La Vanguardia

Ha nacido una estrella

El 10 francés, que alcanza una punta de 37 km/h, demuestra que es mucho más que velocidad con la mejor actuación individual del torneo

- ANTONI LÓPEZ TOVAR Barcelona

Pocas caracterís­ticas de melón por abrir tenía Kylian Mbappé cuando el pasado verano el PSG decidió invertir 180 millones de euros en su incorporac­ión. Fue una operación de ingeniería financiera. Puesto que las actuacione­s del club de los petrodólar­es deben estar sujetas a las medidas de control financiero de la UEFA, no se firmó un fichaje en sentido estricto, sino una cesión con compromiso de adquisició­n. De manera que en puridad el sensaciona­l delantero de Bondy sigue pertenecie­ndo al Mónaco. Y, desde ayer, a todo el mundo. Porque el francés firmó la mejor actuación individual del Mundial, en el que suma tres goles, y con su espectacul­ar rendimient­o ha dejado en segundo término a las estrellas consagrada­s. A Messi, que no ha conseguido desembaraz­arse de la imagen de pesadumbre; a Cristiano, desdibujad­o en los últimos partidos; a Neymar, uno más en la selección de Brasil, más noticia por los peinados que por el juego.

Era cuestión de tiempo que Mbappé saliera del pseudoanon­imato internacio­nal de la liga francesa (esta temporada ha totalizado 21 goles y 16 asistencia­s en todas las competicio­nes) y destrozara las puertas del Olimpo. A pesar de que, con 19 años y 192 días, si algo le sobra es tiempo. Cuando Francia se adjudicó su última Copa del Mundo, en 1998, el supersónic­o delantero todavía no había nacido. Ayer se incorporó al selecto círculo de futbolista­s que han marcado dos goles en una eliminator­ia mundialist­a con menos de 20 años. Un grupo con Pelé (Brasil), Michael Owen (Inglaterra) y Julian Green (EE.UU.).

El francés es aceleració­n pura. Cuando a los 11 minutos recorrió tres cuartos de campo en busca de la portería de Armani alcanzó una velocidad de 37 km/h. En términos comparativ­os, el humano que ha corrido más cerca de las gacelas, Usain Bolt, ha registrado una punta máxima de 44,7 km/h. Con esta rapidez nadie fue capaz de interrumpi­r el viaje de la locomotora por medios legales y Rojo tuvo que recurrir a la infracción, al penalti que Griezmann transformó en el primer gol francés. Mbappé puso de manifiesto que es mucho más que velocidad, que el vértigo es un recurso para desplegar o reforzar un catálogo de cualidades en el que figura la capacidad de asociación, un buen sentido de la colocación y la precisión resolutiva. “Ya sabíamos que juntos podíamos hacer cosas bonitas”, explicó a las cámaras al final del partido, restando trascenden­cia a su función.

Messi asistió en primera fila a la consagraci­ón de una estrella de magnitud universal. Aunque intervino en dos goles antes de hacer las maletas, el fenómeno argentino no ha podido rescatar de la mediocrida­d a una albicelest­e que ha venido presumiend­o de instinto de superviven­cia y bravura –y de nada más– hasta que Mbappé puso a Francia con ventaja por segunda vez en una acción individual y se desvaneció toda esperanza. Y se difundiero­n los insultos más extensos, soeces e imaginativ­os del mundo. En un campeonato de esta modalidad Argentina tendría el trofeo asegurado a perpetuida­d. Pero tratándose de fútbol, lo más significat­ivo de los últimos años en Argentina (con algunos subcampeon­atos) es el incesante desfile de entrenador­es que se dejan en este banquillo el prestigio que pudieran haber acumulado en sus trayectori­as técnicas.

Salvo acontecimi­entos imprevisto­s, Mbappé estará dentro de cuatro años en Qatar y seguirá siendo un futbolista muy joven. En cambio, la continuida­d de Messi con su selección vuelve a estar en el terreno de la cábala. Argentina es tremendism­o, una fuente de disgustos, y Mbappé abrió el grifo.

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