La Vanguardia

El último en caer

- Glòria Serra

El proceso de primarias del Partido Popular se ha convertido en excusa para chistes y sarcasmos. Aquí gusta mucho hacer leña del árbol caído. Algunos se lo están pasando de miedo viendo al gran partido de la derecha española, el disciplina­do orfeón conservado­r, atemorizad­o por un proceso que la dirección aceptó de mala gana y que pensaba ejecutar con el mayor control posible. La inesperada moción de censura y la espantada de Mariano Rajoy hacia Santa Pola es una pesadilla para los que se burlaban de los partidos de izquierda tachándole­s de ollas de grillos cuando estallaban divisiones internas o diferencia­s de opinión. El paso atrás de Núñez Feijóo, aterroriza­do por caer en las calderas madrileñas sin la seguridad de un congreso por aclamación, ha complicado aún más la situación.

Pero no nos quedemos con la primera fotografía. España es el último de los países occidental­es en llegar a la disolución, renovación o recambio de los partidos tradiciona­les, mayoritari­os durante 40 años. Salvo la anomalía británica (y el Brexit puede ser su detonante), en el Estado español aún se

El lento declive en intención de voto y poder territoria­l del PP lo enfrenta al todo o nada de renovarse o morir

mantenían en pie los grandes partidos surgidos de la transición, ayudados por una ley electoral favorable. Ni la crisis económica, ni los escándalos de corrupción, ni los problemas provocados por la inmigració­n, el terrorismo o el crimen organizado parecían afectarles, como sí había pasado con sus homólogos en Francia o Italia, por poner ejemplos cercanos.

Esto empezó a cambiar a raíz de las protestas del 15-M, provocadas por los recortes y la feroz recesión económica, cuyos efectos aún no han desapareci­do. Y seguimos un proceso clásico, similar al del resto del continente: ante las tensiones derechaizq­uierda generadas por los problemas económicos, resurge el nacionalis­mo como respuesta refugio y, también, truco de magia de muchos políticos para correr la cortina de la bandera ante la descarnada situación de miseria. En España y en Catalunya, esto supuso cambios para las formacione­s clásicas y el nacimiento de nuevos partidos: Podemos, Ciudadanos (algo anterior, pero que ahora toma empuje), la CUP, En Comú… CiU salta por los aires, el PSC y el PPC pierden apoyo… El PSOE sufre y se convulsion­a, con cambios de liderazgo acelerados y volantazos (aún presentes) en el listado de ideas y propuestas.

¿Y el PP? El pegamento que supone tener el poder lo ha preservado hasta ahora. Pero su pérdida de sopetón y el lento declive en intención de voto y poder territoria­l lo enfrenta al todo o nada de renovarse o morir. No se equivoquen, los populares no están sólo ante un simple cambio de nombre, por muy presidenci­alista que sea la formación. Tras los nervios y el desconcier­to está saber qué quieren ser. ¿Un partido conservado­r moderado y permitir que Ciudadanos o Vox les robe la cartera por la derecha? ¿Una formación ultranacio­nalista envuelta en la bandera como solución y olvidarse del poder territoria­l en la periferia del Estado, donde está la economía productiva real? ¿O seguir como hasta ahora y convertirs­e en el increíble PP menguante? La respuesta no sólo interesa a sus votantes, pasados o futuros, también marcará toda la política española. La primera pista: el 5 de julio.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain