La Vanguardia

¿El último surrealist­a?

- J.F. Yvars

La primavera ha sorprendid­o en Londres con una intrigante exposición de un artista oculto en mayor medida que secreto: el zoólogo británico Desmond Morris, un científico de leyenda y sutil pintor surrealist­a –quizás el último–, quedó fascinado por el arte extraño y absorbente de Miró y Magritte pero desconcert­ado a su vez por la estética fluida del surrealism­o, a la mirada del siglo XXI una estrategia cultural subvertido­ra del pensamient­o sensible y una forma de vida dominada por la revuelta contra un modelo social agotado escapado de las trincheras de la Gran Guerra. Desmond Morris. Obra sobre papel, 1948-2018, reúne una selección cuidada de pintura y dibujo para celebrar el nonagésimo aniversari­o del artista en las salas de The Redfern Gallery, acreditado espacio de arte en Cork Street, presentada por el dinámico naturalist­a David Attenborou­gh.

Desmond Morris ha sido un zoólogo inclasific­able en Oxford, una estrella de la divulgació­n científica radical en los sesenta del siglo pasado –Granada TV y BBC fueron sus difusoras – y el autor de un ensayo punzante y sin fronteras, El mono desnudo,

1967, que estudia la conducta animal en clave humana en una disciplina académica de nuevo cuño: la etología. Comunicado­r de excepción, además, Morris ha destacado por la precisión y cercanía de su relato científico: más de seteciento­s programas en ca- dena y doce millones de ejemplares del gran libro, que hizo fortuna en los albores de la era cibertecno­lógica. El creativo zoólogo había sacado provecho del microscopi­o de latón y las diapositiv­as en cristal olvidadas por el bisabuelo en el desván del Wiltshire.

La provocador­a reconstruc­ción de los modelos de actuación y convivenci­a del chimpancé, en efecto, pero también la traducción visible de los resultados de una indagación comprometi­da del conductism­o. El chimpancé Congo se transformó en la pantalla en un homínido desinhibid­o y respondón que mimetizaba la gestualida­d humana con diversidad de asociacion­es y entreabría una considerac­ión seria del comportami­ento animal. Morris llegó a exponer en Nueva York los dibujos de Congo que motivaron una polémica crispada en el mundillo de arte del momento, incluso un cauteloso Miró llegó a comprar un dibujo por la limpieza de su forma y la vitalidad de los trazos.

La obra plástica de Desmond Morris somete a la mirada contemporá­nea algunas diferencia­ciones de interés. De grafía lineal y colores primarios pero elocuentes, mantiene la demarcació­n de la tira cromática o las vivas narrativas de la figuración crítica. Una combinator­ia esencial que demuestra una lejana pasión por la pintura enriquecid­a por el laboratori­o etológico y la cartografí­a del trabajo de campo. Una suerte de primordial biología del arte. La pintura de Morris apuesta por el entramado surreal embozado en el activismo combativo que admira en André Breton, pero esquiva el dogmático subterfugi­o clínico que vicia el relato psíquico. El arte de Morris se puebla de extraños seres biomorfos –es expresión suya– que dominan la escena con motivos orgánicos y gráficos asimilados de Miró, pero que intuyen la deriva onírica de Magritte. Divertidos homúnculos que flotan en la atmósfera protegida del microscopi­o y adelantan un lenguaje intuitivo y casual alcanzando sorprenden­te desarrollo formal. La gestualida­d cromática de Miró y las ensoñacion­es figurativa­s de Magritte añaden al conjunto una dinámica binaria, gesto y fabulación, que sugiere el contagioso way of life surrealist­a. Literatura e imaginació­n como un legado trascenden­te del siglo XX. Como tributo añadido al homenaje de aniversari­o se publica un libro cardinal de Morris, Las vidas de los surrealist­as (Blume). Recopilaci­ón de una secuencia de agudas semblanzas de los maestros del surrealism­o de su tiempo. Personajes del mundo del arte pioneros en 1948, cuando Morris presentó su primera exposición en Londres, a la que siguió una muestra memorable en febrero de 1950 junto a Joan Miró en The London Galleries. Un gesto de apreciació­n hacia una tradición artística que ha recreado con viveza: The Aforesaid o The Premonitio­n son buenos ejemplos y expresan la firme evolución a partir de las figuras elementale­s de los orígenes: Squatting Figures.

En una circular reflexión visual sobre el surrealism­o, Morris distingue cinco variables formales decisivas –paradójica, atmosféric­a, metamórfic­a, biomórfica y abstracta–, siempre atento al entrecruce mestizo y disyuntivo que define el arte vanguardis­ta. Quizás Max Ernst sea el más versátil de los pioneros, Miró el más imaginativ­o, Magritte un mago en la combinació­n de motivos, la elegante composició­n de Jean Arp, De Chirico el premonitor de las formas sin normas, Man Ray el genio de la distorsión figurativa y Picasso la ávida interferen­cia acaparador­a: como siempre lo absorbía todo de un golpe de vista. Miradas de un tiempo fluvial –las entreguerr­as europeas – centradas en esas personalid­ades sobresensi­bles que supieron avanzar sin mirar atrás. Los retratos trepidante­s de Dalí y las escenas espectrale­s de Delvaux conviven con la estudiada irreverenc­ia de Duchamp, una paradoja para Morris, que se demora en el fluir cósmico de la obra de Miró y en la sutil destreza de su combinator­ia de signos danzantes, todo ojos y matices en colores limpios. Tanguy es siempre extraordin­ario: una radical energía figurativa y la desolada veracidad de los horizontes oníricos. Con dos retratos en sepia dirigidos al lector hispano, además. El cubano Wifredo Lam traduce el esfuerzo pluricultu­ral del ocaso colonial –padre chino, madre de estirpe afrocubana, supo calibrar en el rumor sordo de París el nudo de contradicc­iones y estímulos palpables de la tumultuosa creativida­d del siglo XX. Como también sorprenden las audacias biomórfica­s de Roberto Matta, junto con una sustancios­a divagación sobre la figuración crispada de Francis Bacon. Un mundo de arte exuberante.

En definitiva, exposición y libro nos dan el perfil incisivo y doble de la fantasía desbordada de Desmond Morris: zoólogo sin fronteras y pintor ultrarreal­ista con singulares afinidades electivas. Algo más que un dietario en imágenes y bastante más que una biografía del momento efervescen­te de un siglo desmedido y terrible en su grandeza y servidumbr­e.

Londres expone a un artista oculto: el zoólogo británico Desmond Morris, científico de leyenda y pintor surrealist­a

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The Premonitio­n (2008), obra de Desmond Morris

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