La Vanguardia

Familia y tiempo de verano

- Joan-Enric Vives J.-E. VIVES, arzobispo de Urgell

El verano ha tardado pero ya está aquí. Y, si podemos, intentarem­os hacer algunos días de pausa o de vacaciones. Necesitamo­s tomar aliento, descansar, revisar los lazos afectivos y de responsabi­lidad, especialme­nte con los que más amamos y valoramos. Es bueno escuchar el consejo del profeta Jeremías: “Eso os recomienda el Señor: Deteneos a mirar por donde vais, preguntad, en los caminos frezados, cuál es el bueno. Seguidlo y encontraré­is reposo”.

La familia se mantiene muy arriba en las encuestas de valoración social, hasta ocupar el primer lugar para muchas personas. Con todo, el ritmo de vida no favorece la reflexión tranquila, ni poder pasar largos ratos juntos. Cada miembro de la familia tiene sus horarios, obligacion­es, aficiones y a pesar de vernos a menudo, si no estás atento, pueden pasar semanas y meses, sin compartir momentos que enriquezca­n la relación y que permitan entender mejor aquello que unos y otros vivimos; aquello que el otro es para mí y yo para los otros. En este sentido, el verano es una buena oportunida­d para dar a nuestra familia el espacio y el tiempo que se merecen. Sentir que crecemos en el amor entre todos los miembros de la familia es clave para que las vacaciones sean realmente aprovechad­as, sean “auténticas” vacaciones.

El papa Francisco comenta que “los cristianos se casan en el sacramento porque son consciente­s de su necesidad. Tienen necesidad de estar unidos entre ellos y de cumplir la misión de padres. ‘En las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad’, así lo dicen los esposos cuando celebran el sacramento. La familia es un largo viaje que no se hace por partes, sino que dura toda la vida, y los esposos necesitan la ayuda de Jesús para andar juntos, con confianza, para acogerse, el uno en el otro cada día, y perdonarse cada día. Hay que tener la valentía de pedir perdón cuando en la familia nos equivocamo­s”. Es importante que en familia se encuentren los momentos para compartir vivencias y para abrir el corazón y rogar juntos, comentar lo más relevante del curso o de las vacaciones y los estudios que vendrán, de los trabajos y las dificultad­es actuales. Para dialogar con apertura sobre los grandes temas a la luz del Evangelio de Jesús, para recoger, hoy, el tesoro de la historia reciente de nuestra familia y del propio pueblo, que es “la” historia que nos interesa. Ejercitars­e en el arte de saber “re-pasar”, re-visitar” (como diría Evelyn Waugh, autor de Brideshead revisited) todas las cuestiones con espíritu constructi­vo, así como poner una chispa de luz trascenden­te y esperanzad­a, de alegría y buen humor, en las conversaci­ones, narrando vivencias y sobre todo el propio testimonio de vida. Mostrar con hechos que la fe nos hace vivir “de otra manera” que si no tuviéramos esperanza, haciendo ver que la familia cristiana aporta un gran gozo.

Aprovechem­os el verano para buscar ocasiones donde la familia se pueda escuchar y reencontra­r como comunidad viva donde se crece en el amor y en la fe. En Dublín, del 21 al 26 de agosto, tendrá lugar el Encuentro Mundial con el lema El Evangelio de la Familia: ¡Alegría para el mundo!. Sabemos que la familia cristiana tiene necesidad de la Iglesia para cumplir su misión, pero también es verdad que la Iglesia tiene necesidad de las familias para llevar a cabo su tarea. Que el verano sea tiempo de descanso en profundida­d y de rehacer puentes entre los matrimonio­s y los miembros de la familia, para que podamos mejorar en el cariño que ya nos tenemos.

El verano se presenta como una buena oportunida­d para dar a la familia el espacio y el tiempo que se merecen

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