EE.UU. sale a las calles contra la política migratoria de Trump
Obama pide a los demócratas que activen a los votantes sin alimentar la crispación
No todos los estadounidenses comulgan con la política de la Administración Trump de separación de familias inmigrantes y ayer miles de personas se echaron a las calles en 750 ciudades del país para expresar su rechazo. Las movilizaciones, bajo el lema ‘las familias merecen estar unidas’, recorrieron urbes progresistas como Nueva York, Los Ángeles o Chicago pero también regiones conservadoras de los Apalaches o el estado de Wyoming.
La marcha de Washington, que movilizó a unas 50.000 personas, comenzó recordando los orígenes inmigrantes del país. El documentalista Sebastian Medina-Tayac, descendiente de indios, dio la bienvenida en castellano e inglés. Hablaron hijos de simpapeles, supervivientes de los campos de concentración de japoneses de los años 40. Los niños tomaron primero la palabra. “Esta es una carta para todos los niños en los centros de detención”, leyó una niña. “No creas que América es un sitio cruel donde la gente os odia y te mete en prisión. Hay buena gente que te va ayudar a reencontrarte con tus familias”. “Estamos aquí porque hay padres que no pueden cantar una nana a sus hijos”, dijo el escenógrafo LinManuel Miranda, autor del exitoso musical Hamilton, que entonó una canción de cuna a coro con los manifestantes. “No paréis, no paremos hasta que todas las familias sean reunidas”, pidió el puertorriqueño.
Más de 2.500 niños –bebés incluidos– han sido separados de sus padres como consecuencia de la política de ‘tolerancia cero’ de Donald Trump. Una semana después de que rectificara y ordenara reunificar a las familias, ahora es en buena medida la burocracia lo que mantiene a dos mil menores lejos de sus padres. Artistas como Alicia Keys o America Ferrera contaron historias de gente que han emprendido la dolorosa y frustrante tarea de buscar a sus hijos o nietos en el laberinto de agencias, formularios y teléfonos oficiales.
Abogados de inmigrantes han denunciado “el absurdo” al que ha llegado un sistema que está obligando a niños de apenas tres años a testificar en los procesos para su propia deportación. “Esta es una crisis moral para nuestro país”, defendió en Boston la senadora Elizabeth Warren, que abogó por reconstruir el sistema migratorio del país “de arriba abajo”, respaldando el movimiento para acabar con la actual guardia de fronteras, la ICE o la migra, como la llaman los inmigrantes.
Trump ha dado varios volantazos en su política de ‘tolerancia cero’ hacia la inmigración irregular obligado primero por la repulsa generada por la agresiva medida de disuasión de separar sistemáticamente a las familias y, luego, por las dificultades prácticas para la alternativa prevista (la detención indefinida de las familias mientras se resuelven los juicios a los padres por inmigración ilegal). El Departamento de Justicia, sin embargo, informó el viernes a un juez federal que le ha ordenado reunificar a las familias en el plazo de 30 días que prepara medidas legales para poder retenerlas por más tiempo.
Faltan apenas cuatro meses para las elecciones de noviembre y Trump, que llegó a la Casa Blanca con la promesa de cerrar las fronteras y ha visto reforzada su autoridad por el Tribunal Supremo para prohibir la entrada a viajeros de algunos países musulmanes, quiere hacer de la inmigración el tema central. La polémica ha dado energías a los demócratas, confiados en que recuperarán el control de al
“Cuidado con confiarnos en que esto se va arreglar solo porque no va a ser así”, dice Obama a su partido
menos una cámara del Congreso. Aturdidos aún por la derrota electoral del 2016 y divididos sobre cómo afrontar el fenómeno Trump, su complacencia preocupa a Barack Obama. “El miedo es un factor muy poderoso”, dijo del mensaje que propaga Trump (sin citarlo). “Cuidado con confiarnos por el resultado de algunas elecciones especiales sueltas y pensar que esto se va a arreglar solo, porque no va a ser así”, advirtió anteanoche en un acto en Beverly Hills. Su consejo: difundir un mensaje de esperanza y unidad, sin incentivar la crispación –“Nadie quiere vivir en un mundo enfadado”– para que la gente participe y vote en noviembre.