Admirable guardián de las raíces
Hacía seis años que Cooder no daba forma a un álbum como tal, y en este glorioso regreso ha dejado en manos de su hijo Joachim la tarea de producirlo. Nada nuevo bajo el sol, en realidad: el compositor y guitarrista suele ofrecer obra mayor; la colaboración paterno-filial ya es un hecho desde hace años, y, aquí nuevamente, The prodigal son es una admirable y hermosa celebración de la música norteamericana de raíz.
Además de celebración, es en cierta manera una especie de regreso a las músicas que alimentaron sus inicios de carrera. Porque el hasta ahora último álbum de Cooder fue un Election special de apoyo a la reelección de Barack Obama vehiculizado a través de un compota de folk, blues y rock de raíz. No había muchos indicios de por donde iba a optar el glorioso compositor, pero lo ha hecho de entrada asumiendo el control musical de la situación: toca guitarras, bajo, mandolina, banjo y teclados (su hijo lo hace de la batería y la percusión) a lo largo de las ocho versiones y tres originales que componen el disco. El arranque, tan sugestivo como indicativo, es una admirable cover de Straight Street, un gospel de los Pilgrim Travelers que fue todo un éxito en los 50. Lo que le sigue es, un muestrario musical tan pedagógico como muestra de su versatilidad (un country bluesy, aires africanos en uno de sus cortes titulado Gentrification, algo de country gospelizado, rock&roll primigenio...) y de su papel referencia. Su homenaje a Woody Guthrie en Jesus and Woody en la actual coyuntura social y política no es nada gratuito.