Contra Irán
A la espera de las nuevas sanciones de EE.UU., las amenazas de Trump y los problemas internos ya lastran la economía
A espera de las nuevas sanciones que ha impuesto EE.UU., las amenazas del presidente Donald Trump y los problemas internos ya lastran la economía de Irán, con riesgo de implosión en las calles del país.
Las nuevas sanciones impuestas por Estados Unidos todavía no se aplican, sin embargo en Irán ya empiezan a sentir los coletazos en su economía. La mera amenaza de estas medidas alumbra una serie de profundos problemas estructurales que azotan al país y que vienen acompañados de una campaña impulsada por un sector radical cuyo objetivo es intentar instrumentalizar el malestar social para quitarse del camino al actual presidente, Hassan Rohani.
“El Gobierno se mantendrá firme. Si alguno piensa que el Gobierno tiene miedo, que va a renunciar o hacerse a un lado, están equivocados”, dijo el miércoles Rohani frente a altos ejecutivos iraníes. En una intervención retransmitida por la televisión pública, el presidente también dejó claro que Irán no cederá a la presión y a las “demandas inapropiadas” del Gobierno de Washington, que no ha ocultado que su intención final es propiciar un cambio de régimen en Irán.
Es en agosto cuando entrarán en vigor las sanciones que prohíben transacciones financieras con el país y, a finales de este año, se cumplirá el plazo para impedir que el petróleo iraní se comercialice alrededor del mundo. Cualquier país que importe crudo iraní será sancionado a partir del 4 de noviembre, anunció días atrás el Gobierno estadounidense, una misión que todavía es vista con escepticismo por algunos críticos si se tiene en cuenta que países como India, China y Rusia son consumidores destacados del crudo persa.
Las protestas ciudadanas se suceden. A las decenas de manifestaciones en todo el país contra el deterioro de la economía y la escasez de agua, que es crítica en algunas regiones, se suma la gran movilización que se llevó a cabo a comienzos de semana en el Bazar de Teherán, donde un buen número de tiendas cerraron como protesta, entre otros motivos, por la devaluación del rial. En cuestión de días un dólar pasó de cambiarse de 750.000 a 900.000 riales en el mercado negro, que es al que tiene acceso la mayoría los iraníes. El drama de la situación se entiende mejor si se tiene en cuenta que hace un año el cambio estaba por los 440.000.
“¿Para qué abrimos si es imposible hacer negocios con esta inestabilidad? El Gobierno tiene que parar esto”, decía uno de los comerciantes del bazar del oro, uno de los tantos sectores en los que está dividido el gran mercado de la capital, desde donde se lideró la protesta que el lunes pasado llevó a cientos de personas a movilizarse hasta alcanzar la sede del Parlamento, no muy lejos de las calles que albergan este inmenso sector comercial. Las fuerzas de seguridad intentaron detener la marcha lanzando gases lacrimógenos, como pudo comprobar este diario. Horas más tarde se anunció que varias personas habían sido detenidas y desde el sector judicial se amenazó con la ejecución y la retención de capital de todos aquellos los que encuentren culpables de “interrumpir la economía”.
Entre susurros, tratando de escapar del control de la policía que tenía bajo estricta vigilancia el bazar, algunos comerciantes aseguraban el martes pasado que habían cerrado por convicción y otros, que lo hacían impulsados por personas que promovían el paro y que a la vista de muchos eran enviados por el sector más radical con la intención de ejercer presión sobre Rohani. “Todo es muy confuso”, decía un veterano comerciante.
Sobre el tapete iraní hay varios conflictos: uno es la lucha interna local, en la que los radicales y un sector de los guardias revolucionarios parecen querer deshacerse del Gobierno moderado de Rohani. Y para eso aprovechan el descontento producido por la mala situación económica por la que atraviesa el país, que se ha recrudecido desde que el presidente Donald Trump anunció la posibilidad de retirarse del acuerdo nuclear e imponer nuevas sanciones. La amenaza se materializó en mayo. Desde Washington se habló de imponer “las sanciones más fuertes de la historia” si Irán no aceptaba, entre otras cosas, dar acceso a los inspectores nucleares a todo el país y detener su programa de misiles balísticos.
En los últimos días algunos sectores parlamentarios han pedido a Rohani que cambie a su equipo económico e incluso uno de los ex directores de los guardias revolucionarios y asesor del líder supremo, Rahim Safavi, aseguró que el país estaría mejor sin gobierno. Desde hace meses corren rumores de un supuesto golpe contra el Gobierno o incluso de una intervención de los guardias revolucionarios para tomar el control de la situación.
“La gente cada vez es más consciente de la corrupción del sistema y con este nuevo escenario de sanciones se sienten aún más atrapados, así que los que tienen ahorros se han lanzado a cambiarlos por dólares o a comprar oro”, cuenta el citado comerciante. Según un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI), 27 millones de dólares salieron de Irán el año anterior.
Ali, dueño de una de las tantas casas de cambio que se han abierto en Teherán en la última década, asegura que la gente ya no cree lo que le dicen desde el régimen. “Esta es una economía enferma y la
Las protestas por la fluctuación del rial o la falta de agua se suceden; crece la presión de los sectores conservadores
“Esta es una economía enferma y la gente lo sabe, la corrupción está a la vista de todos”, dice un comerciante
gente lo sabe. La corrupción está a la vista de todos, así que cuando les piden que no viajen al extranjero o que no saquen el dinero del país, nadie hace caso”, explicaba este hombre de 30 años que hacía eco a la petición hecha por el líder supremo días atrás de que se redujeran los viajes fuera de Irán para no sacar capital del país. También ha hecho un llamamiento para que sólo se consuman productos nacionales.
En medio de esta mezcla turbulenta de problemas internos y lo que en las calles de Teherán hoy se define como “guerra comercial de EE.UU. contra Irán”, los que realmente han quedado atrapados son los ciudadanos. Más allá del enfrentamiento con Washington y de la pelea interna para desestabilizar al Gobierno, la realidad es que los iraníes se sienten en el limbo. Y lo que más se teme es que las verdaderas sanciones no han entrado en vigor. La gran pregunta es cómo logrará el Gobierno calmar este malestar y poner en marcha medidas que ayuden a retornar la tranquilidad. Por ahora el líder ha intentado llamar a la unidad y ha pedido que la justicia colabore con el Gobierno para atacar la corrupción y castigar a los que realizan actividades económicas ilícitas. Pero no hay mucho tiempo y esta certeza hace que la preocupación sea cada vez mayor.