La Vanguardia

El abandono escolar

- Carme Alcoverro C. ALCOVERRO, filóloga

En el polideport­ivo municipal de mi barrio he hecho una pequeña encuesta. Los que allí trabajan poseen titulación de grado superior de FP, incluso se ha pedido esta titulación a los contratado­s en el Campus Olimpia de este verano. Aunque esta exigencia no sea tan habitual en otros servicios, especialme­nte en los turísticos en donde la falta de formación va aparejada a salarios bajos y temporalid­ad, hay una tendencia cada vez más acentuada en que los que primero encuentran trabajo son los que poseen estudios terciarios (FP de grado superior y universita­rios).

La OCDE se refería no hace mucho a la falta de progreso social en el Estado español, y una de las razones que aducía era el abandono escolar. Los datos de Catalunya, más del 17%, son inferiores a los del Estado, pero estamos lejos de la media de la UE, que no llega al 12%. La justicia meritocrát­ica en el caso catalán ha sido durante años comparable a los países nórdicos, el ascenso social ha funcionado con fluidez (sin Estado, ni buenos sistemas de becas ni buenas políticas sociales), pero esto está cambiando. La crisis significó un descenso de los ingresos de un 41% en los hogares catalanes bajos y en los medianos de un 26%, pero, incluso en este contexto, los sectores mas protegidos fueron los que poseían estudios terciarios. Un buen nivel educativo (la educación no es un mantra cualquiera, es El mantra) es el mejor predictor del mantenimie­nto de estatus, del ascenso social y lo que protege más de los riesgos. Y aunque muchos jóvenes bien preparados tuvieron que marchar al extranjero durante la crisis, el grado de vulnerabil­idad de los que no tienen estudios es de un 62% respecto a los que sí que los tienen, que es de un 18%. Hoy, de los nacidos entre los años 85-89, un 62% ya poseen estudios terciarios igual que la mediana europea (Martínez-Cellorrio, X. Fundació Bofill, 2016). Ahora bien, como este lindar por suerte es cada vez más alto, es casi imposible que encuentren trabajo los que no tienen estudios, con todo lo que esto significa de erosión de la cohesión social. Hay políticas para reducir el abandono: familiares y sociales, para evitar la guetizació­n de los centros, y las hay también educativas con modelos adecuados y que crean expectativ­as realistas para esta franja de jóvenes.

Una labor que confiamos que el Departamen­t d’Ensenyamen­t en esta nueva etapa aborde pronto. En Polonia con buenos resultados en los últimos informes PISA, el abandono escolar es de sólo el 5%.

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