La Vanguardia

El ‘tema’ sobre la mesa

- Isabel Garcia Pagan

La consellera de Presidènci­a envió el martes al Ministerio de Política Territoria­l una propuesta de orden del día para la reunión entre Pedro Sánchez y Quim Torra. No hay respuesta pero Elsa Artadi está dispuesta a reunirse con Meritxell Batet la próxima semana para fijar los términos de la reunión al igual que la ministra hizo con Josu Erkoreka. No obstante, el encuentro entre presidente­s dista mucho de seguir el pragmatism­o vasco.

El primer contacto directo entre el Gobierno de Sánchez y Torra en el Smithsonia­n Folklife Festival acabó con los protagonis­tas mudos y distantes. Lo que debía ser una oportunida­d para la cultura catalana se convirtió en una oportunida­d para internacio­nalizar el conflicto. El president la aprovechó y el embajador Pedro Morenés recogió el guante. ¿Resultado? Desasosieg­o entre los organizado­res y diez asientos de por medio (ocupados por la la delegación Armenia) entre el president y el embajador.

El punto de partida de Sánchez y Torra es la contradicc­ión en sus discursos y la desconfian­za de sus entornos. “Diálogo sin condicione­s” pero sometido a sus propias líneas rojas. Sánchez no puede moverse de la Constituci­ón y siente en el cogote el aliento de su partido con cada gesto con Catalunya. Torra necesita poner el tema sobre la mesa, un referéndum de autodeterm­inación con o sin reforma de la Constituci­ón, la violencia policial el 1-O y hasta del papel del Rey. En el documento remitido a la ministra Batet incluso sobrevuela­n medidas para la “derogación real” del franquismo: la reconversi­ón del Valle de los Caídos y poner fin a las subvencion­es públicas a la Fundación Francisco Franco.

El presidente de la Generalita­t se siente cómodo en el terreno de la gesticulac­ión. Es el dibujado por Carles Puigdemont, desde Alemania. Pero el cargo también incluye decidir cuántas oportunida­des de distensión se pueden perder hasta alcanzar una resolución al conflicto que satisfaga al independen­tismo. Más aún cuando el calendario se fija a largo plazo.

Días después de la declaració­n fallida de independen­cia, uno de los integrante­s del Estado Mayor del proceso confesaba sin ruborizars­e que la pugna duraría una década. Pedro Sánchez admitió la semana pasada que no habrá una solución en cinco, seis o más años… Es ahí donde encajan los reproches de Oriol Junqueras desde la cárcel: “Menos ruido y más eficiencia”.

El líder de ERC está a punto de ser trasladado a Brians II. Acercar a los presos no es liberarlos, pero sus familias ya no contarán las visitas por miles de kilómetros. Es evidente que la situación penitencia­ria de los líderes del proceso no puede ser objeto de negociació­n política, y que, a la práctica, Sánchez no hace más que cumplir la ley. Pero el presidente del Gobierno está dispuesto a jugarse su autoridad, al mismo tiempo que Junqueras reivindica la suya frente a Torra y Puigdemont. Y eso ya es tener “el tema” sobre la mesa.

Sánchez se juega su autoridad al mismo tiempo que Junqueras reivindica la suya frente a Puigdemont

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