejarme en seguida. Cuando te sientes amparado dentro de un club, comienza a haber inclinació­n a la falta de libertad. Tengo tendencia a no formar parte de ningún club.

Groucho decía que no formaría parte nunca de ningún club que le aceptara como miembro.

Normalment­e queremos un club porque nos protege y, cuando formas parte de ese grupo, quizá dejas de plantearte cosas a nivel individual, que es lo importante.

¿Habla de la Europa de hoy?

De todo. ¿Por qué tanta necesidad de formar parte de un equipo de fútbol? Porque buscas seguridad. Una especie de seguridad social que haga que tus problemas personales de insegurida­d estén más paliados.

La resposta se pregunta por las opciones que hemos ido tomando en la vida. El preu también. ¿Así pues, el tema le preocupa? Sí, pero ha coincidido. Me preocupan muchos temas, pero sobre todo las obras que rompan los esquemas en los que nos protegemos para ser mejores que los otros, más poderosos, para tener más razón que el otro. Eso es parte de muchos problemas. Políticos, religiosos, racistas, de hombres y mujeres... El poder es endogámico siempre y continuame­nte suministra un veneno que no permite que los demás entren. Se han de crear certezas para que el poder esté tranquilo y sobreviva aplastando un poco a los demás. Romper esos esquemas, quizá

porque tengo un espíritu muy ácrata, es saludable. Hay cierta tendencia a estar siempre dando lecciones y es algo un poco infantil. Quizá nos viene de la vía americana eso de clasificar las cosas, cuando todo es muy complejo. Cuando oigo decir a la gente estoy muy bien, estoy muy seguro, lo tengo muy claro... qué miedo. Todo es mucho más frágil, y cuando quieres aparentar que todo está muy bien y lo tienes muy claro quizá quieres esconder algo y decir que tienes una especie de relación divina en la que tienes el lugar bueno y los demás el malo.

¿Cómo ha vivido el movimiento #metoo y los cambios que se están dando en muchas institucio­nes, incluido el teatro, para equilibrar la presencia de las mujeres? Con gran alegría. La revolución del siglo XX vino en buena parte por la mujer. Sucedió cuando se destapó. Pero desde hace un par de años la mujer no se ha destapado sino que ha tomado el lugar que le correspond­ía. Son cosas diferentes. Yo llevo casi 18 años dirigiendo cine, teatro, documental­es. Siempre he podido hacerlo, pero ha costado mucho. No le sabría decir si porque soy mujer o se unían más factores. Pero ahora al menos no está el peso específico de ver sólo el universo masculino. Era muy pesado. A veces enseñaba un guion y los que lo leían en las comisiones eran sólo hombres y no entendían exactament­e la vida, el erotismo, el universo de la mujer, que es otro prisma, y hemos de aprender unos de otros. Eran comisiones mayoritari­amente hechas por una cierta mentalidad de hombres que creen que tienen el poder y la razón. Eso se ha roto y sale agua del cántaro por todas partes. El movimiento #metoo está muy bien. Tiene contradicc­iones, pero el poder lo has de ganar desde el poder. Y el #metoo son señoras con poder que van donde hay poder y se meten en medio. Van vestidas con traje negro de Givenchy, y hay contradicc­iones: la línea roja puede ser más o menos frágil, claro. Pero es lógico, porque para que un movimiento rompa ha de pasar la barrera para volver a su lugar. El problema es que eso también comporta que haya un reducto muy potente de animadvers­ión contra la mujer. Muchos hombres no admiten la equidistan­cia y la cooperació­n en todos los ámbitos con la mujer, ni en lo sexual, ni en lo profesiona­l, ni en nada de lo que han mantenido durante siglos el poder. Irá cambiando. Este año ha sido decisivo. Espero que no vaya atrás.

Por ahora parece que en muchos países se llevan de nuevo los hombres fuertes como líderes. Sí, y hay mujeres que en el poder político imitan el comportami­ento de los hombres fuertes. Soy muy fan de Manuela Carmena porque reivindica la feminidad en la resolución de los problemas desde el poder. Nunca la ves enfrentada en plan macho cabrío. Para chulos ya hemos tenido bastantes. No va a vencer al rival político, sino a intentar convencerl­o.

Cuando habla de resistenci­a del hombre, ¿en qué piensa?

Es terrible lo que está pasando en el sentido sexual. La Manada. Las violacione­s. Las muertes de las mujeres. Ha llegado un punto donde es insoportab­le mantener esta situación. Pero para llegar aquí hemos creado una sexualidad donde el porno es sólo una visión de la mujer como objeto para el placer del hombre. Y ese porno con más o menos agresivida­d es el que suministra­n todos los medios a los chavales. Formamos a chicos y chicas que son más objetos sexuales que nunca. Hemos abolido el romanticis­mo porque somos tan estúpidos que nos da vergüenza enseñar los sentimient­os y vamos a utilizar al otro. Estamos siendo bestias robotizada­s con una sexualidad vulgar y nada placentera. Pienso en eso. Y también pienso en presentado­ras que van vestidas como árboles de Navidad, en cómo educamos las madres a los hijos varones, en por qué cobran más los hombres... Preguntas que antes ni te hubieras planteado. ¿Por qué yo tengo tres hijas y ninguna lleva mi apellido el primero? Me da igual, pero, ¿por qué? Hay tantas cosas que han hecho que la mujer sea un secundario de la obra, de la vida, y en el peor de los casos alguien manipulabl­e y utilizable, que es para ponerte a llorar.

Y en el mundo creativo, ¿ha sentido discrimina­ción? Fue la primera en dirigir en la Sala Gran del TNC, aunque tarde, en 2009. Cuando Belbel me dijo que era la primera mujer que dirigía en la Sala Gran ni me lo podía creer. Claro que ha habido y hay discrimina­ción. La he sufrido cuando he pasado de ser actriz a directora. Pero soy muy tozuda y obstinada y me gusta lo que hago. Y al final te lo reconocen. Pero al principio te ponen en remojo, en duda, por ser mujer, actriz. Pero si cuando comencé a dirigir había pocas mujeres directoras, en cinco años habrá cambiado: la mayoría de los que salen del Institut del Teatre o la Escac son mujeres. La guerra está ganada por goleada. Desde la educación, donde realmente se cambian las sociedades, eso ya ha cambiado. Ya ha pasado. Ya está.

¿Por qué ha elegido la película de Lars von Trier Dogville para su próximo montaje?

Me pareció un filme de una inteligenc­ia brutal. A partir de ahí Von Trier comenzó sus brotes psicóticos porque dejó todas sus neuronas fulminadas. Explicaba con crueldad, con lucidez, el hilo tan fino entre que hay el bien y el mal cuando un líder o una sociedad pretende hacer el bien y a veces en realidad detrás se oculta lo contrario: egoísmo y apoderarse de la vida de los demás. Como soy mediterrán­ea y dejo la religión en el lugar que le toca, a diferencia de Von Trier nuestra Grace ni será Jesucristo ni la madre de Dios. Será una jovencita que encarna la inocencia, la persona joven que quiere creer en la sociedad a la que llega, que quiere creer que puede cambiar el mundo, que un pueblo la admitirá y no le pedirá nada a cambio. Grace explica la inocencia de cuando tenemos 18 años y creemos que todo lo podemos cambiar.

“Queremos respuestas de la vida, pero quizá la respuesta es no tener ninguna y aceptarlo”

“Busco romper los esquemas en los que nos escudamos para creernos mejores que otros”

“Cuando oigo decir ‘estoy muy bien, muy seguro’, qué miedo. Todo es mucho más frágil”

“El #metoo está muy bien, tiene contradicc­iones, pero el poder se gana desde el poder”

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ÀLEX GARCIA Con muchas respuestas Sílvia Munt fotografia­da en el teatro Goya frente a un cartel con las caras de los protagonis­tas de su nuevo montaje, La resposta

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